GONZALO LEÓN -.

Los bosnios es un libro estructurada en cuatro capítulos, de las cuales sólo uno (las ciudades) se salva del lugar común de la guerra, de la repetición de la fórmula narrativa, de la incapacidad para separarse de la experiencia personal y aferrarse a un yo tan heroico como superficial. Cuesta creer que la excepción confirme la regla de un escritor que no sabe narrar, emocionar o reflexionar, porque entre otros méritos Colic cuenta con la publicación de su último libro (Sarajevo ómnibus) por la prestigiosa editorial Gallimard. Pero definitivamente el primer capítulo de Los bosnios, el más extenso, es tan mediocre que hace dudar de que estemos frente a un escritor con una obra iniciada hace veinte años; aquí los serbios son los victimarios, los bosnios las víctimas y los croatas algo entre medio. Tampoco es novedosa la crueldad de una guerra como la que desmembró a Yugoslavia en 1992; después de Auschwitz hay que saber narrar las atrocidades para que conmuevan o hagan pensar.

En cambio, en Yo, el más inteligente de Facebook, de Aboud Saeed, la guerra aparece como un susurro, como algo que lentamente uno se va dando cuenta de que está pasando, y es que la guerra es eso, un susurro que para los que la sufren se convierte en grito. Y así es como este joven de Facebook, porque la cuenta de este sirio aún existe y tiene, por así decirlo, vida propia, va mezclando reflexiones sobre la vida cotidiana (delirantes conversaciones con su madre) con su trabajo en el taller mecánico, sus pretensiones artísticas (aquí no hay un escritor profesional hablando, sino alguien que susurra), su afán de tener novia o muchas novias, y desde luego la guerra. Todos los posteos tienen fecha y hora, como cualquier cuenta Facebook. En uno de ellos escribe: “A pesar de la guerra civil /Esta mañana intentaré convencer a mi madre de que ella es drusa /En la mañana subsiguiente intentaré convencerla de que es curda /Luego le haré creer que no somos sunitas. Que nuestros estúpidos antepasados nos engañaron porque en realidad somos alauitas /Y en una noche de tormenta le diré que en realidad somos judíos”. Y en otro: “Mi amiga dice: la revolución es algo fantástico; me pregunto por qué tiene que pasar aquí y no en la China o en la televisión”.
Resulta evidente que Aboud Saeed se valió de una red social como Facebook para compartir desde dentro lo que era una guerra, valiéndose de los códigos de ella. La guerra como un espectáculo, pero no a través de la televisión, sino por una cuenta de Facebook, es decir desde lo microscópico hasta esa realidad tan inmensa y grotesca que es la guerra. No es necesario ser soldado, camillero o corresponsal de guerra, para participar de ella y contarla, parece decir Saeed. Son los nuevos tiempos. Saeed es informante y ciudadano. Y los ciudadanos o los civiles son mayoría en cualquier conflicto bélico.
Fogwill también participó de la guerra como ciudadano y escribió una magnífica novela inspirada en Malvinas. Más de cincuenta años antes, Ernest Hemingway era herido cerca de la ingle por un mortero en la pierna durante la Primera Guerra Mundial. Como consecuencia de ello fue internado en un hospital, donde conoce a la enfermera Agnes von Kurowsky. Fruto de esta relación nacería la novela Adiós a las armas. En esto punto vale la pena volver al comienzo y citar unos versos de Whitman: “No me cerréis las puertas, orgullosas bibliotecas, /Pues lo que os faltaba a todas, y más necesitabais, traigo: /Un libro he hecho por vosotros, oh soldados”.
Publicado en el suplemento Cultura de diario Perfil, y en el blog del autor (16/03/2014)
1 Comentarios
La roja insignia del valor, de Stephen Crane. Horizontes incendiados, de Gustavo Adolfo Otero. Intentaré recordar otras obras.
ResponderEliminarSaludos cordiales, estimado Gonzalo.