ENCARNA MORÍN -.
Te escribo esta carta ahora que tengo un poco de tranquilidad en mitad de la noche. Me he despertado algo sobresaltado, mientras tú, ajena a todo, dormías plácidamente. Salí de la cama sigilosamente con mi almohada bajo el brazo, he ido al salón para ver el final de la carrera de Fórmula Uno, y ahora no tengo sueño. Estoy intranquilo, por eso me he puesto a escribirte esta misiva que no sé si alguna vez llegará a ser leída por ti.
Ando preocupado Marta, y sé que a veces te desconcierto. Aunque nadie me conoce mejor que tú. Para ti yo siempre he sido un libro abierto. En parte porque tampoco tengo nada que ocultarte. Nada más lejos de mi intención que preocuparte o contrariarte.
Sabes que también ando intranquilo por ella, y esta es la parte que me gustaría que comprendieras. Yo te quiero. No lo dudes nunca. Yo mismo tampoco lo pongo en duda. Después de todos estos años de compartir la vida cotidiana y los pequeños grandes avatares, tú eres la mujer definitiva de mi vida. En lo que a mí respecta, lo tengo muy claro.
Lo de Gloria es otra cosa, es algo diferente. Fuimos pareja por un tiempo largo y eso determina que haya un vínculo entre nosotros para siempre. Compartimos tanto… Las estrías de su vientre que recuerdan sus embarazos, yo las llevo también en mi mente. Se acurrucaba tras mi cuerpo por la noche, y a veces el niño se movía en su interior. Ese instante imborrable está grabado a fuego en mis recuerdos. Como los nacimientos de nuestros hijos -de los que fui testigo ansioso en primera fila- su primer diente, o aquel famoso día en que el pequeño decoró con sus ceras de colores las blancas paredes del salón recién pintado por mí. Y nos gustó tanto, que ahí quedaron para siempre como el mural más importante de nuestras vidas.
No supimos sobrevivir a la rutina y lo nuestro terminó. Al principio con mucho dolor y hasta con un poco de resentimiento, pero pasado el tiempo me quedan aquellas experiencias compartidas que forman parte de una vida: las noches en vela cuando los niños enfermaban, la alegría cada vez que daban algún pasito en su crecimiento, sus fiestas de cumpleaños tan meticulosamente preparadas, y hasta muchas de las genialidades que hacía nuestro perro recogido de la calle y que se convirtió en un miembro más de la familia.
Es una buena mujer y no siento ninguna animadversión hacia ella. Ahora pasa un mal momento y quiero apoyarla. No creas que no me siento responsable. No de lo que le pasa, sino de hacer lo que esté en mi mano para que no se sienta perdida por el mundo. De alguna manera, es la madre de mis hijos y ha sido durante mucho tiempo mi gran amiga.
Ya sabes que los chicos hacen su vida. Después de tantos años dedicándose a ellos, ahora anda desconcertada. Gloria siempre fue una buena madre, un poco tolerante en extremo desde mi punto de vista, pero los chicos siempre pudieron contar con ella, incluso durante mi ausencia. Cuando se deprime y me llama por la noche para contarme sus penas, yo te agradezco que seas tan comprensiva y me respetes hasta este extremo.
Con los años y la experiencia, he descubierto que tenemos capacidad de querer a distintas personas de diferentes maneras. Como yo te quiero a ti, solamente te quiero a ti. Me pasa lo mismo con ella. Ninguno de nuestros afectos le resta un ápice a los otros. Hay personas que pasan por nuestras vidas y desaparecen de ella, pero están las que permanecen para siempre en nuestro recuerdo, porque hay un cúmulo de instantes, momentos, alegrías, tristezas…que hacen que pervivan. Yo a ti jamás te podría olvidar.
No hemos tenido hijos Marta, cuando nos encontramos ya no era el momento. De no haber sido por eso, a mí me habría gustado tener un hijo contigo. Pero lo importante es que hemos consolidado una relación tan consistente, tan hermosa, en la que lo más valioso es que yo soy yo mismo y tú eres tú. Nos hemos encontrado y es maravilloso. Estamos juntos porque queremos y porque nos amamos.
A Gloria no la quiero ni más ni menos, sino de una forma diferente. No solamente porque sea la madre de mis hijos, aunque también por eso. Fue muy buena conmigo antes de la hecatombe de nuestra relación, e incluso después. Yo no puedo mirar al otro lado cuando sé que pasa un mal momento y me necesita. Y aunque no me necesitara, estaría presente.
Creo que es esto lo que quería decirte. No nos va a pasar lo mismo que a Nick Nolte, Barbra Streisand, en el “Príncipe de las mareas”. Dijiste que él era un cobarde cuando vimos esa película en el cine. El gran momento final, que cierra con las dos escuetas frases: “La quieres más a ella, reconócelo”. “No, solo hace más tiempo”. Él decidió volver con su esposa y tú en ese momento afirmaste que todos los hombres que conoces harían lo mismo.
Esa no es nuestra situación. Yo diría: “No la quiero más o menos, solo de una forma diferente”. Y esta dimensión de tolerancia va mucho más allá. Ya no me angustio cuando sales con tu “ex” a resolver asuntos de los chicos, o cuando tienes que ir a su casa porque es el cumpleaños del abuelo. Marta… eres una gran mujer y te agradezco que permanezcas a mi lado con la seguridad que da la confianza.
En palabras de―Antoine de Saint-Exupéry que a veces vienen a ser también las tuyas:
-“Eres para siempre responsable de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa..."
-"Soy responsable de mi rosa...-repitió el principito, a fin de acordarse".
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
Te escribo esta carta ahora que tengo un poco de tranquilidad en mitad de la noche. Me he despertado algo sobresaltado, mientras tú, ajena a todo, dormías plácidamente. Salí de la cama sigilosamente con mi almohada bajo el brazo, he ido al salón para ver el final de la carrera de Fórmula Uno, y ahora no tengo sueño. Estoy intranquilo, por eso me he puesto a escribirte esta misiva que no sé si alguna vez llegará a ser leída por ti.
Ando preocupado Marta, y sé que a veces te desconcierto. Aunque nadie me conoce mejor que tú. Para ti yo siempre he sido un libro abierto. En parte porque tampoco tengo nada que ocultarte. Nada más lejos de mi intención que preocuparte o contrariarte.
Sabes que también ando intranquilo por ella, y esta es la parte que me gustaría que comprendieras. Yo te quiero. No lo dudes nunca. Yo mismo tampoco lo pongo en duda. Después de todos estos años de compartir la vida cotidiana y los pequeños grandes avatares, tú eres la mujer definitiva de mi vida. En lo que a mí respecta, lo tengo muy claro.
Lo de Gloria es otra cosa, es algo diferente. Fuimos pareja por un tiempo largo y eso determina que haya un vínculo entre nosotros para siempre. Compartimos tanto… Las estrías de su vientre que recuerdan sus embarazos, yo las llevo también en mi mente. Se acurrucaba tras mi cuerpo por la noche, y a veces el niño se movía en su interior. Ese instante imborrable está grabado a fuego en mis recuerdos. Como los nacimientos de nuestros hijos -de los que fui testigo ansioso en primera fila- su primer diente, o aquel famoso día en que el pequeño decoró con sus ceras de colores las blancas paredes del salón recién pintado por mí. Y nos gustó tanto, que ahí quedaron para siempre como el mural más importante de nuestras vidas.
No supimos sobrevivir a la rutina y lo nuestro terminó. Al principio con mucho dolor y hasta con un poco de resentimiento, pero pasado el tiempo me quedan aquellas experiencias compartidas que forman parte de una vida: las noches en vela cuando los niños enfermaban, la alegría cada vez que daban algún pasito en su crecimiento, sus fiestas de cumpleaños tan meticulosamente preparadas, y hasta muchas de las genialidades que hacía nuestro perro recogido de la calle y que se convirtió en un miembro más de la familia.
Es una buena mujer y no siento ninguna animadversión hacia ella. Ahora pasa un mal momento y quiero apoyarla. No creas que no me siento responsable. No de lo que le pasa, sino de hacer lo que esté en mi mano para que no se sienta perdida por el mundo. De alguna manera, es la madre de mis hijos y ha sido durante mucho tiempo mi gran amiga.
Ya sabes que los chicos hacen su vida. Después de tantos años dedicándose a ellos, ahora anda desconcertada. Gloria siempre fue una buena madre, un poco tolerante en extremo desde mi punto de vista, pero los chicos siempre pudieron contar con ella, incluso durante mi ausencia. Cuando se deprime y me llama por la noche para contarme sus penas, yo te agradezco que seas tan comprensiva y me respetes hasta este extremo.
Con los años y la experiencia, he descubierto que tenemos capacidad de querer a distintas personas de diferentes maneras. Como yo te quiero a ti, solamente te quiero a ti. Me pasa lo mismo con ella. Ninguno de nuestros afectos le resta un ápice a los otros. Hay personas que pasan por nuestras vidas y desaparecen de ella, pero están las que permanecen para siempre en nuestro recuerdo, porque hay un cúmulo de instantes, momentos, alegrías, tristezas…que hacen que pervivan. Yo a ti jamás te podría olvidar.
No hemos tenido hijos Marta, cuando nos encontramos ya no era el momento. De no haber sido por eso, a mí me habría gustado tener un hijo contigo. Pero lo importante es que hemos consolidado una relación tan consistente, tan hermosa, en la que lo más valioso es que yo soy yo mismo y tú eres tú. Nos hemos encontrado y es maravilloso. Estamos juntos porque queremos y porque nos amamos.
A Gloria no la quiero ni más ni menos, sino de una forma diferente. No solamente porque sea la madre de mis hijos, aunque también por eso. Fue muy buena conmigo antes de la hecatombe de nuestra relación, e incluso después. Yo no puedo mirar al otro lado cuando sé que pasa un mal momento y me necesita. Y aunque no me necesitara, estaría presente.
Creo que es esto lo que quería decirte. No nos va a pasar lo mismo que a Nick Nolte, Barbra Streisand, en el “Príncipe de las mareas”. Dijiste que él era un cobarde cuando vimos esa película en el cine. El gran momento final, que cierra con las dos escuetas frases: “La quieres más a ella, reconócelo”. “No, solo hace más tiempo”. Él decidió volver con su esposa y tú en ese momento afirmaste que todos los hombres que conoces harían lo mismo.
Esa no es nuestra situación. Yo diría: “No la quiero más o menos, solo de una forma diferente”. Y esta dimensión de tolerancia va mucho más allá. Ya no me angustio cuando sales con tu “ex” a resolver asuntos de los chicos, o cuando tienes que ir a su casa porque es el cumpleaños del abuelo. Marta… eres una gran mujer y te agradezco que permanezcas a mi lado con la seguridad que da la confianza.
En palabras de―Antoine de Saint-Exupéry que a veces vienen a ser también las tuyas:
-“Eres para siempre responsable de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa..."
-"Soy responsable de mi rosa...-repitió el principito, a fin de acordarse".
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
4 Comentarios
Ufff al leerlo me siento transportado en un vehículo que sobrevuela los paisajes de los sentimientos captando las emociones en cada instante de una vida entera. La claridad del camino recorrido produce una lectura amena,ágil y deseosa de entrar en el párrafo siguiente. El contenido encierra un moral única (El Amor) con la capacidad de amar en dos estadios distintos sin restar el uno al otro. Sentimientos y realismo en estado puro. Excelente Encarna.
ResponderEliminarEs uno de esos textos escritos desde el alma. incluso unas lagrimillas se escapaban mientras lo hacía. Como bien dices amigo esteban El Amor es el gran secreto de la vida.
EliminarQué bonito Encarna. Manera sencila de relatar los aconteceres de la vida que nos hace poner en situación. Este relato es muy entrañable y estoy de acuerdo con Esteban - Excelente Encarna. Es verdad que se te rayan los ojos cuando lees estas cosas. Me embobas con tus pequeños relatos y veo que a otros también. Saludos y enhorabuena por tu capacidad para "hacerte llegar a los demás".
EliminarTu escrito me ha emocionado, Encarna.
EliminarEstá escrito con el corazón, y llega a nuestros corazones
Que seas muy feliz!!!!