El senador Jorge Robledo es un político de virtudes apreciables. Su lealtad para con unas ideas, se pueden compartir o no, pero siempre razonables, transparentes. (Época interesante ésta que aprecia lo transparente y descuida lo denso). El rigor y presentación valerosa de sus debates. Su solidaridad con las causas populares. Y, cómo no, un elemento de intimidad: su devota amistad por Guillermo Alberto Arévalo, el crítico que rescató de la edad de folletín a Luis Carlos López.
En la actual coyuntura, su consideración de que los candidatos presidenciales son iguales, lo ha llevado a proponer el voto en blanco. En dicha decisión ocupa un lugar lo que él llama el modelo económico.
Para quienes tenemos un escaparate de dudas y los bolsillos vacíos de certezas, abandonados de la fe, Hólderlin en el bosque, no entendemos la posibilidad o alternativa de un orden económico distinto al impuesto por el dominante capitalismo mundial.
Se puede observar a Cuba, donde las búsquedas de igualdad y felicidad generales, se han visto enfrentadas a un contexto adverso que las dificulta. No en vano los modos de producción son universales. Y no son eternos.
Cuba muestra que no solo de pan vive el hombre. Debe de palpitar algo distinto a la rigidez de la fatalidad. Algo que sostiene a lo humano en medio de la cruel adversidad. Desconozco si eso distinto, pasión o espíritu, es la política.
Tal vez en lo distinto, no siempre explicable, este la distancia entre el senador y la candidata Clara López. Distancia en la cual se caracteriza a la igualdad de Robledo como no tan igual y por consiguiente la conclusión de López es otra: votar por Santos.
La postura del arquitecto Robledo es comprensible y tiene mucho de las estructuras del ingeniero y poco de los riesgos estéticos del arquitecto. Él habrá tenido en cuenta el fracaso de los partidos políticos renunciando a sus principios hasta entregarse a una corrupción irredimible. El engaño como argumento para seducir al pueblo. El fastidio con una dirigencia inepta.
Clara y Aída, con perspicacia intrépida han desbrozado de la igualdad una esperanza renovada por su poderosa cercanía: la paz. Después de tantos muertos, combatientes y civiles, exterminios de locura y odios desatados, ( esto nos interesa a los de a pie y ruana, ahora caras, y por motivos diversos a los que se lucran de la funeraria Colombia), ellas toman la peligrosa aventura de apostar por algo que no es el baloto. Así el amor.
El cambio de ánimo que propiciará la paz, permitirá partidos, sin la cantaleta desaliñada y culto a los abuelos por partidos gastados. Un clima donde al querido Jorge Robledo no lo acusen, como acusaron a Pardo, de ser auxiliadores de la guerra.
Tu voto cuadro, por el cachaquito de la paz. Si resulta faltón lo colgamos de la nariz. Buen domingo.
Imagen: Senador colombiano Jorge Enrique Robledo.
Imagen: Senador colombiano Jorge Enrique Robledo.
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