ENCARNA MORÍN -.
Hace apenas nada aparecía sobre la faz de la tierra la especie humana. Nuestros antepasados homínidos tampoco están tan lejos. Mucho menos lo están las llamadas Primeras Civilizaciones. Parece que fuera en el atardecer del pasado día cuando la cultura escrita, el control de la producción y la aparición de excedente se mostraban en el planeta.
Las sociedades esclavistas tampoco están tan distantes. Y mucho menos lo están la Edad Media, la revolución industrial o la puesta en órbita de los primeros satélites espaciales.
Toda la historia acumulada, comparada con la edad de la tierra, es de hace apenas algunos días, más bien pocos.
Me he sumergido entre las páginas del libro “La conquista de América. Una revisión crítica” del catedrático de historia moderna Antonio Espino López, lo cual ha sido un gesto de valentía. Hay que armarse de valor para poder leerlo sin tener que dejarlo a un lado para ir a vomitar, o incluso ver perturbado el sueño. Está bibliográficamente muy bien documentado, en unas cincuenta páginas se registran las numerosas fuentes consultadas. Preparó este material para sus alumnos, pero cuando vio la magnitud de su investigación decidió hacerlo público.
En algún gen de la especie humana está escondida la violencia como forma de dominación. Valga como prueba las masacres perpetradas a lo largo de la historia de la humanidad y las que aún se encuentran candentes. “La guerra es un acto de violencia destinado a obligar al adversario a hacer nuestra voluntad” (Carl von Clausewitz).
El profesor Espino desmenuza las notas, actas, cartas, documentos de la época para dejar en evidencia que la conquista de Las Indias fue una masacre de crueldad extrema. Lo que permitió que una relevante minoría se hiciera con el control de una población mayoritaria en su propio vasto territorio, fue precisamente la guerra del terror. Para ello, los castellanos se inspiraron en los métodos crueles llevados a cabo previamente por los romanos a quienes al parecer, nadie ha igualado en brutalidad. Después de la Guerra de Granada, el siguiente trampolín de lanzamiento fue la conquista de las Islas Canarias, en las que se pusieron en práctica cruentos métodos de sometimiento y terror, que posteriormente se extrapolarían a Las Indias.
La amputación masiva de manos, práctica común en el ejército romano, incluso como medida disciplinaria, se llevó a cabo en Canarias de forma indiscriminada y posteriormente en Las Indias. No solo se amputaron masivamente manos, pies, pechos o narices, además se practicaron ahorcamientos, empalamientos y otras crueldades similares, como por ejemplo lanzar perros feroces en pos de los indios desnudos para que les descuartizaran. La idea era dejar al “enemigo” con algo de vida para escarnio y doloroso ejemplo de quienes les podían ver.
El propio Cristóbal Colón utilizó la mutilación en sus andanzas en La Española, y no solo contra los aborígenes. En su larga trayectoria como navegante habría que incluir el tráfico de esclavos, al que se dedicó durante un tiempo. Por supuesto esclavizar humanos era un negocio legal entonces, amparado por la Iglesia, ya que según sus creencias, las personas negras no tenían alma. La cosa se les complicó con los aborígenes de América y Canarias. No obstante, los canarios que no fueron asesinados o mutilados, fueron botín de guerra y como tal se vendieron en los mercados de Sevilla y Valencia. Muchas mujeres, niños y jóvenes entre ellos.
Colón, Núñez de Balboa, los hermanos Pizarro, Hernán Cortés, Valdivia, Hurtado de Mendoza, Alonso de Lugo, Pedro de Vera, y tantos otros... han pasado gloriosamente a la historia con estatuas monumentos y plazas a su nombre, sin que se desenmascare la verdadera naturaleza de sus hazañas bélicas. Realmente el objetivo de esta gente era despojarse de su alma, no dejar ni una brizna de humanidad al descubierto. Volverse máquinas de asesinar, torturar y aterrorizar sin mirar a los lados, sin sentir ningún tipo de culpa. Siempre estaba el recurso de expiar estas culpas pagando bulas a la Iglesia. Por ejemplo el papa Clemente VII en 1528, manda bulas a Hernán Cortés, dando por bueno todo lo que éste había hecho en Nueva España (Carta de Pedro de Valdivia a Carlos I), ante aquellas gentes sin dios, sin ley y sin rey (palabras del dominico fray Lizárraga).
La única voz de la conciencia que clamaba por aquella ignominia entonces era la de fray Bartolomé de Las Casas. Gracias a sus numerosos testimonios, entre otras pruebas fehacientes, hoy la historia puede hacer justicia.
Y todo esto ha ocurrido hace nada. Desde Canarias se exportaron familias a Las Indias, una vez conquistadas y masacradas, había que mantener las endebles fronteras y colonizarlas. Esta emigración organizada también dio a las Islas Canarias un espacio en la historia de América.
Primero las islas fueron campo de experimentación de técnicas de sometimiento y conquista por medio de la violencia incontrolada, luego la base de operaciones en la que repostaban, camino de Las Indias, víveres y vituallas. Incluso animales y plantas. Queda constancia en las crónicas de la época de que a los largo del siglo XVI se llevaron desde Canarias la caña de azúcar, que fue muy bien aceptada en aquellas latitudes, el plátano que había llegado hasta aquí desde Guinea, además de gallinas, cerdos, becerros y cabras.
Más tarde terminaron llevándose a los maestros azucareros. En las islas controlaban el negocio de la caña los genoveses y flamencos. Al poco tiempo el azúcar americano desbancó al de Canarias. Posiblemente gracias a esto no fueron desforestadas por completo. En las calderas de los ingenios se consumían ingentes cantidades de carbón vegetal que se conseguía talando los bosques de forma incontrolada.
Las familias de agricultores fueron imprescindibles para repoblar el inmenso continente desbaratado. Una emigración organizada que comenzó en el XVI y se extendería a lo largo de los siguientes siglos. Como si el puzzle del tiempo de la historia fuera una cosa insignificante, podemos bucear en el pasado y tropezarnos con nuestros tatarabuelos.
En la actualidad, el mundo “civilizado” se coloca cada tanto frente a sus televisores, viendo como se disputa el mundial de fútbol. El gran Galeano, defensor a ultranza de este deporte como juego y diversión, en una entrevista reciente al diario de O Estado de Sao Paulo, declaraba: “Hay dictaduras visibles e invisibles. La estructura de poder del fútbol en el mundo es monárquica. Es la monarquía más secreta del mundo: nadie sabe de los secretos de la FIFA, cerrados a siete llaves. Los dirigentes viven en un castillo muy bien resguardado”. Parece que los desfavorecidos del planeta necesitamos una revancha que se saldará fuera de un estadio. Comencemos por reconocer la existencia de la violencia para erradicarla.
Tras la victoria de España en el mundial de Sudáfrica, el pueblo español sufrió una de las más duras derrotas en cuando a derechos civiles, laborales y humanos. Muchas personas han soportado en su carne el dolor de las carencias, la pérdida de sus viviendas, además de convertirse en esclavos de por vida de la banca mundial.
Mientras el pueblo palestino es violentamente desalojado de su propia tierra, se retransmite en vivo y en directo el terrorífico espectáculo, enmascarando a la violencia con frases tales como “Se ha acordado un alto al fuego de setenta y dos horas”. Y seguimos mirando el fútbol tan tranquilos.
Actualmente los negreros se ahorran el trabajo de transportar a sus esclavos. Ahora lo hacen ellos mismos pagando un alto coste por un pasaje en patera que puede costarles la vida, igual que antaño a los que iban con grilletes en aquellos inmundos barcos que cruzaban el océano. Intentan llegar a nado, o saltando la valla asesina… el caso es cruzar como sea al paraíso del norte, para en el mejor de los casos, verse convertidos en esclavos modernos.
El poder tiene unos largos tentáculos para someter a los seres humanos. Si hacemos una mirada retrospectiva por la historia, comprobamos que en realidad no se trata de algo nuevo. Los romanos, los griegos, egipcios, españoles, franceses, ingleses y en general todo los países imperialistas, se trazaron como objetivo someter a otros pueblos y hacerlo desde el terror y la violencia. Pan y circo no es tampoco algo inventado hace dos días.
La madre tierra provee de espacio y alimentos para todos… solo se trata de repartirlos de forma equitativa. Nuestra estancia en el mundo está llena de incertidumbres, aunque la certeza absoluta es que más tarde o más temprano vamos a morir. ¿En qué parte de nuestros genes quedó grabada la terrible angustia que permite a unos seres humanos maltratar a otros?
Uno de los grandes objetivos de la historia es interpretar los acontecimientos del pasado para poder entender lo que ocurre en el presente. Todo eso pasó ayer. Pero el sol asoma cada día, dándonos una nueva oportunidad.
“Solo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes"
(José Saramago)
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
4 Comentarios
Parece que la crueldad y la codicia han preponderado durante gran parte de la historia humana. Buen texto, interesante libro. Intentaré conseguirlo. Leí cosas parecidas en La otra historia de Estados Unidos, de Howard Zinn, en Las armas de la conquista, de Alberto Mario Salas, y en la Historia comparada de los pueblos de América Latina, de Luis Vitale.
ResponderEliminarUn abrazo afectuoso, querida Encarna.
Un abrazo querido Jorge. Creo que hay que hacer visible la violencia y la injusticia. Es una forma de reconocerlas. Es un privilegio contar con este espacio de Plumas Hispanoamericanas para opinar y contar sin cortapisas (este espacio que has hecho nuestro compartiéndolo generosamente).
EliminarCiertamente, amiga, el género humano, sigue teniendo muy poco de humano. La crueldad se instala en nuestra retina día a día. Mientras unos/as nos revolvemos, la mayoría se resigna. Al fin y al cabo, creen que éso les queda lejos y no quieren saber que crueldad es despojar a una familia de su vivienda, crueldad es despedir a una persona de su trabajo, cargando a otra con el de dos, crueldad es saber que muchos/as niños/as, la única comida que hacen al día es la que hacen en la escuela, crueldad es prohibir que les demos la comida que siempre sobra (poca), unos pocos yogures o piezas de fruta y pan para que en casa puedan cenar en familia...
ResponderEliminarTodo eso es crueldad y lo tenemos al lado, convivimos con ello y cerramos los ojos.
No me vale que no podemos dar solución a todos/as y que es el gobierno quien debe hacerlo. No, no me vale.
No podemos esperar ninguna solución de un gobierno que, escudándose en herencia del anterior, aplica medidas tendentes a agrandar las desigualdades.
No pido que te despojes. Lo que a tí te sobra es porque a otro/a le falta.
Y si por eso me llaman utópica...¡viva la utopía!
¡Viva la Utopía! no desaparece la violencia por el hecho de que no hablemos de ella. Hay que remover conciencias para cambiar el mundo.
Eliminar