GONZALO LEÓN -.
Hace seis meses se conmemoraba el centésimo aniversario del nacimiento del Premio Nobel francés Albert Camus. Célebres fueron sus disputas con Jean-Paul Sartre, que hizo al también Premio Nobel Mario Vargas Llosa publicar una reunión de artículos de tono muy menor bajo el título Entre Sartre y Camus. Ni víctimas ni verdugos es una reunión de artículos pero en otro tono y escritos por Camus cuando era director del diario Combat. Y aunque cualquier cosa hubiera sido mejor que el libro de Vargas Llosa, se agradece esta antología periodística porque en lo central muestra la visión de un escritor políticamente moderado, un humanista que está dispuesto a sacrificar cualquier utopía en pos de la paz, en un tiempo donde la amenaza por otra guerra atómica y definitiva estaba en los hogares.
La parte más interesante de esta selección fue publicada originalmente en 1946; mismo año en el que Camus emprendió un viaje a Sudamérica que lo llevó por Brasil, Uruguay y Chile, ofreciendo conferencias, observando la realidad que lo rodeaba. Toda esa experiencia quedó registrada en Diarios de viaje. Pero retomando el espíritu de Ni víctimas ni verdugos hay que decir que está marcado por el futuro, es decir para que sea posible el futuro hay que modificar el presente: “No hay vida valedera sin proyección hacia el porvenir, sin promesas de maduración y progreso”. Para ello además había que estar sobre las ideologías dominantes y enfrentadas de esa época: el capitalismo de Estados Unidos y el socialismo de la Unión Soviética. Sólo eso permitiría avanzar hacia algún lado. En una polémica con Manuel D’Astier (pese a que Camus prefería el término diálogo al de polémica, porque el mecanismo de ésta considera “al adversario como enemigo”, ocupo el de polémica entendida como diferencia de opiniones) plantea: “Usted dice que para suprimir la guerra, hay que suprimir al capitalismo. Me parece bien suprimir el capitalismo. Pero para suprimirlo es necesario hacer la guerra”.
Para el escritor nacido en Argelia ni polémica ni guerra, ni víctimas ni verdugos. Por eso propone una solución intermedia, que bien podría interpretarse como la socialdemocracia tal como hoy la conocemos. En este punto establece que los socialistas deberán optar entre admitir que “el fin justifica los medios, y por consiguiente que el homicidio puede ser legítimo” o renunciar “al marxismo como filosofía absoluta, conservando de él el aspecto crítico”. Sin embargo hay que ser cuidadosos, precisa Camus, y observar que esta época “marca el fin de las ideologías, es decir, de las utopías absolutas”. Podría decirse que Albert Camus fue el primer posmoderno, un adelantado si se quiere; consigna que el siglo XX es el siglo del miedo: “Vivimos en el terror porque ya no es posible la persuasión, porque el hombre fue entregado por completo a la historia”. Este fin de las ideologías, por otra parte, queda demostrado, básicamente porque tanto en un lado como en el otro exhiben ideas no realizadas y una dictadura de la abstracción. El concepto de lo ecléctico, central para la posmodernidad, también lo deja esbozado en estos artículos al señalar cuál será la lucha en los años venideros: “Ya no será entre las fuerzas de la utopía y la realidad, sino entre diferentes utopías que tratan de insertarse en la realidad y entre las cuales solo se trata de elegir las menos costosas”.
Ni víctimas ni verdugos es una compilación muy útil para acercarse al pensamiento político de Albert Camus, pero quizá la inclusión de tres entrevistas breves mereció una vuelta más así como algún descuido en la corrección y en la traducción. Pese a ello el volumen es valioso y viene a engrosar un catálogo muy interesante de esta editorial que ya tiene, entre otros, a Camafeos, de Christian Ferrer, y Cuentos completos, de Virginia Woolf.
Publicado en suplemento Cultura de diario Perfil y en el blog del autor (25/05/2014)
1 Comentarios
Considero a Albert Camus un grande de las letras universales, pero estoy en desacuerdo con algunos de sus conceptos. Ya en su magnífico libro "La Condición Humana", desarrolla un pensamiento que colisiona frontalmente con, precisamente, la condición humana.l-
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