GONZALO LEÓN -.
Hasta agosto del año pasado Sergio Massa era intendente de Tigre, la ciudad que alberga uno de los pocos deltas que hay en el mundo, junto al Nilo y al Mississippi. Como es de imaginar, Tigre es un lugar turístico, de esparcimiento en donde no sólo porteños (queda a una hora de capital) sino también turistas se escapan para pasar un fin de semana o una tarde. La gracia del delta es que uno pasea en embarcaciones pequeñas, medianas o grandes: las primeras, por lo general, son de los lugareños o de aquellos que tienen una cabaña o casa; resulta imprescindible porque allí las avenidas son ríos, las calles, arroyos, y las embarcaciones, autos o taxis. Pero no todo es el delta, también hay una ciudad donde está la intendencia y una cancha en donde el equipo homónimo juega cada dos semanas en la primera división del fútbol argentino y del que Massa fue presidente.
¿Pero qué sucedió hace poco más de un año? El en ese entonces intendente tenía un pasado: fue jefe de gabinete durante el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, pero sus orígenes en política se remontan a la Unión del Centro Democrático, la famosa UCD, que se desprendió en los 80 de la Democracia Cristiana Argentina. No es la única figura de la UCD que ha llegado al gobierno: el actual vicepresidente de la República, Amado Boudou, y el director de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, son los más conspicuos. Pero las raíces políticas de Sergio Massa, hoy uno de los precandidatos de la oposición que más mide en todas las encuestas que se hagan, son difíciles de detectar. Se casó en 2001 con una hija de un líder peronista-menemista. En este punto la ecuación “menemista-ucedé-kirchnerista” está perfilando a un político cambiante o que ha modificado sus creencias de acuerdo a los tiempos. Un pragmático podría decirse. Y por ello, en un gobierno que se dice heterodoxo en economía (esto es, poco ideológico), podía pasar como uno de los suyos.
Antes de las Primarias Abierta Obligatorias y Simultáneas (PASO) del 2013, Massa empezó a levantar su candidatura a diputado nacional con una inteligente indefinición. De hecho unas semanas antes anunció su paso a la oposición. Sólo ahí sus consignas comenzaron a mostrarse, aunque no del todo. En ese tiempo todavía algunas encuestas lo señalaban como kirchnerista, pero eso, él lo sabía, lo favorecía. Massa se perfilaba como un producto: si la gente quería que mantuviera el modelo económico, él declaraba que, de llegar al gobierno, mantendría lo bueno y corregiría lo malo. Ante el vacío que existía en la oposición, vio una oportunidad no sólo para saltar de la intendencia al Congreso, sino también del Congreso a la Casa Rosada. A sus espaldas estaban figuras del peronismo, como el ex Presidente Eduardo Duhalde y el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires Felipe Solá. Ese vacío, esa oportunidad, lo definió el analista del diario La Nación Carlos Pagni, como un líder difícil de parar: “Tiene un coraje y una vocación por intervenir en las cosas, por decir ‘armo una estructura de poder, armo intendentes, armo sindicatos, hago una propuesta, pero después discutimos qué propuesta’”.
En la provincia de Buenos Aires (con 17 millones de habitantes, casi la mitad de toda Argentina), Massa ganó por 600 mil votos al candidato del oficialismo. Pero eso fue en las PASO, en las elecciones de octubre confirmó el triunfo y la diferencia, y entre ambas elecciones su partido, el Frente Renovador, el engendro en el que participaban los intendentes de la provincia más importante del país y algunos dirigentes peronistas disidentes al oficialismo se convirtió en la segunda fuerza política. Hoy hay una bancada en la Cámara de Diputados. Pero la propuesta de la que hablaba Pagni empezó a perfilarse lentamente. Primero, el combate a la delincuencia fue su caballito de batalla, y de esto se dio cuenta el escritor Marcelo Cohen, quien en su libro Música Prosaica escribía: “El candidato Massa dice: ‘Si no endurecemos las penas de la trata, la violación y el abuso, nos encontraremos con que queremos seguir demorando el problema’. No, intendente; el supuesto deseo de demorar el problema (¿no la solución?) no se encuentra; es previo a la decisión de endurecer o no las penas. Y las penas, si hablamos de ley, son a la trata; las penas de la trata son las de las prostitutas, con las que nunca va a empatizar el que desdeñe las proposiciones”.
La propuesta, sin embargo, ha ido evolucionando. Hoy Massa es el precandidato que más habla de delincuencia, de inseguridad, de mejorar la justicia. Pero detrás de su afán por tener penas más duras hay un modelo de país y una crítica a lo que se vive en Argentina. En la ecuación “pobreza-políticas sociales-delincuencia” parece estar su eslogan: en otras palabras, el precandidato del Frente Renovador plantea que las políticas sociales, implantadas por el kirchnerismo, han fracasado, porque han sido incapaces de detener la relación entre pobreza/delincuencia. Y como hay que ser eficientes en la administración del estado, mejor eliminar las políticas sociales. Claro que esto no lo dice claramente, pero habría que ser muy ingenuo para creer que, de ser electo Presidente, mantendría la Asignación Universal Por Hijo y la beca a jóvenes entre 18 y 24 años que no trabajan ni estudian. Massa estima que ese es dinero malgastado. Porque ese dinero no es suficiente para evitar que un chico, ya sea desde la cuna o desde la juventud, se haga “chorro”.
Sergio Massa es la vuelta al individualismo; le da la espalda a la militancia, a la participación, es un líder menos democrático y menos convocante, sencillamente porque no tiene nada que ofrecer al mundo popular. Y en eso no engaña. Aunque para ser del todo sincero, debería explicar por qué hubo tanta desidia o permisividad de su parte cuando los narcos se fueron a vivir al delta del Tigre. Hoy la parte más exclusiva de este lugar es conocido como el “narcodelta”.
Publicado en revista Punto Final y en el blog del autor
2 Comentarios
Buen artículo, sobre Maza, pero no creo en este tipo, no me gustan los que dicen, yo me las se todas, tiene cara de traidor, es un peligro.
ResponderEliminarcomparto
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