ENCARNA MORÍN -.
Avisaba
tres veces y la luz eléctrica desaparecía por completo dejándonos a oscuras. En
ese momento ella estaba obligada aguardar
sus labores. Hacía primorosas rosetas de hilo caladas que luego le pagaban a precio de
saldo, pero que no dejaban de ser un suplemento a los pobres ingresos que daba
la agricultura. Cualquier momento de descanso era bueno para adelantar la labor.
Recibía unos ovillo de hilo blanco que poco a poco se iban convirtiendo en
rosetas, Cada vez que tenía doce las unía por un extremo. Cuidadosamente eran
guardadas en una caja de cartón, libres de polvo.
Y
cuando más a gusto estaba al anochecer, avanzando su bordado, la luz eléctrica
le fallaba. Aquellas finas puntadas no se podían dar con precisión con la tenue
luz de la vela. Por aquel entonces, en torno al año 1959, solo había luz
eléctrica en el pueblo desde las siete hasta las diez de la noche. Había un
generador muy rudimentario que funcionaba con gasóleo y llegaba a las pocas
casas de los alrededores.
Mientras
mi abuela bordaba, apostada bajo el único bombillo de la habitación, yo sacaba
de la mesilla de noche una lata con botones. Los había de todas formas y
tamaños y los esparcía sobre mi cama. Entre tanto, ella me contaba
historias. Yo también miraba hacia el bombillo cuando parpadeaba y pensaba -Gabino
se va- y a los pocos minutos nos quedábamos sin luz.
Durante
el día pasaba muchas horas a solas en la casa ya que las personas adultas
estaban en sus tareas. Esos ratos muertos los ocupaba revisando los cajones del
dormitorio y las cajas de fotos.
En
la mesilla de noche de la alcoba de mis padres había objetos, que alguien
guardó allí una vez y dormían el sueño de los justos junto a alguna novela
manoseada. Uno de esos días encontré una réplica en miniatura del bombillo de
la pared. Había pertenecido al faro de la histórica bicicleta que tuvo mi
padre y que ya no existía. Fue un hallazgo inesperado y muy contenta salí a
buscar a la abuela.
-¡He
encontrado un Gabinito!
La
respuesta fue de muchas risas en la familia, todos reían a causa de mi
hallazgo. Por aquel entonces no entendía
lo que pasaba. Luego de mayor me lo contaron. Yo pensaba que Gabino era el
bombillo, cuando en realidad se trataba del empleado que paraba el motor que
nos traía la luz a casa.
Cada
vez que mi abuela exclamaba con cierta magua:
-¡Ya
te vas Gabino! ¿Ahora que yo estaba tan
a gusto te vas? … inevitablemente era el momento de guardar la caja de botones,
meterse bajo las sábanas y someterse a la orden de dormir. Siempre pensé que
aquel bombillo era el detestado Gabino, por ende un símil minúsculo sería Gabinito.
Hace unos días leí en las crónicas del pueblo que alguien mencionaba a mi padre en un texto que aparece en un informativo de soporte digital, haciendo mirada retrospectiva a la historia reciente de Lanzarote.
…También se recuerda ver en el antiguo camino de Los
Cascajos a algunas personas usando su
bicicleta cuando se iban al trabajo, cuando el camino estaba algo mejor. Se
recuerda a Rafael Morín Perdomo cuando venía desde Haría a la tienda de
Salvador Borges Dorta a Máguez.”
Y si… era mi padre en su bicicleta que iba cada día a
trabajar en la única tienda del pueblo vecino. No pudo estudiar mucho más,
aunque era muy inteligente y el maestro le propuso para una beca, pero para mi
abuela era un drama separarse de su único hijo y enviarle a la Península, así
que no dio el permiso.
A causa de su trabajo en aquella tienda de Salvador, pudo
conocer a mi madre, que vivía justo al lado. También contaba mi abuela que Rosita, la
gata de la casa, le esperaba todas las noches al borde el camino y mientras él pedaleaba,
ella corría a su lado. Los escasos dos kilómetro que hay entre ambos pueblos,
mi padre los recorría cuando era un chico joven, en su bicicleta y
alumbrado por el faro gracias Gabinito.
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
1 Comentarios
El bombillo fue un hilo conductor...
ResponderEliminarsi él se hubiese ido, tú no serías tú.!!!
La vida es como unir rosetas.
Precioso escrito , Encarna.