ROBERTO BURGOS CANTOR -.
Después de proyectos de leyes, de momentos de tensión, de apoyos internacionales, de irrupción de los inevitables viejos discursos, ( ¿por qué nos gustará tanto hablarnos a nosotros mismos, monocordio de identidad difusa? ), de intervenciones discretas de los países que acompañan, poco a poco, se impuso la condición humana. O quizá los restos de una condición agraviada, con daños en su esperanza.
Hemos aceptado que víctima es quien perdió, sin causa, sus bienes, se le afectó su libertad, perdió la vida de familiares y amigos. El tiempo ha mostrado una dimensión del desmadre que nos convirtió a todos en víctimas. Así ejercemos el odio; con irresponsable deseo clamamos por muertes. Estamos prisioneros de una trampa según la cual el mal se combate con el mal. Una civilización, o una sociedad rindió sus ideales y valores y se puso el disfraz de sus enemigos. Se incrementó nuestra intolerancia y aceptamos el infierno como forma de vida. Debe de ser terrible la situación. Aquel espacio espiritual de indecisos y de inocentes sin sacramentos, el limbo, fue cerrado.
El encuentro de víctimas en La Habana fue, quizás, uno de los momentos durante los cuales no se requerían memoriales. Y a lo mejor tampoco palabras. Paralizados por la culpa o por el dolor nadie sabe qué sigue.
Aparece entonces aquí un reto desmesurado para las nuevas narraciones. No bastará la venganza, precisa, perfecta, ética, de Emma Zum. No servirá la muerte intranquila, sin reposo, vidas incompletas por el despojo, de Juan Rulfo. Tampoco las apariciones de reclamos, los lutos de la naturaleza de Gabriel García Márquez. Ellos con digna estética dieron voz y permanencia a los despojos, al silencio impuesto.
Es posible que una de las claves para lo que se viene, entre odios sobrevivientes y esperanza orgullosa, este en alguno de los recientes ensayos de Don Gonzalo Sánchez, Director nacional de memoria histórica quien ha sobrevivido al inventario de justicia y cuyo informe ¡Basta ya! Colombia entera esta en mora de leer y discutir, si de verdad queremos pasar la página, exorcizar el horror, entender lo que nos pasa. ¿Qué es lo que pasa? que nos estamos alejando tanto… canta Laserie, bolerista del gusto de Jesús Antonio Bejarano de Avila, triple víctima del delirio a quien no acabamos de llorar.
Los herederos del respetado don Manuel no sacaron su testamentaria de gallinas y cerdos y plátanos. Siniestro que estamos pagando por la ausencia de un pensamiento en nuestra dirigencia. Y los que sufrimos no llevamos nuestras ausencias, ni venganzas redomadas. No.
Poco a poco lograron mirarse a los ojos, las ventanas del alma según los poetas, quitaron las telarañas del dogma, las del duro desprecio, y entonces repose el alma y despierte.
El absurdo de las guerras, sus ideologías, los intereses que no irán en la caja negra.
Aquí Compa, listos al abrazo.
Imagen: Roberto Burgos Cantor
Imagen: Roberto Burgos Cantor
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