JESUS CHAMALI -.
Siempre me consideré muy demócrata. ¿Cómo no serlo si venía de una familia de izquierdas donde en la pared del salón en vez de un cuadro de Jesucristro lo presidía una litografía de Marx y de pequeños, en vez del padrenuestro nos enseñaban a cantar la Internacional y me pusieron Ilich por nombre? Todo el mundo sabe que no se puede ser más demócrata que eso. O al menos yo lo creí profundamente durante casi treinta y cinco de mis cincuenta años. Hasta que descubrí que Papá Noël no existe. No, tampoco los Reyes Magos. Cambié de idea política. De nombre también. No me parecía serio seguir llamándome Illich y afiliarme a la derecha. Ramón era más adecuado. Supongo que lo que pasó fue que se me hizo insoportable el sentimiento haber estado tantos años defendiendo lo que ahora sentía como una mentira con la fuerza del fanático que creía en una única verdad y que acabó arrojándome en los brazos de otra mentira, pero esta vez elegida por mí. y sin el fanatismo del converso. En realidad soy de derechas porque odio a muerte a la izquierda. ¿Nunca oyó aquello de que no hay cuña que más apriete que la de la madera del mismo árbol? Pues es un verdad auténtica amigo. No, ser apolítico no era solución. Todo ser humano es político y hace política desde que nace, de manera activa o pasiva. De eso es de lo único que estoy seguro después de tanta mentira. ¿Cómo que quedarme en el centro? Pero hombre, cómo iba a posicionarme en un sitio que no existe. ¿Es que usted todavía pone los dientes que se le caen al ratoncito Pérez? Yo no soy un traidor a mis ideas porque yo, como buen demócrata, no tengo ideas. Simplemente hago mi juego con las reglas que están en la mesa. Pero usted, amigo, aún baila al son que otros tocan. ¡Qué penita que me da!
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