EMANUEL MORDACINI .-
I
I
Belén se
desabrocha el corpiño frente al espejo y se lo quita muy lentamente. Contempla
sus pechos con asombro, como si no le pertenecieran. Se los acaricia, juega con
sus pezones con la obstinación de una niña. La observo desde la cama mientras
la habitación se impregna de su perfume. Se quita el jean y la bombacha; el
pubis es un ramillete húmedo, una mata leve y oscura que se alza sobre la
vulva. Está abstraída en su reflejo, enamorada de la Belén mutante en que la he
convertido.
Belén pregunta
por mis cuentos, dice que le resulta fascinante mi fijación con la primera
persona femenina:
-Casi todas tus
historias están contadas desde la óptica de una mina ¿Te diste cuenta? Sos
raro Emanuel, sos raro y fascinante.
Belén se ha vuelto
agresiva y demandante; una doncella pálida urgida por los demonios que yo mismo
engendré en su cabeza.
-Siempre seré un
misterio para vos, Ema -susurra, mientras se abre de piernas desafiando la
noche.
Hoy le dije a
Belén que se parecía a la actriz Marie Josée Croze (exageré, apenas si tiene un
aire). Estimulé su vanidad deliberadamente sólo para conseguir de ella un
puñado de cogidas superiores. Me pidió ver algunas películas. Omití “Munich” por considerarla demasiado carente de
sensualidad. Elegí "Maelstrom", drama oscuro,
corrosivo y de un erotismo feroz.
-La mina es
hermosa ¿Ahora quién me la saca de la cabeza? -susurra Belén, mientras pasa de un
orgasmo a otro con una precisión escalofriante.
II
Verónica Rodríguez
es una actriz porno venezolana. La conocí ayer, y hoy me pasé todo el día
mirando sus videos. Es delgada, menuda, de cabellos castaños y
ojos oscuros. Me obsesioné con ella, simplemente no puedo quitármela de la
cabeza. La chica ostenta una belleza lánguida y una increíble destreza para el
sexo anal y el squirting. Hace calor y Belén se pasea semidesnuda por la
habitación como una ninfa en celo. Quiere coger, pero yo no puedo. Tengo a
Verónica demasiado presente.
Belén se ha
vuelto cruel y desquiciada, no puedo contenerla ni mantenerme alejado. No hay
película ni libro ni canción que consiga atenuar su desmesurada calentura, no
hay nada que logre apaciguarla. Redescubro su vagina cada noche, la veo
transformarse, rendirse, arrojarse con ansias al abismo. Alexia, la chica
oscura del sur, se ha instalado irremediablemente en sus fantasías. La
crisálida-Belén inocula en mí su veneno. Tengo miedo, apenas si respiro.
Belén está
obsesionada con Alexia, la chica gótica de Tierra del Fuego, la muchacha oscura
del sur que conocí por Facebook y un posible encuentro con ella no deja de
inquietarla. Mientras tanto, Alexia sigue escribiéndome y yo le dediqué un
puñado de microrelatos porno. Belén hecha fuego por la vagina y no pierde
oportunidad de acercarse a Alexia a través de nuestras fantasías compartidas.
-Voy a terminar
cogiéndomela sólo para darte el gusto, Ema -murmura, atravesada por espasmos.
III
Gabriela es una
profesora de Letras que conocí por Internet en enero de 2005. Cogimos por
primera vez en septiembre de 2006. En el medio hubo mucho cachondeo
virtual, mucho intercambio de ratones. Ella tenía 49 años en ese momento, yo
27. Duramos dos meses pero nunca pude sacármela de la cabeza; cogerme a Gabriela
fue literalmente saltar a un abismo. Le cuento esto a Belén pero ella no me
lleva el apunte, entretenida como está con los altibajos de su propio clítoris.
Conocí a Alexia
en Facebook hace dos semanas. Ella es del sur pero viene seguido a Buenos Aires
para ver a sus parientes. Es una bomba. Tiene el pelo negro y largo, los
ojos salvajes, los pechos generosos, una compleja telaraña de tatuajes que
abarca toda su espalda. Estamos teniendo sexo virtual y Belén lo sabe.
-Cuando venga,
quiero que te acuestes con ella -le digo.
Belén se pone
histérica pero no dice nada. Solo mira las fotos de Alexia, fijamente, como
asomándose a un abismo.
Imagen de Lucía Noel
Imagen de Lucía Noel
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