MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Con la primera luz, el aire helado y Peer Gynt, el agua nueva quedó atrás a media noche, ahora al tajo del vivir con ganas. “Los
descalabros suelen ser acicates para retos nuevos. Así me lo tomo.”, le
escribo a un amigo. Agua nueva, luz nueva y viejas cencerradas. Te las
prometes muy felices. Luego las cosas van como van, es cosa sabida. No
me hago ilusiones… sí que me las hago, como todo el mundo. El trabajo
pendiente es buena parte de la vida que tienes, es mucho. Día de balance
el de ayer y de propósitos este que como suelen ser de la enmienda,
quedan en poca cosa o en nada. El empacho –ese ir comiendo mientras nos
vamos muriendo umbraliano– y las resacas alientan moralidades de asceta y
pujos de eremita si a lo anterior se le añade el trato embarrullado.
Sustituir los propósitos (siempre buenos) y los píos deseos del poeta
por proyectos concretos y factibles, cambia algo. Si estuviéramos
satisfechos con nosotros mismos y de verdad nos gustáramos más allá de
la jiga de orgullos y vanidades, seríamos más sensatos en esta comedia
de los píos deseos de año nuevo, pero no lo somos. Estrafalarios, decía
Bernhard, contradictorios y embarullados, añado yo. ¡Feliz Año!, con
que sea un poco mejor que el que acaba de terminar me conformo. Luego, a
verlas venir, a la mesa de trabajo, en las urgencias de los míos…
Al
atardecer con el cielo raso y el último sol encendiendo Larrazu pasaron
por las casas los críos del pueblo con sus cencerros a recoger aguinaldos, cantando el
Urteberri berri,
zer dakarrazu berri?
Uraren gañan,
bakia ta osasuna.
Urtetx, urtetx!
(Año nuevo, nuevo, ¿qué traes de nuevo? Encima del agua, paz y salud. ¡Aguinaldo, aguinaldo!”).
Un mundo sin ritos, desligado del paso natural de las estaciones, tiene poca gracia. No hace falta leer a Chesterton o a Michel Onfray para con ellos afirmarlo.
Esa cuestación infantil, alegre, saltarina, ha sido de una melancolía demoledora. La alegría de los críos y el dolor que los analgésicos no aplacan, y el mal humor que le acompaña, hacían mala pareja. Invitaban a esconderse. Es el primero de muchos años que no doy la caminata de Año Nuevo, ya sea en el valle o en la ciudad (la vuelta grande).
Año Nuevo, ¿qué traes de nuevo? Iremos viendo.
Urteberri berri,
zer dakarrazu berri?
Uraren gañan,
bakia ta osasuna.
Urtetx, urtetx!
(Año nuevo, nuevo, ¿qué traes de nuevo? Encima del agua, paz y salud. ¡Aguinaldo, aguinaldo!”).
Un mundo sin ritos, desligado del paso natural de las estaciones, tiene poca gracia. No hace falta leer a Chesterton o a Michel Onfray para con ellos afirmarlo.
Esa cuestación infantil, alegre, saltarina, ha sido de una melancolía demoledora. La alegría de los críos y el dolor que los analgésicos no aplacan, y el mal humor que le acompaña, hacían mala pareja. Invitaban a esconderse. Es el primero de muchos años que no doy la caminata de Año Nuevo, ya sea en el valle o en la ciudad (la vuelta grande).
Año Nuevo, ¿qué traes de nuevo? Iremos viendo.
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