MARISA PEÑA -.
A veces las relaciones con algunas
personas, que pasan por nuestra vida de manera intermitente, no son más que
meras interferencias. Un día están aquí, como si siempre hubieran estado, y de
pronto, sin saber cómo, ni cuándo, ni por qué, desaparecen como el aliento
tenue de una vela, como el sol que cubre una nube, como las hojas secas que
barre el viento.
Y nos quedamos quietos, extrañados, tal vez algo confusos, tal vez algo vacíos.
Pero la vida está llena de esas interferencias, de esos encuentros fugaces,
fortuitos, que nos enseñan algo, o no…¡quién sabe!
Todos vamos de paso;sin embargo algunos deciden instalarse, por un tiempo, en las
vidas de otros, y llenarlas de risas, de palabras, de penas compartidas, de
tardes de cine y semáforos en rojo, de lluvia, de cafés y de libros prestados.
Y cuando ya no estén, cuando se vayan, nos quedará su ausencia.
Y en algunos momentos me pregunto dónde estarán ahora aquellos que se fueron,
los que un día rieron a mi lado y compartieron versos y proyectos de juventud
dorada, los amigos del alma, los que cogieron trenes que yo no cogí, o que
perdí, o que dejé pasar. Ahora ya se han borrado los paisajes, y el tiempo “gran
escultor”, ha desgastado los perfiles, y se ha llevado todas las promesas. Son
sólo interferencias, me digo, interferencias…
Pero a veces, no podemos evitar que nos afecten, que lo pongan todo patas
arriba, y que aparezcan y desaparezcan sin que nos demos cuenta. Y después,
sólo una pequeña cicatriz, apenas perceptible, nos recuerda que estuvieron
allí. Cenizas y rescoldos que delatan, sin dudar, el lugar olvidado donde, en un tiempo de cerezas ya lejano, ardió
una hoguera…
Imagen: Carmela, de Miguel Aubán
2 Comentarios
Inquilinos de la memoria, del querer, de la nostalgia, de la vida.
ResponderEliminarHermoso, querida Marisa. Un fuerte abrazo.
Siempre es un placer leerte, querida Marisa.
ResponderEliminarBesos