Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Estoy rodeado de ch'uspas, bolsitas para llevar coca en las paredes, entre objetos africanos, afganos, indonesios. Son parte mía; vengo de lugares donde los nativos todavía las llevan, donde antaño inventaban kaluyos en las largas caminatas sin comida, solo pijcheo. Mucho se puede hablar de la coca, adorarla o vilipendiarla, pero ha sido parte fundamental del país y de su economía. Existían sembrados, míticamente anteriores a Tupac Yupanqui, en los yungas cochabambinos de Vandiola y Arepucho. Plantas de troncos con más de diez centímetros de espesor, bosques de cocales que eran patrimonio cultural, destruidos por las huestes del falso presidente indígena para congraciarse con gringos y narcos.
En estos días, el poblado de Culta, estancia perdida en los Andes orureños, ha resurgido de la nada gracias a la marcha campesina que llega a La Paz. Lo mismo de siempre: límites, discriminación, concejos municipales, cantones, etc. y los infaltables dirigentes que desde siempre atormentan, con consenso, a las poblaciones que no conocen otra cosa que la maldita verticalidad de los amos, sean patrones o autoridades locales.
Desde hace más de una década, un comerciante nacido en Culta -ahí escuché por vez primera este extraño nombre de un lugar todavía más raro- me provee de hermosos tejidos andinos. De apariencia humilde, el cultero me llevó a un lugar secreto en Pukara Chico, bajando por detrás del aeropuerto de Cochabamba, atravesando los agujeros llenos de agua turbia de La Maica, de donde se extrajo arcilla para las ladrilleras de la zona, y hoy exultantes de patos. Penetramos a una casa de medias aguas por la que nadie ofrecería un peso y de pronto apareció el tesoro de cientos, o miles, de awayos sobre tarimas de madera. Un par de millones de dólares, a costo, calculé. Afuera había telares grandes y evidentemente abandonados, resabio del intento de emprender tejidos por cuenta propia, hasta saber que el rescate es más rentable y productivo.
Hermógenes, le dije, eres millonario. Respondió con una sonrisa breve, casi un rictus, por haberse denunciado como empresario de éxito, de los tantos aymaras cuyas características económicas los emparentan con lo graneado de judíos, armenios y azeris en el mundo; quizá mayores aunque mejor mimetizados. Entonces me llevé dos: un tejido de Sacaca y otro de luto de Calcha. Doscientos dólares por dos piezas que valen mucho más pero que fueron compradas de los campesinos por Hermógenes u otros intermediarios en posiblemente la décima de lo que pagué.
Ahora, observando la unifacética y multicolor marcha de los comunarios de Culta, Bolivia volvió a mí con la pena y la suma de sus tremendas contradicciones. La pregunta está en cómo preservar las culturas modernizando de algún modo sus relaciones de poder y males endémicos como el abuso infantil, femenino, la colectivización de acción y pensamiento que vetan al que ose exponer una idea o accionar individual. Ya fuera del entorno, Culta en este caso, mi vendedor de awayos ha conocido las delicias del capital, a pesar de que su presencia y modo de vida no demuestran la orgía monetaria de la que dispone. ¿Astucia, miedo, costumbre? ¿Para qué tener y no disfrutar, o hay goces diferentes entre los pueblos y queremos empaquetar a todos en los cánones del placer occidental? Preguntas insalvables.
De Culta poseo un tejido. Modesto en relación a los de otras regiones: Pacajes, Potolo, Japo, etc. Pongo en Google mis cuestionamientos y me responde que Culta es el fin del mundo. No hay nada, o casi nada. Extraterrestre; y no lo es, sabemos. Marchan y marchan los hombres, metiendo mano en la ch'uspa para llevarse a la boca hojitas amargas, no sagradas. Frente a mí, a mi computador HP, en el incipiente verano de Colorado, EUA, cuelga una bolsita vacía de coca, con dos vizcachas rojas que corren hacia abajo, en medio de dos decorados y canchas verdes a los costados. El pasado es presente y sin embargo lejano.
03/06/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 04/06/2013
Publicado en SEMANARIO UNO (Santa Cruz de la Sierra), 14/08/2013
Imagen: Ch'uspas de La Paz, Oruro y Potosí
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