Homero Carvalho Oliva
“No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente
que no lee, que no aprende, que no sabe.”
Fahrenheit 451, Ray Bradbury
Los seres humanos
siempre me han espantado más que los fantasmas, tanto por los crímenes que
cometen a diario como por algunas cosas que proponen; una de esas cosas de las
que no sé si horrorizarme o reírme es la que ha propuesto la organización
internacional Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) exigiendo
cambiar algunos dichos populares como “matar a dos pájaros de un tiro”, por la
insípida frase “alimentar a dos pájaros por un panecillo” o "agarrar el
toro por los cuernos" por la cursi "agarrar la flor por las
espinas". Creo que los de PETA se están colgando del último vagón del
lenguaje inclusivo y de lo onda antidiscriminación de manera sesgada.
En su manifiesto
PETA afirma que “Las palabras son importantes y, a medida que nuestra
comprensión de la justicia social evoluciona, nuestro lenguaje evoluciona junto
con ella”, ya que estamos cerca de fin de año recordemos que “por Navidad cada
oveja a su corral”, pongamos las cosas en su sitio, creo que los animalistas
están exagerando; sabemos que las palabras crean la realidad y la realidad crea
el lenguaje en una relación recíproca o dialéctica en la que las ideas o
imágenes se vuelven conceptos, términos o definiciones, creando una dependencia
entre lenguaje y pensamiento. El lenguaje tiene, según Ludwig Wittgenstein, “la
capacidad de representar el mundo” y “el significado de una palabra es el uso
que de la misma se hace en el lenguaje”, por eso mismo es el contexto en el que
son usadas el que les da un sentido definitivo y así como el lenguaje
evoluciona, el pensamiento también lo hace y a nadie se la va ocurrir “matar a
dos pájaros de un tiro” o literalmente “agarrar a un toro por los cuernos”.
Lenguaje y literatura
El escritor Juan
José Saer, en su libro El concepto de
ficción postula que la literatura es ficción; lo literario sólo existe en
relación con el texto en el cual aparece. Pero la literatura, aunque resulte
paradójico, es profundamente verdadera: su autenticidad pasa por reconocerse
como ficción y hablar de lo real desde allí. La literatura ha hecho de esta
premisa el motivo de la creación, es decir una manifestación artística basada
tanto en el uso de la escritura como de la oralidad, ahí entrarían los refranes
y los dichos populares, mucho de ellos producto de la sabiduría acumulada de la
memoria colectiva, capaz de hacer comparaciones ingeniosas. Si seguimos el camino
propuesto por PETA tendremos que quemar también todas las fábulas en la que los
animales adquieren características humanas y los representamos perversos,
ruines, traidores y otras cosas peores; también habría que quemar todos los
cuentos infantiles clásicos en los que aparecen animales sacrificados, como el
lobo de Caperucita roja, así que mejor “a otro perro con ese hueso”.
PETA y Fahrenheit 451
La propuesta de
PETA me trajo recuerdo a la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, que la
tituló así porque es “la temperatura a la que el papel de los libros se inflama
y arde”; considerada unas las mejores novelas distópicas precursora de ese
género ahora tan de moda, esta obra narra una sociedad que recurre a los
bomberos para quemar —si para quemar—, libros porque estos son los causa de
todos los males de la humanidad. Sociedad en la que la ignorancia es la clave
de la felicidad. “No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de
gente que no lee, que no aprende, que no sabe”. En esta obra el tema bien puede
ser el miedo, el de cada uno de los seres humanos y el de la sociedad en su
conjunto, miedo a la ciencia, a la tecnología, a lo cotidiano, a la
inseguridad, en fin, al conocimiento.
Leí Fahrenheit 451 en
la década de los setenta cuando estaba descubriendo la prodigiosa literatura
norteamericana. En un ciclo de cine pude ver la adaptación cinematográfica
realizada por François Truffaut en el año1966, una versión fiel al libro si la
comparamos con la última de Ramin Bahrani para HBO, en la que el personaje Guy
Montag, es de color y Beatty, el capitán de bomberos, es un personaje mucho más
cruel y perverso que en el libro; es así que en esta versión se hace énfasis en
las causas que motivaron la quema de libros, diálogos que van más allá de los
incluidos en la novela original como: “Un libro es un arma cargada en la casa
de al lado... ¿Quién sabe cuál puede ser el objetivo del hombre que ha leído
mucho?”, o que se quemó “La cabaña del tío”, de Harriet Beecher Stowe porque
ofendía a los blancos, en esta cinta se hace referencias a que ciertos libros
ardieron porque ofendían a la feministas y luego se incluye referencia a libros
y autores que ofendían a ciertos grupos, minorías o mayorías. En esa línea
podemos afirmar que también se podían incinerar novelas como “Lolita”, de
Vladimir Nabokov o “La Casa de las bellas durmientes”, de Yasunari Kawabata, porque
provocan a la pedofilia o prohibir todas las novelas y cuentos porque sus
personajes son machistas, feminicidas, homofóbicos, parricidas y/o incitan a la
infidelidad o a la traición e incluso al suicidio. Estaría prohibido contar la
historia de Jack, el destripador, porque sería fomentar los feminicidios. En
Bolivia ya se dio el caso de un viceministro que pretendió censurar algunas de
las mejores novelas nacionales por considerarlas machistas.
Hablar de estos
temas trajo a mis ojos el libro de cuentos “El hombre ilustrado”, también de
Bradbury en el que un hombre lleva en la piel dieciocho tatuajes hechos por una
bruja, viajera del tiempo, que cada noche cobran vida para contar sus historias;
así considero a los cuentos y novelas como si fueran tatuajes impresos en
nuestra piel que, al escribirlos, se trasmutan al papel. Después de leerlo
comprendí algo que afirma Bradbury en Fahrenheit 451 “Y por primera vez
comprendí que detrás de cada libro hay un hombre” y después de tantos años de
leer y escribir bien podía aceptar el sacrificio que comenta el capitán de los bomberos
quema libros: “Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos
imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene
que haber algo. Uno no se sacrifica por nada”.
Un final inclusivo
Respecto al uso y
abuso del lenguaje inclusivo el escritor español Arturo Pérez-Reverte afirma:
“Durante mucho tiempo el lenguaje marginó a la mujer en muchos aspectos. Eso
debe cambiar, porque ahora ella está presente en actividades a las que antes
era ajena. Por eso es lógico que el lenguaje se adapte a esas nuevas
situaciones y roles sociales. Sin embargo, hay líneas rojas más allá de las
cuales se cae en el esperpento y el ridículo. Una cosa es la evolución natural
del lenguaje y otra la incultura, la estupidez y el uso como arma política.
Nuestra lengua ya posee herramientas gramaticales inclusivas, y lo primero que
hay que hacer es conocerlas y usarlas. Las lenguas existen para facilitar la
comunicación; así que es intolerable que en nombre de una supuesta feminización
el lenguaje se convierta en algo confuso, farragoso e ineficaz”.
En Bolivia como en
otros países estamos exagerando en esto del lenguaje inclusivo, ya sea
inventando nuevos términos inclusivos o incluyendo el género en el escrito y
discurso. Nuestras autoridades son buenas para incluir terminología feminista
en los documentos oficiales, incluida la Constitución Política del Estado, pero
no para actuar en consecuencia, incluso mujeres empoderadas defienden y socapan
a sus líderes machistas. En la universidad, en la que doy cátedra, hice un
experimento que consistía en usar existía el pronombre personal “nosotras” en
lugar de “nosotros” si existía mayor número de mujeres en el aula; no se trató
de una simple pose, sino de descubrir a los estudiantes que si para las mujeres
es natural decir “nosotros”, ¿por qué debería ser antinatural y raro que los
hombres digamos “nosotras” al referirnos a “todas” las presentes? No me gusta
el “todes”, yo prefiero el “nosotras”, si es necesario. Lo considero más
incluyente y podría mejorar nuestras relaciones de respeto al entender que no
es nada malo hablar en femenino porque las mujeres han hablado en masculino
desde siempre; un cambio de perspectiva nos haría bien. Así contribuyo a que
los jóvenes entiendan que el uso de las palabras es importante para el diálogo
cotidiano y para generar un mayor compromiso con la realidad.
1 Comentarios
Es un placer conocerte y descubrir este texto sobre Bradbury.
ResponderEliminarAlberto Mrteh (El zoco del esriba)