“El gatito no está”

“El gatito no está, el gatito no está”, me escuché gritar sabiendo que sólo la montaña o los churquis o las retamas podían escucharme

Sabía que podía pasar: que el cadáver de gatito fuese un tentador bocado para otros animales carnívoros que moran en la serranía. Un zorro, un puma, otra clase de felino. Cualquiera pudo ser y está bien que así haya sido: gatito –que estaba en la tierra- ha vuelto a la tierra y ahora tierra es y para siempre lo será

Dolió, me dolió -¿cómo no iba a dolerme?- encontrar su tumba vacía

Dolió, me dolió mucho, saber que ya no estaba allí- era la primera vez, desde su muerte, que iba a visitarlo. Gatito partió el 26 de enero

Dolió, y me dolió en el alma, pero todo dolor genuino, todo dolor sentido de verdad, todo dolor necesario, encuentra su cura, redime y sana, no te mata: te fortalece

Porque es así, porque debe ser así

Porque si no fuera así, el mundo carecería de encanto, el mundo naufragaría en la desdicha, el mundo sería un lugar insoportable

Y no es así, no debe ser así

Me dolió, me dolió tanto que, al fin, la redención me fue llegando, me fue tocando, la fui cantando mientras bajaba del cerro

Y lo sentía tan vivo al gatito, tan nutriente, tan feraz y feliz y cuidado y protegido y abrazado y lleno de caricias –la tierra quiere y te quiere más si la comprendes, si la dejas entrar, si la compartes, si la celebras y la ofrendas, si la sientes parte tuya

Que el gatito vivía -¡el gatito vive!- en ese horizonte vertical de montañas rojas y verdes que me franqueaban, el gatito vivía en la huella, el camino de los días que van pasando –nunca te fuiste, Valentín-, el gatito vivía en el aire que exhalaba pureza, en el viento que cantaba conmigo en su memoria, en mis manos que buscaban tocarlo y en el infinito amor que le tuve y le tengo, volvían a hacerlo

Entonces, el gatito no estaba, no está, pero estaba, estuvo siempre y está, se estará siempre

Porque es así, porque debe ser así

Porque si no fuera así, la tristeza acabaría conmigo

Y si algo aprendí en la vida es que desde la tristeza, no se construye nada

Y si hay tristeza, hay que cercarla, domarla, cortejarla para que deje de acosarnos, de demolernos, de destruirnos

Porque es así, porque debe ser así

Fue entonces que llegué a la tumba de la Dana, nuestra perra amada –está cerro abajo, en los lindes de ese recinto sagrado que es el Mullumarka, más sagrado aún para mí como es el cerro de Mullumarka

Y llegué frente a la Dana y le dije:

―El gatito no está, Dana querida, ya no está en su tumba…

Y Dana que siempre quiso más al gatito que a sí misma, que lo protegió siempre porque lo crió, Dana en su sabiduría sin fisuras, Dana me habló directo al corazón, desde ese más allá insondable donde algún día nos volveremos a encontrar todos, y me dijo:

―Ya no llores más, Pablo. El gatito está conmigo. Siempre estuvo y siempre lo estará…

Sentí fuerte, profundo, definitivo, el mensaje

Llené mis pulmones de aire, abandoné mis lágrimas, ajusté mi mochila y me dispuse a terminar de bajar del cerro

Y en bajando, y hacia el destino, la montaña susurró sólo para mí:

―Al gatito y a la Dana, Pablo, también te los cuido yo…

Miré agradecido a la tremenda mole roja que se alzaba a la distancia. La volví a mirar como siempre la miro. Toda la alegría está allí, toda la fuerza, la potencia, toda la redención, toda la magia del destino

En ese momento, sólo sentí que lo único que quería era que la próxima vez que volviese al lugar donde enterramos a nuestros amados, la Carolina estuviese conmigo

Ya será―pensé

Y seguí caminando

Porque es así, porque debe ser así.


Pablo Cingolani
Antaqawa, 3 de marzo de 2019, domingo de carnaval y de challas

Imagen: Tsuguharu Foujita

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