Ensayo
académico publicado en la Revista Igarapé del Programa del Máster Académico en
Estudios Literarios de la Universidad Federal de Rondônia.
Los Reinos Dorados, poesía, historia, ficción y mito. (1)
Dante Ribeiro da
Fonseca (2)
Resumen:
En
este artículo me propongo analizar la obra Los Reinos Dorados de Homero
Carvalho Oliva, libro en que el autor boliviano explora con calidad poética las
riquezas de Bolivia, especialmente del oriente boliviano. Las herencias
culturales del país son presentadas por el poeta que también describe la
génesis, el sentido y el apocalipsis de los reinos dorados.
Abstract:
Los
Reinos Dorados (Golden Kingdoms) is a poetical work written by the Bolivian
author Homero Carvalho de Oliva. In this article I argue that the poet presents
us his poetical work in a unique and fascinating style. Carvalho Oliva´s poetry
helps us to understand the Bolivian pre–Hispanic heritage, its origins, and its
apocalipsis.
Con
su bellísima oda Los Reinos Dorados Homero Carvalho Oliva presenta, de forma
única y fascinante, la comprensión poética de la herencia prehispánica presente
en el Oriente Boliviano. De la misma forma que el poeta griego, su homónimo,
transfirió de la tradición oral a la escritura los poemas que narran las
peripecias de Ulises, el autor describe la génesis, el sentido y el apocalipsis
de los reinos dorados. Por cierto, es el propio Carvalho Oliva que nos habla
sobre la responsabilidad de traer ese nombre:
“Mi
padre, el escritor Antonio Carvalho Urey, me bautizó con ese nombre en homenaje
al autor de La Ilíada y de alguna manera me predispuso. No es fácil ir por el
mundo con un nombre que posee una carga literaria tan grande. Sobre mi
tartamudez, cuando yo era niño no podía contar los cuentos que otros contaban y
me prometí a mí mismo que algún día los iba a escribir y así fue”. (Li
Magazine, abril, 2009).
Cumplió
la promesa y, como en toda epopeya, hay en esa poesía un poco de historia y un
poco de ficción. Para que entendamos esa síntesis entre la ficción, la poesía,
el mito y la historia, es necesario dejarnos incorporar por el espíritu de la
Patria de las Aguas. Es necesario admitir el encanto de un atavismo que permite
comprender la herencia y el origen del hombre oriental, especialmente del
hombre beniano. Es todavía Carvalho Oliva que declara su principal influencias
literarias:
“Cuando
leía García Márquez me di cuenta que él describía la misma realidad que la de
mi pueblo. Peces que llovían del cielo, niñas que se iban volando en sábanas,
niños que nacían con cola de cerdo. Las descripciones geográficas y climáticas
eran similares, en mi pueblo también llovía diez días seguidos y esas cosas del
realismo mágico”. (Li Magazine, abril, 2009).
Y
así lo hizo, pues el poema invita al lector a (como en estado de vigilia)
mezclar el sueño y la realidad. Lo ocupa con sus recuerdos y palabras, para con
él compartir esa fantástica historia, sumergida en una verdadera anarquía
creadora, esa poesía paradójicamente es histórica mientras que la historia en
ella contenida es ficcional. Obtiene por esa vía una síntesis definitivamente
dialéctica. Síntesis que impide cualquier discusión inútil en cuanto a la
preeminencia de una u otra forma de comprensión del mundo. Prohíbe, por lo
tanto, cualquier tipo de monocracia epistemológica, explicativa y relacional,
del entendimiento humano.
La
narración comienza al admitir el poeta que conoció los reinos, que recuerda en
sus sueños y que describe en su poesía libertaria, a través de su padre. Y él
hablaba de Los Reinos Dorados con la pasión de quien habla de la mujer amada,
como quien habla de su propia vida. Esta narración nos permite percibir el
atavismo en ella contenido, pues nos presenta la comprensión poética de una
historia vivida de esa parte oriental de Bolivia.
Además
de las fuentes literarias que le sirvieron de inspiración, las palabras del
autor, arriba reproducidas, nos permiten otra identificación clara, su país y
su pueblo natal se confunden en ese testimonio. Carvalho Oliva nació en el
Departamento de Beni, en las Tierras Bajas de Bolivia. Es hijo del intelectual
e historiador beniano Antonio Carvalho Urey (Santa Ana de Yacuma, Beni,
Bolivia, 1931 – Trinidad, Bolivia, 1989) (3).
Es, por lo tanto, un oriental. Nació en el pequeño pueblo de Santa Ana de
Yacuma en 1957, desde donde salió en 1961 para vivir en La Paz. Se matriculó en
el curso de sociología que no concluyó, pues tuvo que exiliarse en México en
razón de la persecución de la dictadura del general García Meza entre 1980 y
1981. Se volvió después periodista autodidacta. Carvalho Oliva es autor de
innumerables publicaciones: cuentos, poesías y antologías (4).
Fue también agraciado con diversos premios literarios.
Acerca
de sus influencias literarias que no sean de su familia:
“Creo
que las otras influencias fueron Borges, García Márquez, Cortázar y Rulfo. La
verdad es que le debo a tantos que ya no recuerdo muy bien quién me gusta más.
Creo que cuando las influencias literarias son muchas es porque uno ya encontró
su camino después de transitar por el de otros.” (Li Magazine, abril, 2009).
Sin
embargo, la herencia de la primera infancia y juventud se convierte en parte
inseparable de nosotros, por toda la eternidad, no importa a dónde vamos, ni
donde quedamos. Este atavismo también se observa en Carvalho Oliva. La temática
de su obra permite observar la influencia de la naturaleza beniana donde:
“La
policromía del paisaje ha influido profundamente en la formación intelectual de
nuestros artistas y literatos, y así cada uno de ellos, impresionados por un
factor especifico de nuestra naturaleza ha emprendido distinto derrotero en el
campo de las letras y las artes.” (ARAMAYO, 1992, p. 15).
Las
palabras de Oscar Rivero Aramayo parecen dirigirse inmediatamente a los motivos
ya la temática de la poesía de Carvalho Oliva:
“Los
hay aquellos que estimulados por la multifacética forma del ser moxitano,
incursionaron en la investigación del nuestro ser ancestro. Otros impresionados
por la vastedad, a veces indomable de nuestra geografía, diéronse a preguntar
como así se produjo la conquista de éste jirón del planeta.” (ARAMAYO, 1992, p.
15).
Carvalho
Oliva aunque sea un intelectual del Oriente Boliviano, su obra alzó dimensión
nacional e internacional. Es él mismo partícipe de una parte de la historia
beniana, pero también de la historia de su país en lo que se refiere a la
literatura.
No
siempre, sin embargo, fue esa la dimensión de los intelectuales orientales en
el contexto boliviano. El final del siglo XIX fue marcado por profundas
modificaciones en América Latina. En Bolivia esa era comenzó en el año 1880
cuando tras la derrota para Chile en la Guerra del Pacífico, la elite minera
andina elaboró un proyecto de modernización nacional. Como en los demás
países latinoamericanos, esa modernización no apuntaba a la transformación de
las injustas estructuras sociales existentes en esos países. Este proceso de
modernización conservadora excluía de la participación a los indígenas y, como
sabemos, Bolivia es el país más indígena de América del Sur.
En
la literatura boliviana, el proyecto modernizador excluyente reflejaba la
dinámica política y social, pero también ficcional, como en la novela de
Nataniel Aguirre (Cochabamba, Bolivia, 1843 – Montevideo, Uruguay, 1888):
“La
literatura de la época registró la configuración simbólica de este proyecto en
la novela Juan de la Rosa, de
Nataniel Aguirre (1885). En este texto, considerado por la crítica como la
ficción fundacional de Bolivia, se postulaba al mestizaje como el elemento
integrador de la nacionalidad. Pese a su aparente connotación positiva en la
novela de Aguirre, el mestizaje en realidad escondía una compleja pero
implícita jerarquización racial: la contribución criolla, “blanca” en el mestizaje
era vista como superior a la contribución indígena.” (Prólogo de José Edmundo
Paz Soldán en el libro Raza de Bronce, p. XI).
En
el mismo año de publicación de la novela Juan
de la Rosa, Gabriel Rene Moreno (Santa Cruz, Bolivia, 1836 – Valparaíso, Chile,
1908), él mismo un oriental, publica un ensayo biográfico titulado Nicomedes
Antelo. De esa obra, concluye Paz Soldán:
“Si
Aguirre podía, pese a sus jerarquizaciones, articular la nación a través del
mestizaje, Moreno señalaba la imposibilidad de esta articulación si se quería
pensar en una nación moderna. Los indios debían ser eliminados para así evitar
el mestizaje: “la exterminación de los inferiores es una de las condiciones del
progreso universal” (En el prólogo al libro Raza de Bronce, José Edmundo Paz
Soldán, p.XIII).
Nicomedes
Antelo, un cruceño que termina su vida como oscuro maestro de escuela en Buenos
Aires, se convierte en una especie de mentor intelectual de Moreno que, tras su
muerte, escribe su biografía, sacándolo así de la oscuridad en que había
vivido. En las últimas páginas de esa biografía leemos que para Nicomedes
Antelo el indio y el mestizo se constituían en riesgo permanente para la
nacionalidad boliviana, dadas sus características fisiológicamente negativas:
su índole perniciosa y mente inadecuada. (5)
Las
llamadas tierras bajas bolivianas eran entonces denominadas Territorios de
Colonias. De hecho estaban en proceso de ocupación colonial acelerada a partir
de los Andes, tanto para la toma de las tierras indígenas para la constitución
de haciendas y para la explotación de la goma elástica. A la par del
crecimiento ya visible de la economía del caucho, la elite andina presentaba
aún desinterés por la región que, como la Amazonia Brasileña, iniciaba a ser
ocupada por una nueva ola de colonizadores blancos.
Si
el nativo altiplánico y de las laderas andinas, antes asimilado al Imperio
Incaico, era considerado por muchos en aquella época un degenerado, incapaz de
contribuir al progreso nacional, ¿imaginarse aquellos nativos del Oriente boliviano?
Eran ellos tenidos como bárbaros y salvajes. Según Anzai (2008):
Administrativamente,
el Oriente boliviano está compuesto por los actuales departamentos de Pando,
Beni, y Santa Cruz, parte de los de La Paz y Cochabamba, lo que representa más
del 50% del actual territorio nacional. Este territorio puede ser dividido en
tres subáreas: llanuras de Moxos, a 338. Revista Eletrônica Igarapé– Nº 03,
Maio de 2014– ISSN 2238–7587
Chiquitania
o provincia de Chiquitos, en la Cordilheira de Chiriguanos.
Interesa,
para fines del entendimiento de la obra de Carvalho Oliva, sobre todo las
antiguas provincias jesuíticas de Mojos y Chiquitos, a las que se atribuía la
barbarie y el salvajismo. A finales del siglo XIX poco se sabía de la
literatura producida en esa región. Existían escritores orientales, como René
Moreno, pero la cuestión es si existía una literatura poética y ficcional con
temática oriental. En otras palabras: ¿había una literatura oriental? El libro
La literatura boliviana, breve reseña de Santiago Vaca Guzmán, publicado en
Buenos Aires en el año 1893, nada habla sobre la literatura de las Tierras
Bajas, con excepción de la publicación de uno u otro periódico. (1986) afirma a
este respecto:
[...]
hasta la mitad del siglo XX el oriente boliviano históricamente quedó relegado
al ocultamiento no sólo dentro de la historiografía del país, sino en todos los
campos incluyendo las producciones literarias, artísticas y musicales que,
según él, fueron sistemáticamente marginadas y condenadas la vida provinciana
no por falta de calidad y merecimiento, sino por simplemente cerrar la puerta a
esta cultura.
En
cuanto al nativo del Oriente boliviano palabra camba (6),
usada para denominarlos, se transforma aún hoy, en la boca de los altiplánicos
(Colla) o de los valles (Qochalo), en un epíteto, dada la forma peyorativa que
se usa. (SILVA, 2011: 211). A las desigualdades sociales se sumaban las
desigualdades regionales e incluso agudas desigualdades intrarregionales. Es
sintomático el texto de Moreno cuando declara:
“Hasta
hace treinta años se enseñaban magistralmente en Santa Cruz cuatro cosas:
bailar, el latín, el amor y la historia natural. Es la única población
boliviana que no habla ni ha hablado nunca sino castellano; ha sido también la
única de pura raza española, y se miraba en ello. La plebe guardaba eterna
ojeriza al colla (altoperuano), al camba (castas guaraníes de las provincias
departamentales y del Beni), y al portugués (brasileños fronterizos y casi
todos mulatos o zambos). De aquí el artículo inviolable de doctrina popular
cruceña: Los enemigos del alma son tres: Colla, camba y portugués”. (MORENO,
1960, Parte II)
Es
la historia de ese nativo, del camba, en forma de poesía, que Carvalho Oliva
pretende rescatar de las brumas del tiempo. Una historia rechazada por los
conquistadores y luego por la elite política y económica boliviana, tanto
nacional / altiplánica como provincial / oriental.
¿De
qué "reinos" nos habla Carvalho Oliva en su poesía? Reinos cuyo
espíritu e inteligibilidad heredó a través de las palabras de su padre. Reinos
a los que buscó ansiosamente revivir en el universo de sus propios sueños y
recuerdos. Y es en ese infinito universo de los devaneos que reencuentra a su
padre, sentado en su casa en Beni, en la pequeña localidad de Yacuma. Allí su
padre, rodeado de flores, hace con un soplo, como hizo el Creador al dar alma
al hombre, surgir para él los antiguos reinos que hoy ya no existen:
¿De
qué nos habla la poesía de Carvalho Oliva? De las grandes civilizaciones
imaginarias, de las culturas poéticamente consideradas y de una historia
concreta. Tan concreta cuanto puede ser el pensamiento real o cómo son las
varias dimensiones de la realidad. Nos habla de reinos que muchos consideran
fantasiosos, como la Lemuria, la Atlántica, la Thule (7)
y... El Dorado. Nos habla de sus seres humanos, de sus relaciones, de un
ambiente social inmerso en el bosque con la que forma su unidad, como en
simbiosis (... porque nuestra era la vida y el orden espiritual de la
naturaleza).
Es
una poesía de la génesis al describir la ocupación primordial del hombre en
esas tierras. Tan incipiente que cuando los incas vinieron del altiplano para
intentar dominarlas percibieron entonces que todo allí era nuevo. La llamaron
entonces Tierra Nueva (musus en quechua). Como la tierra era nueva, y el hombre
primitivo, en ella se revelaron también por primera vez los nombres de los
árboles y de los animales. En ella surgieron las innumerables lenguas, pero
también el don del entendimiento pues, todos sabían que Amarumayo era del Río
de las Serpientes. En ese mundo fueron domesticados los vegetales, como la
macacera (yuca) para que fueran inventados la chicha (8)
y
el chivé (9) Todo
lo que el conquistador europeo allí encontró fue creado en ese mundo, de los
Reinos Dorados.
En
esos reinos, los animales conocían y anunciaban los sueños de los hombres. La
realidad anárquica encontraba límites en todos los reinos, pero no había
ninguna capital. Así, el poeta, declara al lector la sujeción de los habitantes
de esos reinos sólo a la libertad (como en Rousseu aparece aquí la libertad
como el imponer a sí mismo los límites de sus acciones). Es la realidad poética
de una territorialidad sin fronteras, de una contradictoria babel de la
inteligibilidad. De la ausencia de la diferenciación social surgen Los Reinos
Dorados como una utopía realizada, como un topo espiritual (... “nadie
gobernaba los Reinos Dorados, todos éramos gobernantes todos éramos reyes y
vasallos”).
En
todo lo que evoca Carvalho Oliva hay una verdadera integración entre hombre y
naturaleza. Ese era el verdadero oro de los reinos dorados, pero pocos
conquistadores, incas o españoles lograron verlo. La naturaleza (o los dioses)
poseía alma y conversaba con los hombres a través de los sueños. Cazar y pescar
era permitido sólo con la autorización de los dioses tutelares de los lugares.
Cuando un guerrero abatía un tigre, tomaba su nombre para que nada fuera
olvidado.
Como
es del orden de las cosas que todo tenga fin, a la génesis de los reinos
dorados sigue el apocalipsis. Los reinos de las aguas, de las lluvias y de los
ríos en cuyos márgenes surgió, se constituían en civilizaciones fluviales. Este
universo fluminense daba sentido a sus propias existencias como esencia
primitiva y razón de ser (Amábamos el Agua porque sabíamos que cada gota
albergaba otros reinos otros mundos). Fue el agua el principio y el fin, pues
el agua estancada se pudrió cuando vino la destrucción de ese mundo (la
conquista). De nada sirvió la advertencia de los tiarauquis (10)
el tiempo de los reinos dorados se acabó en agua, como en un enorme diluvio. La
historia de estos reinos fue destinada por el conquistador al olvido en las
brumas del tiempo de esa Tierra sin Mal (11).
¿Qué
queda? El mantenimiento por los descendientes del cataclismo de un recuerdo
ancestral y nostálgico de haber sido un feliz pueblo de las aguas. Este
recuerdo puede ser renovado cada vez que esos hombres, abandonando las faldas
de la vida, caminen por el mar vegetal de la llanura mojeña, de los senderos
sinuosos buscando la Loma Santa.
Es
por eso que nada hasta hoy indica la existencia del Gran–Paitití u otros reinos
semejantes, tal como quedó en el imaginario de los nuevos colonizadores de
origen español. Es que estos buscaron los reinos dorados donde no estaban.
Gentes de los Andes: incas, españoles, collas, descendieron a la selva cerrada,
en busca del reino quimérico donde los monarcas se bañaban en oro. No vieron la
realidad edénica de la Tierra sin Males. Vieron los chamanes, que utilizaban la
ayahuasca, las guerreras de lanzas coloridas o los guerreros que reducen las
cabezas de sus enemigos y cosen sus ojos, narices, bocas y oídos para
aprisionar a sus almas. Fueron esas gentes los que trajeron la barbarie, los
que hicieron que el flujo del agua se estanque y luego tomara otro rumbo.
Muy
lejos de la existencia de esos reinos ha quedado en los recuerdos de las
poblaciones nativas conquistadas. Posiblemente, el recuerdo de ese reino de oro
situado en las selvas debajo de Los Andes persistió en la memoria altiplánica
como una leyenda posible, bella y mágica, salvaje y primitiva de modo que: El puente mítico de la relación incaica con
la selva continuaría con lazos invisibles hasta la conquista española (12).
(1991: 155–6).
Estos
pueblos, de hecho existieron en esa gran región. Vivían en ese corredor que
comienza en la selva amazónica y sigue hasta espaciarse en el chaco compartido
por tres fronteras: de Brasil (Mato Grosso), de Bolivia y del Paraguay. Vivían
donde estaba el mítico Gran Mojos. Según Zeitum López (1991, p, 155), el Gran
Paitití estaba situado en las inmediaciones del río Madre de Dios (formador del
Beni) y del río Beni. Esta región abarcaba la ladera oriental del altiplano
andino y ocupaba la región de las sabanas ocupadas por el departamento del
Beni, también denominada llanos (llanuras) de Mojos. Según Pereira:
En
el caso de los campesinos de la provincia de Beni (Bolivia), esta llanura,
además de ser una denominación geográfica por describir una inmensa sabana
situada en los márgenes más altos de la cuenca fluvial amazónica, es una
jurisdicción administrativa que, al inicio de la colonización, se remonta al
área misionera de Mojos, cuyo perímetro era establecido por las principales
redes fluviales (los ríos Beni, Mamoré, Guaporé y sus afluentes) y por los
diversos grupos indígenas orientales de por estos márgenes (2012, 33).
¿De
qué naturaleza estaba constituido ese reino? ¿De castillos de piedra habitados
por una nobleza opulenta adornada con oro, plata y piedras preciosas? No, pues
ninguno de esos reinos se parece a los reinos dorados que los exploradores
buscaban en las selvas de Mojos.
En
la región de Llanos de Mojos vivían grupos indígenas hablantes de diversas
lenguas, principalmente los mojos y baures (hablantes del arawak); cayuvava,
canichana, movima e itonoma (lenguas sin clasificación). A esa diversidad
lingüística recordamos que en el período anterior de la conquista había también
una diversidad de desarrollo sociocultural. Esta diversidad recorría una escala
que transitaba entre grupos nativos de cazadores–recolectores (como los
Sirionós) hasta aquel que vivían bajo el régimen de cacicazgos (como los mojos,
baures y cayuvavas).
Los
mojos, primera etnia de habla arawak contactada por los misioneros religiosos
durante el período de la conquista europea, vivían a orillas de los ríos Mamoré
y Yacuma. Practicaban la agricultura permanente de tubérculos, maíz, tabaco y
algodón a partir de un sistema agrícola sofisticado. Esta agricultura
comprendía obras hidráulicas de irrigación y control de las inundaciones, pues
las sabanas de los llanos de Mojos son inundadas estacionalmente en el período
de las inundaciones de los ríos resultantes de las lluvias y del deshielo de la
zona altiplánica.
Las
obras, como los montes y lomas, eran inmensas lomas artificiales que permitían
el mantenimiento de la agricultura y la fijación sedentaria de esas
poblaciones, incluso durante los períodos de las inundaciones. Tales obras
permiten suponer una organización social que no nos permiten considerar bárbaro
y salvaje al mojeño.
Esos
son los testigos de ese pasado, que se refugió del cataclismo en el espíritu.
Las lomas artificiales, las cerámicas esplendorosas y los adornos con los que
se enterrar a los muertos. Allí están las cumbres de los campos de cultivo
elevados, los canales que se convertían en calles de los reinos dorados, todas
las obras encontradas en los llanos de Mojos.
Aquí
Homero Carvalho, nuevamente como Rousseau, vio una época de oro en los
primordiales de la humanidad en ese espacio de América del Sur. Al rechazar la
existencia material de tales reinos en la selva afirma su existencia
espiritual, o más propiamente social. Declara una época dorada donde la selva
misma estaría contenida en los reinos dorados. Esta declaración radical no
significa ningún vestigio de materialidad, sino de pura abstracción. No
significa, como interpretó Coímbra en su novela que Siringa que:
Los
hombres habían localizado definitivamente lo que durante la Conquista fue la
fascinación de la aventura castellana: la Tierra del Gran Mojos o del Gran Paitití.
Pero las riquezas de "oro y pedrerías" no eran vistas precisamente en
su forma mineral... (1989: 27).
Durante
el período gomífero la riqueza que el viajero quería ver en esos inmensos
territorios sólo podría ser el "árbol del oro". La siringueira,
anunciaba toda esa riqueza de El Dorado, del Gran Paitití o del Gran Mojos. En
otros períodos fueron las especias que daban también sus nombres a la región:
País de Canela, Montes de Vainilla. Fue también la quina o chinchona de cuya
cáscara en infusión se aplacaban las fiebres que mataban a los conquistadores.
Sin embargo, no consiguieron el oro, la quina, el caucho, el copal, como ahora
no conseguirán la madera, la casta y el petróleo, porque la codicia de sus
espíritus dejó un vacío inagotable, una sed que nunca es saciada, la sed de una
riqueza que no existe porque es materia, es finita, no espíritu. ¿Cuál es el
mundo que aún no había nacido todavía en aquel tiempo donde ya existían la vida
y la muerte? El mundo o el tiempo nativo como sinónimo del Mundo Dorado. Un
mundo de asombro fluido de agua, río y lluvia, de los sonidos de los animales y
aves del bosque, donde esos lemures adventicios se adaptaron. La selva estaba
entonces en el reino de oro porque los hombres y la selva eran igual.
Algunos
conquistadores, sin embargo, lograron descubrir esos reinos dorados. De su
fusión con el nativo nacieron los artistas y músicos, caminantes de la selva,
descendientes de los pueblos de las aguas. Fueron aquellos que descendieron de
los Andes para convertir a esos pueblos al cristianismo. Así, lengua castellana
fue absorbida por los pueblos de las aguas, pero no impunemente, porque el
espíritu de los reinos dorados en ella fue infundido. El cataclismo no destruyó
los reinos dorados, que continúan naciendo en los seres del bosque, sin dejarse
gobernar por la tristeza porque sus habitantes aman también este nuevo tiempo.
Esta
eterna esperanza de permanecer en los reinos dorados, a la Tierra sin Males,
sólo es posible porque está contenida en cada uno de aquellos que descienden de
hombres y mujeres que poseían un corazón mucho más allá del propio corazón. Los
movimientos, mojeños, sirionós, itonomas, canichanas, cavinenhos, chacobos,
baures, cayubabas, chimanes, pacaguaras, otuquis, pausernas, yuracarés y muchos
otros más allá del río Amazonas.
(1) Revista
Igarapé, Literatura, Educação e Cultura: Caminhos da Alteridade. es una revista
del grupo de investigación LITERATURA, EDUCAÇAO Y CULTURA: CAMINOS DE LA
ALTERIDAD del Programa del Máster Académico en Estudios Literarios de la
Universidad Federal de Rondônia. Su periodicidad es semestral y se constituye
de materias científicas, creativas y técnicas bajo la forma de artículos y
reseñas en el área de Ciencias Humanas y sociales, que promuevan discusiones
sobre diversidad, multiculturalismo y descolonización tanto de la Amazonia,
como de otras regiones del mundo que fueron sometidas al proceso imperialista.
Revista
Eletrônica Igarapé– Nº 03, Maio de 2014– ISSN 2238–7587
http://www.periodicos.unir.br/index.php/igarape
(2) Profesor Asociado II / DE del
Departamento de Historia, del Programa de Postgrado Maestría en Ciencia del
Lenguaje de la Universidad Federal de Rondônia e investigador de Historia de la
Amazonia. Eme: zeliafonseca@brturbo.com.br
(3) “Poeta,
cuentista, periodista e historiador. Titulado como economista en la universidad
cruceña, hizo actividad política y fue elegido diputado (1966–1969). Luego
cumplió labores de difusión cultural en la Universidad Técnica del Beni. Como
periodista, estuvo ligado a varios medios regionales y nacionales como ‘El
Diario’ y ‘El Mundo’. A decir de Quintana y Duchén, Carvalho Urey “fue un
apasionado defensor de la riqueza cultural y económica de su solar natal [...]
LIBROS Poesía: Instantes al olvido (1984). Cuento: Relatos y cuentos de mi
pueblo (1977); Biografía de un otoño (1983). Otros: Síntesis monográfica del
Beni (3 v., 1975); Bosquejo socioeconómico del Beni (1976); Pedro Ignacio
Muiba: el héroe (Historia de Moxos, 1977); Del ignorado Moxos (1978); Visión
del Beni (1978).” BLANCO, D.R. Elías. Diccionario Cultural Boliviano. La Paz,
Museo El Aparapita, jueves, 29 de septiembre de 2011. Disponible em:
http://elias–blanco.blogspot.com.br/2011/09/antonio–carvalho–urey.html.
(4) Bolivia,
1957, escritor y poeta, ha obtenido varios premios de cuento a nivel nacional e
internacional como el Premio latinoamericano de cuento en México, 1981 y el
Latin American Writer’s de New York, 1998; dos veces el Premio Nacional de
Novela con Memoria de los espejos (1995) y La maquinaria de los secretos
(2008). Su obra literaria ha sido publicada en otros países, traducida a otros
idiomas y figura en más de treinta antologías nacionales e internacionales como
Antología del cuento boliviano contemporáneo e internacionales como El nuevo
cuento latinoamericano, de Julio Ortega, México; Profundidad de la memoria de
Monte Ávila, Venezuela; Antología del microrelato, España y Se habla español,
México. En poesía está incluido en Nueva Poesía Hispanoamericana, España;
Memoria del XX Festival Internacional de Poesía de Medellín y Festival de
Poesía de Lima. Entre sus poemarios se destacan Los Reinos Dorados, El cazador
de sueños y Quipus. El año 2012 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con
Inventario Nocturno y es autor de la Antología de poesía del siglo XX en
Bolivia, publicada por la prestigiosa editorial Visor de España. Premio Feria
Internacional del Libro 2016 de Santa Cruz, Bolivia. En el 2017, Editorial El
ángel, de Ecuador, publicó su poemario ¿De qué día es esta noche?, Antología de
poesía boliviana contemporánea, publicada por Amargord editores, de España y
Antología de la poesía amazónica de Bolivia, publicada por Ediciones Sur, de
Cuba; editorial Cintra y ARC, de Brasil reeditaron dos libros suyos.
(5) “René
Moreno, en las últimas páginas de su biografía de Nicomedes Antelo expresa –
con la salvedad de si es fiel en la exposición, confiada a la memoria – que
“las conclusiones postreras sobre el indio y el mestizo a que había arribado
Antelo en 1882”, eran de que éstos constituían una “cantidad negativa”, “un
riesgo permanente y mortal para la nacionalidad boliviana, fisiológicamente,
por causa de las células que elaboran índole perniciosa y mente inadecuada en
el cerebro del indio y del mestizo.” (MORENO, 1960)
(6) Según
Silva (2012, nota a pie de página 4) en la composición étnica en Bolivia, se
distinguen: "LOS COLLAS son los habitantes de la región andina, en
oposición a los CAMBAS que son los mestizos del trópico. CAMPESINOS se llaman a
los quechuas y aymaras rurales de la región andina. COLONOS son los campesinos
quechuas y aymaras que migrar al trópico.
(7) Thule,
en la geografía romana y medieval, significaba las regiones más allá de las
fronteras del mundo.
(8) Bebida
fermentada y alcohólica hecha de yuca
(9) Chivé,
bebida hecha a partir de la mezcla de la harina de mandioca con agua.
(10) “Además
de los Comocois, o sacerdotes del tigre, había otros sacerdotes llamados
Tiarauquis (los de la vista perspicaz). Estos ministros, los más venerados,
eran elegidos entre los Comocois, cuando algún espíritu, invisible para los
demás, se presentaba a ellos y los aletargaba por algunos instantes.”
(D’Orbigny, 1845, p. 142)
(11) La
Tierra sin Mal es un mito tupí–guaraní, semejante al paraíso edénico cristiano,
de una tierra donde no hay que trabajar, no se enferma y no se muere.
Interesante es observar que como los cristianos de aquella época los nativos
también creían en la existencia terrena de este lugar, y lo buscaban. El propio
Cristóbal Colón creyó, cuando de uno de sus viajes por América, haber pasado
por un lugar donde fuera el paraíso antes de la caída y expulsión del hombre.
(12)
“El puente mítico de la relación incásica con la selva continuaría con lazos
invisibles hasta el ingreso del conquistador español.” (López, 1991, p. 155–6)
Referencias
Bibliográficas
AÑEZ,
Emma Banzer Toro. Monografía de Exaltación. Santa Cruz: Oriente, 2004.
ANZAI,
Leny Caselli. Missões de Chiquitos e Moxos e a capitania de Mato Grosso.
Missionação. Revista Lusófona de Ciência das Religiões – Ano VII, 2008 / n.
13/14 – 253–262.
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