Miguel Sánchez-Ostiz
Llevaba semanas con ella en la imaginación y regresando de ese modo a donde tuve más vida, y mejor, sin duda. Eso nunca sabes cómo va a ser cuando te ves obligado a cambiar de lugar. La casa la construyeron en 1709. En la fachada luce su escudo colectivo de hidalguía que el tiempo ha coloreado al pastel. Casi diría que he estado viviendo en ella, como en otras ocasiones. He ido para verla por fuera, pero me he encontrado que habían reventado el portalón de entrada. Los chatarreros furtivos la habían arrasado, cables arrancados, las antigua plancha de hierro del fuego bajo y la placa de la cocina económica también, tuberías de cobre, lámparas, armarios cajones, quedaban televisores, discos, vajilla apilada, algún mueble bueno (rústico) y alguna carpintería del siglo XVIII, zurullos de firma, cuadros religiosos tirados, una imagen rotunda del sagrado corazón de Jesús presidía el desastre desde una esquina, ah, sí y un viejo y apolillado juego de lotería casero, restos arruinados de una vida que ya había sido. pasado. Un detalle curioso: el picaporte, una pequeña mano, estaba cubierta de telarañas. Las zarzas amenazaban la casa. Reconstruirla requeriría una vida que ya no tengo. Ahora me he dado cuenta de que me he escapado y de que no he sacado ninguna fotografía. El sagrado corazón los cuadros religiosos, alguna lampara de capricho,
Qué lástima que yo no tenga una casa solariega y blasonada escribía León Felipe y yo con él, de mozo, leyéndolo. Se ha cumplido. Era algo más que un poema.
Del blog https://vivirdebuenagana.wordpress.com
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