Márcia Batista Ramos
Hoy la vida perdió un
poco más de su gracia.
Eran las 7 am y no
había sonado el despertador. Es normal esperar que todo se repita, que salga el
sol, que encuentres agua en el grifo y que puedas repetir, distraídamente, la
usanza de los últimos tiempos.
Hacer lo mismo sin
experimentar el factor sorpresa. No soportas esperar para luego regocijarte con
una sorpresa…
Nunca miras la tele,
especialmente porque a ti no te gusta la política, ni el futbol, peor las
clases de cocina televisada. Cualquiera diría, que no te gusta nada.
Te gustaba leer,
antes de que el mundo fuera mundo. Eso yo lo sé. Te gusta leer. A noche leías
el poema de Huidobro y te quedaste dormido. No es que no te guste… por gusto,
por simple gusto, ya leíste unas veintitrés o veinticuatro veces el poema
entero. A noche pasó algo. A noche te quedaste dormido, en el canto I.
“¿(…) por qué
perdiste tu primera serenidad? \ ¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu
sonrisa \Con la espada en la mano?”
Tu inconsciente es el
lugar en que se almacenan todos aquellos recuerdos que deseas apartar y que no
son accesibles conscientemente. Es dónde guardas, las cosas que nunca hablas. O
la verdad verdadera, de todo aquello que haces público.
En nuestra
adolescencia inmaculada, creíamos que había un único camino…1977 o 78.
Escuchábamos música toda la tarde y por las noches, apenas dormíamos. Los
primeros cigarrillos, rara vez, alguna hierba mala… la seguridad de ser uno y
ser millones, sin saber de lo agridulce que es la vida. Éramos felices y ni
sabíamos. Después, empezaste a percatarte de tantas cosas. Te volviste
rebeldía, más por imitación que por conciencia…
Nunca rezaste. No
crees en plegarias muertas… ¿A noche te vi de rodillas rezando? No sabes todo
lo que te pasa, no lograste alcanzar el silencio, ni por un minuto, una única vez.
“¿Quién sembró la angustia en las llanuras de
tus \ (ojos como el adorno de un dios?”
Vaya, vaya lloras
mientras planeas… Ni siquiera logras tocar el piso, permaneces flotando en el “8vacío”.
Y te duele mucho y lloras.
“¿Por qué un día de
repente sentiste el terror de \ser?”
¿Recuerdas? La muerte
te abrazó cuando la buscaste. Todos corrieron a separarlos y el abrazo se
diluyó, trayendo el silencio mojado por lágrimas…Sin redimirte o purificarte,
descubriste tu propio caos lumínico de ser humano.
Tanto desencanto
amontonado. Los días no siempre fueron dorados, algunas veces no llegó la
primavera, te dejaste estar: “Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir”
era mi voz que te llamaba para que no me dejes así: tan solo, tan
triste, tan quieto; mirando al espejo tratando de reconocerme o identificarte,
para encontrarme, entre tantos; en ese doble espejismo, que quita la solidez de
nuestro mundo externo y que se disipa cuando, creemos que no existe por si, que
existe por nosotros.
“¿Quién hizo
converger tus pensamientos al cruce \ (de todos los vientos del dolor? A penas
te callas, no \Se rompió el diamante de tus sueños en un mar \ (de estupor”
No pasó nada. Todo
está bien. Apenas nos volvimos extraordinariamente (im)previsibles. Tal vez,
porque no nos comprendieron o no nos comprendimos, desde los presupuestos más
adecuados, porque eres (insostenible). De carácter disperso, distraído,
ansiosamente distraído. Y te debates en la angustia de existir.
“(…) morirás Se secará tu voz y serás \ (invisible”
Ya no estaré, ni los
otros, que te acompañamos en vida, haciendo eco en tu mente. Hablando cuando te
callas, cuando buscas silencio… Presentándome
ante ti, a veces, a través de los sueños, de los símbolos y del lenguaje de los
arquetipos, otras veces, por medio de la conducta motivada y, accidentalmente,
de los lapsus verbales. Ya no estaré cuando mueras. Tu mente, por fin, será
solo silencio.
Tal vez, puedas
recordar que a noche pasó algo. A noche te quedaste dormido, en el canto I. No
terminaste tu lectura. Habías orado de rodillas la plegaria petrificada, por
otras voces, en el tiempo.
Y hoy la vida perdió
un poco más de su gracia.
Ya sabes que uno de
nosotros existe como un individuo separado, que ve el mundo a través de sus
propios ojos, conoce los límites que lo separa de los demás y del mundo que le
rodea, y asume dicha separación en su pensamiento y en su modo de interactuar
con el entorno. Por eso tú escribes mientras caes.
“Piensas que no
importa caer eternamente si se \ (logra escapar\ ¿No ves que vas cayendo ya?
\Limpia tu cabeza de prejuicio y moral \Y si queriendo alzarte nada has
alcanzado \Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo \ (de la sombra
\Sin miedo al enigma de ti mismo”
Ahora te preguntas
por la trascendencia, que abrirá las dimensiones para una experiencia del (no)
fundamento y para la poesía como consumación, como no ser.
Tu posición es
elevada, te encuentras en el espacio sideral y, empiezas a caer: “Cae \Cae eternamente \Cae al fondo del
infinito \Cae al fondo de ti mismo \Cae lo más bajo que se pueda caer \Cae sin
vértigo \A través de todos los espacios y todas las edades”
Mientras caes,
piensas que: ¿y si no hubiera nada ahí afuera que pudiésemos reconocer como
separado de nosotros mismos?
Tú no serías tú, y yo
no sería yo, y tú caída sería sin fin. No podríamos conceptualizar nuestra
noción del yo, pues no habría un ser delimitado en el que pensar. No tendríamos
medio para determinar que somos distintos del mundo que nos rodea.
Mientras caes amanece
en el mundo de signos y códigos. Y tú no sabes qué pasó anoche y te dejas caer,
mientras ves que “\Cae en infancia \Cae en vejez \Cae en lágrimas \Cae en risas”
¿Dónde está la
gracia? ¿Tu elegancia, tu postura, tu arrogancia tu garbo? ¿Dónde me olvidaste
a noche?
“(…) Estás solo \Y
vas a la muerte derecho como un iceberg que \ (se desprende del polo \Cae la
noche buscando su corazón en el océano \La mirada se agranda como los torrentes
\Y en tanto que las olas se dan vuelta \La luna niño de luz se escapa de alta
mar”
¿Huidobro, te
preguntaste, por qué nos llamaron Vicente?
0 Comentarios