Concha Pelayo
Sueños en pandemia. Me doy cuenta de que, últimamente, sueño mucho, sueño hasta el mismo instante en que me despierto y, claro, recuerdo cada sueño. Hoy me desperté soñando que me abrazaba una vaca y yo, aunque con cierto susto, me dejaba abrazar. El relato sería el siguiente: Yo caminaba por el campo, había gente diseminada por todas partes y yo no sé con quién estaba. De pronto se me acerca una vaca, no muy grande, aunque tampoco era un ternero y se me acerca con sus patas delanteras y me abraza como hacen los perrillos con sus amos, que se les tiran al cuello. De momento me asusté, pero inmediatamente me dije que tenía que actuar como con los perros y la dejé, mientras su cara junto a la mía me permitía mirar sus grandes ojos. Con cierto tiento, levanté una de mis manos y la acerqué a su cabeza para acariciarla. Ella se dejaba acariciar. Así pasamos unos momentos hasta que la vaca dejó de abrazarme y se fue.
Poco antes, había soñado que estaba en una iglesia, con gente variopinta. Muy cerca de mí, unas primas, hijas de un hermano de mi madre, ya fallecido, con las que no tengo apenas contacto, aunque nos veamos en el pueblo cada año. No, con esas primas no hay feeling. Cosas que pasan. Lo cierto es que esas primas, a decir de mi abuela, ya fallecida hace bastantes años, eran muy pías, muy “cultas” …Por cultas, entendía mi abuela, que eran unas niñas muy discretas, obedientes, nada chicotas; es decir que no frecuentaban a los chicos (o los chicos no las frecuentaban a ellas, claro) Bueno, lo cierto es que, para mi abuela, esas primas eran la “releche”. Y a lo que voy: estábamos en una iglesia, como digo, y esas primas, tres, estaban sentadas en un banco delante de mí y lo sorprendente es que hablaban como cotorras entre ellas, dando voces, como si estuvieran en la calle. Yo estaba muy sorprendida escuchándolas pues se me hacía muy raro esa actitud en ellas, toda vez que las he visto, en muchas ocasiones en la iglesia, y, por supuesto, siempre con el máximo respeto. Me desperté.
Mientras me desperezaba y analizaba esos dos sueños, me puse a cavilar como el propio Freud en La interpretación de los sueños.
Deduje que, este tiempo de pandemia que nos tiene a todos apartados de la familia, de los amigos; que nos saludamos por la calle apartándonos cuando nos cruzamos con alguien, que nos rechazamos, que evitamos hasta reconocernos por no tener que intercambiar saludos. Que hemos perdido la costumbre de abrazarnos, de besarnos y, lo que es peor, que nos hemos acostumbrado a la carencia de caricias; nuestro, subconsciente, en este caso, el mío, ha gestado, en el sueño, ese abrazo zoomorfo, que, al parecer, me hacía tanta falta. En fin, una vaca, de la que ni siquiera sabía su nombre, ha venido a paliar, en parte, este desamor que estoy padeciendo.
La segunda interpretación sobre el sueño con mis primas, sería la siguiente: En el fondo, a mí me daba mucha rabia que mi abuela ponderara tanto a aquellas primas que a mí me parecían unas meapilas, en detrimento de lo que debía de pensar de mi hermana y de mí misma, que nos consideraba más díscolas, alocadas y atrevidas; aunque en honor a la verdad, éramos unas niñas buenas, inocentes y obedientes y nunca nos sobrepasábamos en nada. -Menuda época la que vivíamos con Franco a la cabeza-. Conclusión: Deduzco que este sueño de mis primas montando un pollo en la iglesia es lo que a mí me hubiera gustado presenciar en alguna ocasión, para que a mi abuela se le cayera la venda de los ojos. No lo he conseguido como se puede adivinar.
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