Después del viento


Maurizio Bagatin

Vino el momento de entrar en la casa, buscar refugio del viento de la tarde. El viento afuera seguía silbando, adentro las ventanas vibraban, nosotros escuchábamos en silencio el silbar y el vibrar. Dos verbos, dos acciones y el silencio, la inercia del tiempo, la voluntad del espacio.

Recuerdo Onetti, también alucinado por el viento y después del viento, recuerdo a Grazia Deledda, Nobel olvidada entre paisajes violentos y el clima aun mas violento; el cuchillo que penetra tu espalda a las tres de la madrugada en la puna orureña, las piedras que el indio huichol nos aconsejó ponernos en los bolsillos en el desierto de Real de Catorce, y recuerdo las funambulescas olas en la ultima noche de verano en Caorle, como puedo olvidar el viento que destechó casas, dejando sus tejas en el cementerio de Bannia el verano siguiente. Viento que enferma y viento que cura. Siempre movedizo, siempre irrequieto.

En la tarde se levanta y se lleva la lluvia, la próxima lluvia, la lluvia siempre ausente, la inalcanzable lluvia. Es el viento de la tarde, de todas estas tardes que esperamos la lluvia. Deseo reprimido, la tierra que reclama, abre sus venas y grita, después el viento se lleva las nubes, las imaginarias de todos nuestros Aristofanes, las reales, las que te das la vuelta y ya el cerro las ha ocultado, para mañana, para siempre.

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Publicado originalmente en Inmediaciones, 12/2/2021

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