Miguel Núñez Mercado
Cronista chileno
22 de abril de 1996: Cristina Wenke, Antoine de Saint Exupery y un ángel en La Ligua.
La memoria de sus antepasados persigue a Cristina Wenke. Sus ancestros se remiten a los antiguos vikingos. En la lengua vernácula su apellido significa "valiente guerrero". Sus raíces familiares están en el norte de Alemania. El pueblo de Olemburgo es el punto de partida. Su casa está llena de recuerdos y retratos de antepasados de viriles y hermosas figuras. Ostentan uniformes con condecoraciones del Zar y del Kaiser. Fueron "valientes guerreros" en conflagraciones de otros tiempos y otras tierras.
En su memoria se mezclan desde Antoine de Saint Exupery -que fue un eventual rival de su padre en los cielos europeos de la Primera Guerra- hasta el creador de los Zepellines. Son los personajes reales de una novela que Cristina Wenke pretende escribir algún día. Por ahora, la guarda entre sus numerosos recuerdos.
Sin embargo, la asociación mayor de Cristina Wenke es con el poeta Jorge Teillier. Vivieron juntos muchos años en el Molino el Ingenio de La Ligua. Allí el poeta tenía sus libros, sus retratos de equipos de fútbol, sus fotografías de boxeadores desconocidos, de cantores de tango, de estaciones ferroviarias.
El poeta no estaba muy a gusto, lejos de sus territorios que guardaba la memoria, donde los trenes pasaban a cada rato y los gorriones recogían el trigo que caía de los molinos. Decía que a La Ligua le faltaba su estación de trenes y que la de Cabildo estaba cerrada. En realidad, los convoyes habían partido hacía mucho tiempo, pero él tenía un amor enorme por ellos. En su infancia en Lautaro vivía a media cuadra de las vías férreas. El poeta compartía su casa-estudio con perros y gatos. Su gato `Pedro' aparece hasta en sus poemas.
Hasta que la adicción al vino del poeta le pasó la cuenta. Cristina Wenke sabía que él moriría pronto. El también decía que se iba a morir, frente a un molino. “Si lo quiere Dios y la Virgen Santísima, en la que no creo, excepto en la Virgen de Petorca”. El 22 de abril de 1996, la siempre milagrosa y petorquina Nuestra Señora de la Merced le cumplió su íntimo deseo.
Un año antes de la muerte del poeta, Cristina Wenke, también había tenido un sueño premonitorio. Era la visión de una mujer que le traía al poeta una túnica alba para que se la pusiera. “Jorge, muy contento, se la probó, y, ante mi asombro, le sentaba maravillosamente bien. Cristina se fue y estuve varios días tratando de descifrar ese sueño. Se lo conté a un amigo, que me preguntó: “Era una túnica de ángel?” Sí, eso era. Ahí supe que Jorge debía regresar".
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