Miguel Sánchez-Ostiz
La astucia del trampero, la del furtivo, es muy festejada, un valor moral de primera, porque vale más que un puñetazo… No lo digo yo, lo dice Martin, en Selma Sedlak, El aldeano astuto, esa estupenda y pimpante ópera cómica de Anton Dvorák.
Hay que ser astuto más que honrado, saber por dónde sopla el aire, coger los mejores vientos, decir amén a todo y mirarse en el espejo del alma, esto es en el cajón de los dineros y cuidar que este no tenga telarañas. Importa poco si para conseguirlo hay que vender humo, farsa, impostura que deja de serlo cuando es festejada por la manada. Solo cuenta saber pasar por la gatera, como gato capado, decir amén a todo, poner cara de bobo cuando la ocasión lo exija y hacer mangas y capirotes cuando estamos interpares, en la cuadra, con las bestias, a la luz del candil… Anton Dvorák, en Selma Sedlak.
*Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (13/7/2021)
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