“Oh,
a propósito, hay una región de Bolivia en la que no se dan psicosis. Gente
cuerda del todo en esos montes. Quisiera ir allí antes que se eche a perder con
alfabetizaciones, publicidad, televisión y automóviles.”
William
S. Burroughs: El almuerzo desnudo, 1959
Aquí, la patria de las piedras no está en ningún lado,
pero vive en todas partes
Aquí, la patria de las piedras late sin cesar de
simple encanto, serenidad mineral que lo contiene todo -hay un mundo dentro de
cada piedra- que lo insinúa todo -la magia, ya sabes, puede desatarse- que se
brinda, te lo brinda todo -hallazgos inesperados, secretos mensajes, destinos
que se ensanchan, se elevan, se encienden y se vuelven huella
Siéntela: hay una patria de las piedras
Rastros de una mirada inmemorial de líquenes que se
aferran al vacío, deriva de fósiles memorias que regresan a tus labios, ríos que
afanosos navegan hacia la matriz, océanos que naufragan y se hunden y se funden
con montañas que se abultan cada vez más hacia el cielo donde las estrellas
alegran el camino de los peregrinos, los locos, los buscadores, los que no
saben de otro impulso que caminar, “¿A dónde vas? Por ahora, no lo sé. Lo que
importa es resistir”[1]
La venerable patria de las piedras, patria labrada de
sueños y hechizos: la patria liberada de maldiciones y verdugos, la patria
soñada por legiones de andariegos que la vieron padecer, sollozar en silencio, cortejar
con la derrota, volver a creer
Patria de mojones de combate, de altares de
sacrificio, de santuarios al viento, catedrales que redimen, pura patria de
dura piedra inmutable, verdad sencilla, verdad suprema, verdad invisible
Aquí, la patria de las piedras, amigo, ya te dije: no
está en ningún lado, vive en todas partes, palpita fuerte y adentro, desgarra y
conmueve lo que existe, apasiona y no cede, se está hasta el infinito, transfigura
la alborada, la mesa generosa, la mano fraterna, el vino que se añeja como las
heridas. Sábelo, siéntelo: sólo las piedras pueden curar el horror, pueden
calmar las dudas, pueden volverse espejo
Ese espejo es inmenso, colosal, desmesurado. Es la
suma de todas las piedras, la patria que ampara, el absoluto deseado. La geografía
llama a eso cordillera. Nosotros, con respeto, caminándolos, invocamos su sagrado
nombre: Los Andes.
Pablo Cingolani
Laderas de Aruntaya, 16 de julio de 2021
La foto es de Ricardo Bajo
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