Donde uno nace es siempre un pueblo, una calle, un barrio. Es siempre una esencia minúscula la cual va cambiando, siguiendo nuestra trayectoria, muchas veces hasta nuestros sueños, siempre estará en nosotros hasta la muerte. Todos tenemos una Spoon River en nuestro corazón.
El Checo (Francesco) Brescancin fumaba su Toscano como lo había aprendido en la trinchera, durante la Grande Guerra, como todos lo hacían, con braza encendida adentro de la boca y el humo que salía despacito, siguiendo la respiración del soldado, evitando así el acecho del francotirador oculto en la montaña del frente. Toscanos y grappa, aguantar y enfrentar a una guerra. Cuando lo conocí seguía fumando de la misma manera, nunca pudo invertir el Toscano, la costumbre fue más fuerte, así como tomarse a las siete de la mañana un destilado de ciruelo, para conservar la fuerza de seguir adelante, de resistir para existir. Riccardo Urban, classe 1894, fue enrolado por el ejército italiano junto a sus hermanos, Silvio (1895) y Ernesto (1897). En octubre de 1917 fue herido y hecho prisionero en Austria. Al terminar el conflicto todos los hermanos vienen reportados como desaparecidos. En noviembre de 1918, Riccardo vuelve a Cecchini, el mismo día que se celebra la misa fúnebre en su honor.
Para un pueblo chico hay siempre un infierno grande. Ni siquiera una cancha de futbol hubo aquí, y así teníamos que inventarnos canchas triangulares, cuadradas, octagonales, con ángulos de inciertas regularidades. Anulamos el corner y lo sustituimos con un clásico: 3 corner 1 penal. El espectáculo era garantizado. Siempre hubo vidrios rotos de las ventanas de los vecinos más odiados, siempre una final que nunca terminaba y que a las diez de la noche se suspendía para el día después. Y así los penales hicieron grandes a los arqueros, oliendo el perfume del pasto que aún no era inglés, esta posibilidad de seguir todos los roles sin evadir el propio, y conducir al equipo. En nuestra Spoon River surgieron muchos arqueros, atrevidos, imprudentes y espectaculares, algunos con buena posición en el arco. Hoy un arquero de Cecchini juega en la Serie A, el hijo del emprendedor anárquico, Iván Provedel, intenta ir más allá de la forma de una cancha de futbol, de sus imperfectos ángulos y tajarle a los recién campeones de Europa la euforia y el placer del gol. Oficio para poetas, el del arquero. Extraño aun ver el Lolo lanzarse de poste a poste y volar hasta el ángulo adonde una araña quiso enredar su feudo. No tuvimos Yashin o Zamora, pero Dino Zoff de cerca, otro friulano como nosotros, y los de Cecchini como directores de una orquesta de once músicos siempre en canchas extrañas, nunca en las suyas.
Nunca nos bañaremos en el mismo río, el agua baja hacia el mar, y bajando nunca es la misma agua; en el Meduna muchos de nosotros aprendieron a nadar, la curva antes de llegar a la Ribuzzana fue nuestra plataforma. Ahí los mayores de nosotros nos lanzaron y nos seguían, mirando nuestros movimientos, nuestras reacciones, listo en intervenir en caso de necesidad. Ahí los mas chicos fueron bautizados a la aventura del agua, aprendimos a nadar. Recordando, en nuestras memorias colectivas el pasaje de los enormes barcones que cargaron la madera que hizo de cimiento a Venezia, la Serenissima. Y el agua es como el pensamiento, a veces pacifica y serena, otras veces meditabunda y furiosa. El rio Meduna fue nuestra Spoon River, la inocencia que aun hoy nos hace falta. Ahí pescamos, cantamos, reímos y nos emborrachamos, persiguiendo unos imaginarios burchio que nos siguen llevando a conocer nuestra casa del ser, nuestro lenguaje, nuestra esencia, tal vez, lo que nunca fuimos y que ni siquiera quisiéramos ser.
Tenemos en el fondo nuestra búsqueda, seguimos en ella. El paraíso lleno de diablos, una mancha de grandes recuerdos, el sueño de una fuga, el canto de una sirena, el eterno retorno.
Maurizio Bagatin, 19 septiembre 2021
Imagenes: 1- Ramiro Lisotto, Ritratto di Riccardo Urban, 1971
2- CD Spoon River
3- "Vista dal fiume d'inverno", Cecchini anni '30
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