Arqueología del presente


Duele siempre el presente…” La vida humana es breve, pero quisiera vivir siempre…” escribió Mishima…no es el mirar atrás o el seguir adelante, sí la poesía de Pessoa o la impalpable silueta de una mujer, toda la poesía fingida, el dolor real, la carne.

El primer paso del hombre sobre la luna en el ’69 (un Stanley Kubrick prestado a una The dark side of the moon…), la “falta” de petróleo del ’74 (la FIAT que organiza los cuellos blancos, preparando la derrota de la clase obrera italiana), el Desert Storm del ’90 a la tele (ya nuestros hogares podían recibir las news debordianas en directo), cincuenta años de imágenes lanzadas “desde” una caja que violó nuestros sueños - según algunos el nuevo Homo Sapiens, para otros, una caja llenas de mentiras - porque antes conocimos los sobrevivientes a las guerras, nuestros padres, para la mayoría de nosotros, los abuelos, y no había el cine: “Que valent désormais ces actions et ces émotions dont je vois les échanges, et la monotone diversité? Je n’ai plus envie de vivre, car ce n’est plus ressembler. Je sais l’avenir par coeur” (Paul Valéry).

Los hechos, antes, eran palpables, sin negar la realidad o la verdad - que no es lo mismo, decía Pessoa - la muerte era la muerte, la ausencia era la ausencia; el miedo y el dolor siguen siendo lo mismo, sin que la muerte sea la ausencia y con la muerte el amor ausente.

Hoy, esperando Godot, el conflicto del hombre es con la derrota, la obsolescencia de nuestro obrar, luego de un siglo breve y violento, luego de las revueltas antiedipica y el new age del arrepentimiento, un campo de cebollas, las gallinas para los huevos, hacernos el pan…

Maurizio Bagatin, 5 noviembre 2020
Imagen: Frans Masereel, Le voyager, 1922

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