Márcia Batista Ramos
Estuve
allí, frente a la página en blanco. No sabía sobre qué escribir y las ideas,
como pompas de jabón, brillaban por un instante, luego se explotaban, se
reventaban en el aire, haciéndose diminutas, haciéndome incapaz de atraparlas…
Dejé
la hoja en blanco abandonada, sabiendo que un sufrimiento quería apoderarse de
mí en pleno proceso de escritura y fui hasta la cocina con un paso automático;
entré a ese espacio tan familiar, donde busco o preparo alimentos todos los
días, y vi una puerta roja entreabierta en pleno espacio de circulación. Dudé
por un momento, luego traspasé el umbral abriendo más la puerta roja. Para mi
sorpresa, entré a una cocina rústica, con fogón de barro y fuego de leña;
acogedora con toda su simplicidad.
Sentada
en un banco, frente a la mesa cubierta con un mantel de estampa colorida,
estaba la mujer arrugada por el tiempo, con su cabello blanco y su cuerpo
caquéctico, tenía una especie de bañador sobre las piernas y movía sus manos
dentro del bañador, como si estuviera descascarando o desmenuzando algo; no
levantó la cabeza, apenas dijo:
-La
literatura es el lugar donde lo absoluto se relativiza y se disuelve, como el
azúcar en el agua que la endulza, cambiando su sinsabor. El resultado es
agradable al paladar, aunque ni siempre el dulce, sea un sabor apreciado por
todos. Las historias son prodigiosas, basta contarlas…
-Buen
día de Dios…
-Sé
que estás sorpresa. Lo que sucede es que la literatura es un lugar común que
permite la existencia del tiempo sin tiempo. Como en el sueño donde la
temporalidad logra ser infinita…
Inmediatamente,
pellizqué mi mano izquierda y dolió; al tiempo que supe que no estaba soñado,
percibí los olores de aquella cocina: fuego a leña y dulce de coco.
La
anciana usaba un vestidito de fondo blanco con una estampa suave en tono lila,
llevaba un delantal rosa, bien ceñido a su cintura diminuta. Me repuse
rápidamente de la sorpresa de encontrarla allí con su cocina, sus apetitosos
dulces y su mente brillante.
-Me
siento honrada por estar aquí, en este preciso momento, sé que es real, aunque
parezca un sueño.
-
Valoro los sueños, porque sencillamente es la otra parte de la vida que viví.
En ellos estaban los bailes con zapatillas de cristal, mientras que en vigilia caminaba,
muy temprano, con chinelas por la estrada polvorienta que me llevaban hasta la
ciudad, donde podía vender los dulces que cargaba sobre la cabeza, para comprar
los alimentos que sostenían a mi prole. Los sueños, siempre sirvieron para
reaccionar frente al entorno y mis propias circunstancias. Gracias a los sueños,
viví muchas vidas paralelas y así, alivié los fardos de la vida. Los recuerdo
ahora, como una especie de metáfora de la aventura, porque, al fin y al cabo,
lo que hacemos cuando soñamos despiertos es precisamente eso: inventar otras
existencias o cambiar, incluso, de identidad, pasear por sitios insospechados.
¿Qué sería de la vida sin el sueño, los sueños?
-Pienso
que los sueños son necesarios, frente a la vida caótica y absurda. Sin ellos
creo que ya me hubiera autoliquidado.
-Es
fácil depararse con el caos, pues es inmenso lo absurdo de la vida, empero, no
es necesario alimentar un sentimiento de autodestrucción. La vida siempre se
acaba sola. Hay que buscar sus momentos mágicos, para garantizar que valió la
pena vivirla.
-La vida y sus eternas sorpresas, hay que
esperar que acabe para saber que valió la pena ser vivida.
- Si,
no cabe duda, de que la vida es una especie de laberinto lleno de sorpresas, no
da tregua, siempre presenta nuevas preocupaciones al medio del camino y al
final despegas para el “cielo” desconocido, donde las preocupaciones son vanas
y los dolores que te causaron o que causaste, ya están perdonados.
-Todo
nos pasa. Todo nos pasa por ser.
-La
vida es una historia tragicómica que siempre acaba. Apenas empieza, y ya parece
que hubiera pasado varios años.
- ¿Y
Dios?
- Para
Dios todo es deliberado y fatal. Dios es profundo como el cosmos y capaz de
todo.
- La
lectura, así como los sueños, ayuda a completar la vida de muchas maneras…
-
¡Lógico! Para mí la lectura es la metáfora de la aventura, porque siempre nos
lleva a otros mundos (en una especie de viaje) otras vidas y nos provoca
sentimientos. Además, es bonito ver la fusión de lo real y lo irreal, combinar
elementos mágicos y pasajes realistas, igual que en la vida, cuando caminan la
vida y los sueños juntos… ¿Percibes que la lectura es una manera de soñar
despierto? ¿Percibes que la lectura es un sueño soñado por otro?
-
Muchas veces, pienso que estoy soñando cuando estoy leyendo. Otras veces, hay
lecturas tan vívidas, que parecen recuerdos. ¿Tienes muchos recuerdos?
- No
siempre los recuerdos son inmediatos, pero aparecen, a veces, en media calle o
entonces, cuando estoy probando el punto de la calda que espera el coco rallado
fino. Los recuerdos sorprenden. No sé qué es lo qué les pasa.
- Le
comento que quería escribir y de repente, se fueron las ideas. Me quedé
bloqueada con la página en blanco y vine a la cocina a buscar algo… A pedir
socorro. Me siento feliz, por haberla encontrado. Parece un sueño…
- La
angustia de la página en blanco, para mí es algo inventado. Porque soy de un tiempo
donde escribía el que sabía escribir y, además, sentía la necesidad de
hacerlo. Escribíamos, sin necesitar
ideas nuevas, porque, sencillamente, en mi tiempo no escribíamos ideas,
escribíamos sentimientos. Y los sentimientos afloran en cascadas cuando estás
vivo. Sin embargo, el bloqueo es algo que pasa, según mi percepción, con
aquellos que están entrenados para escribir, entonces la falta de entrenamiento
(por el motivo que sea) impide que realicen la tarea. No hay que perder de
vista que la literatura, como todo arte, también es un juego muy serio, que
desarrolla la creatividad de los seres humanos. Pero trate de sentir.
- No
me creo insensible, apenas trato de ser un poco lúcida, la literatura puede
promover una ruptura contra un orden establecido, muy al margen de retratar una
realidad. Casi siempre es difícil ser coherente, porque estamos dotados de un
mundo propio.
- Creo que tú no podrías escribir con lucidez.
Para eso, deberías primero ser, para después escribir… No es un cumplido, pero
tengo que decirte lo que pienso, para que dejes de nadar por aguas que te
complican.
-
Estoy asombrada con su lucidez. Con razón, su nombre se quedó inmortalizado.
- ¡No
es cierto! Todo es ilusión del ego que es miope, casi ciego, y permite que la
vanidad lo sostenga. En realidad, a la distancia, el olvido entierra a los
poetas… Tal vez, nunca imaginaste, que son muchos los versos que se encuentran
olvidados en bibliotecas silenciosas y vacías. Con el pasar del tiempo, serán
muchos más. Por eso, no importa si escribes con carbón en un muro, o si tus
versos están lujosamente empastados en cuero con letras doradas; tampoco,
importa si el cuaderno de recetas permanecerá cerrado y nadie se enterará del
poema entre la receta de tablillas de zapallo y del dulce de coco húmedo. Hay
muchas cosas que el mundo no entiende… El reconocimiento universal es una
especie de barniz que hace brillar al ego cuando estás viva. En la muerte,
descubres que el universo es tan grande y aquello que llamabas de universal es
menos que un pequeñito grano de azúcar molida.
- Todo
parece lleno de misterio, la vida parece complicada, pero, cuando empezamos a
entender cada momento, podemos unirlos como una colcha de retazos y es
impresionantemente colorida y bella, escribiste algo así. - Noté que apenas me
prestaba atención, mientras remecía algo en el bañador. Luego de una pausa
volvió a hablar:
- Cada
quien tiene sus claves precisas, para vivir o escribir, por eso la escritura es
sui generis. En muchos casos, se renueva constantemente; intenta encontrar
otros matices. Otras veces, casi se confunde con la vida; depende del ritmo;
depende de la pluma.
- Me
tranquiliza saber.
- A
mí, me gusta saber que, lo posible y lo imposible tienen una relación de
implicación; me percato que ambos mundos se invaden, pues las esferas de la
realidad y la fantasía no se excluyen entre sí. Son como la vida. Un espacio
parcial y fragmentado. Donde reside la ambigüedad. Por eso es posible el
deslizamiento del sueño a la realidad y viceversa.
Dijo
eso y se desvaneció, con cocina dulces y todo. Me quedé medio paralizada en mi
cocina, muy cerca al fregadero. Lo único que atiné fue gritar:
- ¡No
te vayas, Cora! ¡Regresa, Cora Coralina!
…
El
miedo de la página en blanco, ha sido una de las angustias más comunes de los
escritores, dicen que algunos han hablado abiertamente de ello, o bien han
dejado algunos consejos para eludirlo.
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