Las cosas que (me/nos) pasan: Gregoria Nina


A Carolina

Escribo, vuelvo a escribir, después de tanto dolor y tanta tristeza, porque, simplemente, no quería escribir porque, consecuencia, esa tristeza y ese dolor, eran tan fuertes, que me impedían hacerlo.

Pero hoy, 17 de mayo, 2022, nochecita, pasó algo tan increíble, tan vital y sustantivo, que más allá del dolor y la tristeza, debo escribirlo. Fue así:



­­- ¿Tu eres virgo, no ve, Pablo? - me lanzó en mi rostro Gregoria Nina.

-Sí -le contesté, sorprendido- ¿y tú?

-Yo también, nací un 9 de septiembre…

-Yo, un 29 de agosto…

- ¿ves? Nosotros somos tierra, tierra somos…

Mi sorpresa era inaudita. Me dejé llevar, dije:

- ¿Y?

-Nosotros no tenemos miedo, Pablo- sentenció la Gregoria Nina.



¿Viste cuando te cantan tu vida en verso en tan solo dos palabras? ¿Viste cuando necesitas que alguien te lo diga? ¿Viste cuando todo lo demás se licúa en el océano intrascendente de la necedad y como decía mi general San Martín, seamos libres y lo demás no importa nada? ¿Viste cuando necesitas que alguien restituya no sólo el significado sino el sentido de las palabras?



Bueno, el fin de la historia es simple, es sencillo, es profundo, es neural: la Gregoria Nina lo hizo.



Hizo que recuperara la fe en el mundo. Y su encanto.

Hizo que vuelva a escribir.

Hizo algo parecido a un milagro.

O hizo un milagro.

Un milagro andino.

Aymara y Santa, Gregoria Nina.



Pablo Cingolani

Vuelta a Antaqawa, 17 de mayo de 2022

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