Matrimonios



La filosofía “los estudia” junto a las emociones. El amor, viene después de la rabia que contiene el resentimiento.

Penélope esperando veinte años el retorno de Ulises. “El amor. Evidentemente, el amor. Fuego y llamas durante un año, ceniza durante treinta” sale de las venas de Don Fabricio, Príncipe de Salina. El historial de los matrimonios es la historia de la literatura: el íncipit de Ana Karenina y el imposible matrimonio de Franz Kafka con Felice Bauer; es Héctor y Andrómaca y así las sagas familiares de los Buddenbrook, los Buendía, los Rostov de Guerra y Paz. Amores imposibles, Cyrano y Don Quijote.

Matrimonios por amor, y matrimonios por la fuerza. El amor romántico y el amor cortes, alimentándose uno del otro hasta sufrir contemporáneamente de sadismo y de masoquismo; los que mas recordamos y los inolvidables.

Mi padre fue a casarse en bicicleta. En aquella época todas las parejas con pecado se casaban antes que salga el sol, el cura cerraba un ojo y los unía en matrimonio antes que la luz del día desvele el pecado cometido. Mi padre y mi madre no tenían nada que esconder y se casaron a plena luz del día, el anillo solo para la esposa, comida y vino para todos, baile y canto hasta el amanecer, y el día después replica. Una luna de miel paseando la orilla del rio; quien se casaba en invierno era por castigo, el pecado debía haber sido llevado a una evidencia ya inocultable. Los curas eran los primeros cómplices, Don Camillo fue siempre más “comunista” que Peppone.

Durante los años del loco crecimiento económico italiano, los veranos transcurría de matrimonio en matrimonio, tíos, primos, hermanas y hermanos, parientes y vecinos en una irrefrenable epidemia de matrimonios. Hasta el referéndum sobre el divorcio del 1974 (con retrasos de un lado y del otro lado: Vaticano, democracia cristiana y comunistas, reaccionarios y conservadores todos) el boom fue incesante, la breve pausa no frenó la institución del matrimonio.

Así íbamos de matrimonio en matrimonio…amarcord casi felliniano, siempre de comedia a la italiana…una institución que ya en los años setenta empezó a perder piezas y con la llegada de los ochenta se quebraron los cimientos. Hasta el amor no fue nunca mas lo de antes, el patriarcado se derrumbó, finalmente, y la emancipación de la mujer no fue propiamente la que ellas mismas esperaban. Simone de Beauvoir miraba a Jean Paul Sartre con la misma mirada que Lacan lanzaba a los rebeldes del’68 francés…

Fui acompañando al altar a mi hermana en 1972, a mi primo Dino en Charleroi el mismo año, memoria de hierro que me permite recordar hasta pequeños detalles de aquellos días. La cara de los curas, lo de nuestro pueblo, un brusco fascista al cual le dedicaron hasta el nombre de una calle y el cura belga que parecía salido de un timbre postal color sepia. Los menús de la fiesta, siempre tanta pasta en Italia y la Nouvelle cuisine en Bélgica, las tortas de varios pisos y el vino espumante de mis primeras aproximaciones dionisiacas.

Me estaba por olvidar mi matrimonio. No llegaban los testigos, sábado, tres de la tarde, todos con una resaca de la chupa del viernes. Mi suegro que con una sola mirada le hace entender todo a su amigo notario y la Gertrude que ordena se vaya a hornear dos patos, la maldita chicha de Punata está por llegar, mis cuñados con el vodka, el singani y el ron…y yo durmiendo con mi sobrino, la primera noche de boda.


Maurizio Bagatin, junio 2022

Imagen 1: Jan van Eyck, Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, 1434
Imagen 2: Keith Haring, The marriage of heaven and hell, 1984

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