Terminó el invierno y la nieve que saciaba la sed.
La ciudad se transformó en ruinas sobre cadáveres.
El viento trae llantos, plegarias y un olor nauseabundo.
La vida fue arrancada como páginas inservibles de una libreta de anotaciones.
La vida fue extinguida y tirada a la basura, igual a todo lo que no sirve en un mundo consumista.
Las ancianas ya no querrán recordar su primer baile para que las lágrimas no quemen su rostro igual que los misiles quemaron los campos, los niños, los perros, las flores, los gatos…
Las ancianas añoran la muerte para poder abandonar Mariupol, Kiev, Bucha, Odessa…
Las ventanas destruidas ya no sirven para mirar al cielo.
Escucho mis voces
En la inmensidad una palabra mía.
¿Quién escucha?
Yo escucho.
En mi hay eco.
Desde adentro repite la palabra.
Desde adentro la palabra roza mi oído.
Escribo la palabra con la pretensión de llegar lejos.
Coreo la misma canción.
En la sopa tres letras.
Con la cuchara garabateo:
PAZ.
Desesperanza
Todo lo que duele pasa. La guerra también pasará.
Quedaran almas mutiladas. Niños desquiciados.
Hombres en añicos. Mujeres vejadas. Pero la guerra pasará.
Después, los de derecha o los de izquierda, harán otra guerra.
Templo interior
Detrás de las palabras, el miedo.
Alguien solloza en busca de consuelo.
Vidas encarceladas por las decisiones de otros.
Recuerdos rápidos como parpadeos: tiempos idos, tiempos bellos.
Mientras los cohetes invaden la noche.
Sirenas, griteríos y derrumbes…
Clamor a Dios. Fango de cemento y sangre.
El ojo fijo en un sueño truncado.
Lo verdaderamente angustioso y esquizofrénico es la resignación.
Para la forja del destino no hay salvación.
Hay rezos en medio al horror. Hay miedo.
En el sótano oscuro el silencio se confunde con calma.
Aleteos imaginarios. Incendios sin sábanas blancas.
Olor a manzanas podridas.
En la mente los deseos se confunden con preces.
En el templo interior la vida inerte se confunde con muerte.
Herida infinita
Recuerdos inenarrables
En el horizonte las fosas comunes
Edificios chamuscados por el fuego de la noche
Destrozos regados de vulnerabilidad y restos humanos
Hay una niña perdida en el mundo en ruinas
Más allá la complicidad sonriente de Biden y Putin.
Desexplicar para decir de otra manera
Exprimir la naranja amarga como gota venenosa
Es aprender acerca de la vida
Es dejar de ser niño para jugar a ser grande
Alejarse en una mañana en un tren
Dejar el patio el jardín florido
Guardar los recuerdos en el aroma del café con pan
Es saber que las estrellas brillan en la luz del medio día
Hablar de resurrección
Honrar la memoria de los héroes
Creer en la promesa del reencuentro después de la muerte
Eso es la vida
Es encontrar razones para seguir viviendo a pesar de la guerra.
¿Y, a quién le importa?
Yo no quería nacer en un mundo así:
Lleno de sollozos y gritos.
Yo preferiría la ternura de un abrazo.
Porque me gustan los planes y los postres azucarados.
No me gusta la mano negra sobre el destino.
Prefiero el sol en la playa y ver dos planetas alineados.
No me acomodo a este mundo sin consuelo.
Dónde nada es fácil. Excepto morir en una guerra.
Desearía que las promesas fueran cumplidas.
Que las palabras proferidas fueran sinceras.
Que la sangre solo corriera en las venas.
Yo no quería nacer en un mundo así:
Preñado de dolor.
Prefiero el bien en cualquier circunstancia.
Añoro la paz para todo el planeta.
Yo no quería nacer en un mundo en guerra.
Por eso digo: ¡Basta! ¿Y, a quién le importa?
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