Márcia Batista Ramos: siete poemas, siete formas de repudiar la guerra



Las ventanas destruidas


Terminó el invierno y la nieve que saciaba la sed.

La ciudad se transformó en ruinas sobre cadáveres.

El viento trae llantos, plegarias y un olor nauseabundo.

La vida fue arrancada como páginas inservibles de una libreta de anotaciones.

La vida fue extinguida y tirada a la basura, igual a todo lo que no sirve en un mundo consumista.

Las ancianas ya no querrán recordar su primer baile para que las lágrimas no quemen su rostro igual que los misiles quemaron los campos, los niños, los perros, las flores, los gatos…

Las ancianas añoran la muerte para poder abandonar Mariupol, Kiev, Bucha, Odessa…

Las ventanas destruidas ya no sirven para mirar al cielo.





Escucho mis voces


En la inmensidad una palabra mía.

¿Quién escucha?

Yo escucho.

En mi hay eco.

Desde adentro repite la palabra.

Desde adentro la palabra roza mi oído.

Escribo la palabra con la pretensión de llegar lejos.

Coreo la misma canción.

En la sopa tres letras.

Con la cuchara garabateo:

PAZ.







Desesperanza


Todo lo que duele pasa. La guerra también pasará.

Quedaran almas mutiladas. Niños desquiciados.

Hombres en añicos. Mujeres vejadas. Pero la guerra pasará.

Después, los de derecha o los de izquierda, harán otra guerra.




Templo interior


Detrás de las palabras, el miedo.

Alguien solloza en busca de consuelo.

Vidas encarceladas por las decisiones de otros.

Recuerdos rápidos como parpadeos: tiempos idos, tiempos bellos.

Mientras los cohetes invaden la noche.

Sirenas, griteríos y derrumbes…

Clamor a Dios. Fango de cemento y sangre.

El ojo fijo en un sueño truncado.

Lo verdaderamente angustioso y esquizofrénico es la resignación.

Para la forja del destino no hay salvación.

Hay rezos en medio al horror. Hay miedo.

En el sótano oscuro el silencio se confunde con calma.

Aleteos imaginarios. Incendios sin sábanas blancas.

Olor a manzanas podridas.

En la mente los deseos se confunden con preces.

En el templo interior la vida inerte se confunde con muerte.





Herida infinita


Recuerdos inenarrables

En el horizonte las fosas comunes

Edificios chamuscados por el fuego de la noche

Destrozos regados de vulnerabilidad y restos humanos

Hay una niña perdida en el mundo en ruinas

Más allá la complicidad sonriente de Biden y Putin.





Desexplicar para decir de otra manera


Exprimir la naranja amarga como gota venenosa

Es aprender acerca de la vida

Es dejar de ser niño para jugar a ser grande


Alejarse en una mañana en un tren

Dejar el patio el jardín florido

Guardar los recuerdos en el aroma del café con pan

Es saber que las estrellas brillan en la luz del medio día


Hablar de resurrección

Honrar la memoria de los héroes

Creer en la promesa del reencuentro después de la muerte


Eso es la vida

Es encontrar razones para seguir viviendo a pesar de la guerra.






¿Y, a quién le importa?



Yo no quería nacer en un mundo así:

Lleno de sollozos y gritos.

Yo preferiría la ternura de un abrazo.

Porque me gustan los planes y los postres azucarados.

No me gusta la mano negra sobre el destino.

Prefiero el sol en la playa y ver dos planetas alineados.

No me acomodo a este mundo sin consuelo.

Dónde nada es fácil. Excepto morir en una guerra.

Desearía que las promesas fueran cumplidas.

Que las palabras proferidas fueran sinceras.

Que la sangre solo corriera en las venas.

Yo no quería nacer en un mundo así:

Preñado de dolor.

Prefiero el bien en cualquier circunstancia.

Añoro la paz para todo el planeta.

Yo no quería nacer en un mundo en guerra.

Por eso digo: ¡Basta! ¿Y, a quién le importa?




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