Réquiem para mi hemeroteca


Amaba las hemerotecas. A mis 11, 12 años, cruzaba media ciudad en colectivo y me sumergía en la divina añejura de los periódicos preservados del olvido custodiados en la biblioteca del Consejo Deliberante, en la calle Perú, a la vuelta de la Plaza de Mayo.

Años pasaron y abandoné tan sana costumbre que sólo retomé cuando, de arribada a La Paz, el 87, me puse a escribir una columna para la revista Domingo del extinto periódico Hoy –dirigida nada menos que por Gonzalo Romero Álvarez García, cuyo apoyo a mi labor periodística fue decisiva y siempre agradeceré-, columna que recreaba la vida de la ciudad medio siglo atrás.

La pregunta que me intriga es: ¿por qué si amaba tanto las hemerotecas dejé de concurrir hasta ellas? Una respuesta podría ser que hay muchas cosas que uno ama –los barcos hundidos, las estampillas, Robert Fripp- y de tanto haberlas amado, ellas van con uno, están tan adentro de uno que ya son uno mismo.



* * *



En la casa de mis padres, en Buenos Aires, guardaba periódicos fechados entre 1972 y 1985. Una década larga donde transité el fin de mi niñez, mi adolescencia y mi militancia política orgánica. Dadas las pesarosas circunstancias que me envuelven, decidí desprenderme de ellos.

Salvo toda la secuencia de la Guerra de las Malvinas que irá a parar a un centro de estudios sobre el tema de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, el resto lo fui depositando bien embolsado en un sitio donde los cartoneros lo puedan recoger. De hecho, saqué una docena de bolsas negras de basura llenas de periódicos y, cada vez que regresaba con la carga, la anterior ya había desaparecido. La pobreza asola, acucia. La pobreza lacera.

No pude evitarme guardar algunos ejemplares sueltos que rescaté del viaje frenético e insensato por la historia contemporánea donde me embarqué.

Uno es un número de La Voz, el periódico de la fuerza donde militaba, del año 83, donde en fondo negro y letras catástrofe que cubren casi toda la portada se informaba de la invasión norteamericana a la isla/república de Granada. Fue la anteúltima invasión yanqui –la última sería la de Panamá- y, esos días, un hecho tan luctuoso y abusivo ya no indignaba a los pueblos como antes. El terrorismo de estado ya había hecho lo suyo.

Otro es un suelto de La Nación, el vocero histórico de la sureña oligarquía vacuna, del mismo año, donde, a raíz de los asesinatos de dos militantes a manos de los militares de la última dictadura argentina, estos “macarteaban” con la posibilidad de un “rebrote subversivo” a cargo de Montoneros. Lo guardé porque esa era la fuerza donde militaba junto a Pereyra Rossi y a Cambiasso, que así apellidaban mis compañeros fusilados cobardemente por uniformados del II Cuerpo del Ejército Argentino.

Guardé también otro ejemplar del antedicho diario, esta vez del 20 de julio de 1979, donde se anunciaba que el sandinismo había tomado Managua.

Lo que más me impactó del impreso es la foto –fotaza- que ilustra el titular y que muestra la inolvidable sonrisa de victoria, dignidad y felicidad de un negro nicaragüense que, en medio de un tumulto de personas, alza sus brazos y en cada mano luce dos contundentes revólveres. Es obvia la intención del periódico de los Mitre, pero a mí verlo a ese cumpa tan dichoso, triunfante y con las armas en las manos, me alegró el corazón, más allá de cualquier otro motivo o conjetura.

Quedaron conmigo las tapas que dieron a conocer los fallecimientos de Mao y de Borges junto con la partida de Somoza desde Asunción del Paraguay al infierno.

En la calle, en buenas manos, se fueron la revolución iraní, acciones del M19 colombiano, la irrupción urbana de Sendero Luminoso, uno de los ataques yanquis a Gadafi, la asunción al gobierno de la UDP en Bolivia, la muerte de Tito, la transición democrática argentina, muchos acontecimientos africanos, bombazos de la ETA y del IRA, que se yo, una década que, vista a la distancia, fueron años cruciales: se cocinaba la arremetida neoliberal que de la mano de la Thatcher, de Reagan y de Wojtyla cambiaría al mundo.

La contraparte insurgente de los pueblos es, hoy, la gran desaparecida de los medios. Una foto como la del nica y sus pistolas celebrando la revolución es arqueología informativa. Nadie va y le mete dos tiros a tantos hijos de puta que son iguales que el Tachito. El siglo XXI, el de la corrección política, enterró ese fervor, abolió la pasión, volvió todo igual, todo así, como cantaba Leo Masliah.



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Durmiendo entre los periódicos, encontré también algunos papeles míos.

Una devotísima biografía de Vito Dumas, el navegante solitario, el segundo en dar la vuelta al mundo, el primero en hacerlo atravesando el Cabo de Hornos.

Unas notas sobre Ostende, una playa atlántica donde resistían las ruinas de un hotel fantasma.

Sabía hacer mapas –croquis, mejor dicho- para explicar un plan. La mayoría de ellos, de los planes, tenían que ver con territorios, de ahí la necesidad cartográfica. Encontré un croquis –trazado en una hoja oficio cuadriculada, amaba las hojas oficio cuadriculadas- que exhibía la ruta Buenos Aires- San Pablo- Belem (do Pará). De allí, desde ese puerto fluvial del Brasil, se disparaban unas flechas hacia destinos que parecen caprichosos, pero no lo eran: Ámsterdam-Iquitos-Leticia… ¡Cochabamba! En letra grande, puede leerse: NAVEGAR EL AMAZONAS.

Recuerdo con precisión cómo y cuándo se gestó ese plan, con quién lo pusimos en marcha, cómo avanzaba bien y cómo se fue, dramáticamente, al carajo. Combinaba una suma de transas que buscaban un fin noble, pero hubo inconvenientes con el dispositivo y no hubo nada que hacer.

Un año después, estaba en La Paz, en la hemeroteca de la Biblioteca Municipal, rescatando data. También existió un mapa de por medio. Un mapa y una servilleta. La vida da vueltas y los augurios del plan que se frustró, se cumplieron por otras vías. La forja del destino siempre es misteriosa. Lo que se ama, va con uno. Y eso te alumbra y te inspira. Eso te guía.


Al azar, algo salvado del naufragio








1. Viernes 17 de noviembre de 1972: El ejemplar más antiguo que conservaba, del día que Perón regresó a la Argentina, “cuando se le cantaron las pelotas”, tras 17 años de exilio. Comparte tapa con los norvietnamitas haciendo sufrir a los yanquis en París.

2. Viernes 10 de septiembre de 1976: China llora, Mao ha muerto, “uno de los más grandes revolucionarios del siglo”, según AP.

3. Lunes 26 de diciembre de 1977: Adiós a un genio indiscutido del cine. “Silencio, Carlitos Chaplin ha muerto”. “André Malraux dijo de él: “Es el mito en el estado puro””.

4. Sábado 1 de marzo de 1980. El M-19 colombiano se había tomado la embajada de la República Dominicana en Bogotá. La “chiqui” se volvería conocida alrededor del mundo. La Nación de Buenos Aires se espanta.

5. Domingo 15 de junio de 1986: Borges ha muerto. “Según se informó, Borges debía viajar el próximo sábado a Palermo, Italia, para entregar a Henry Cartier Bresson el premio de la editorial Novecento, que consiste en un rosa de oro”.

6. Lunes 8 de septiembre de 1986: Pinochet se había salvado raspando. El Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) se volvió admirable, cruzando la cordillera y más allá también.


Pablo Cingolani
Buenos Aires, febrero de 2022- Antaqawa, junio de 2022

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