L.O.M.J.E.: A 50 años de la Masacre de Trelew, reeditan La Patria Fusilada


Francisco Urondo: ¿Qué es L..O.M.J.E?

María Antonia Berger: Libres O Muertos Jamás Esclavos.[1]

 

Francisco “Paco” Urondo: La Patria Fusilada

 

 

(…) ¿Habrá respuesta en nuestras palabras, en los actos

de quien no entrega la belleza de la vida?

 

La memoria le gana la eterna disputa

al cementerio del olvido…

 

Ellos están con nosotros y las estrellas relucen…

Lejanas, muy lejanas, pero relucen…

 

Vicente Zito Lema: Pensando en el 22 de agosto de Trelew (2020)[2]


En los primeros ochentas, cuando los milicos de la última dictadura se caían a pedazos, en Buenos Aires, comenzaron a reaparecer libros que se habían salvado de la hoguera, la censura o la autodestrucción, y este que me convoca era uno de ellos, uno emblemático, maldito para muchos, devocional para algunos de nosotros. Recuerdo la edición: era la mítica de la Revista Crisis y había dado a luz el memorable año de 1973, era un libro de tamaño pequeño, de tapas azules manchado de sangre, la sangre de los Mártires de Trelew.

Esta reedición, a cargo del Fondo de Cultura Económica, mirá vos, es inmaculadamente blanca y luce en portada la tapa de Crónica que en letras catástrofe sentenciaba:



ABATEN GUERRILLEROS EN TRELEW

CAYERON EN TIROTEO AL INTENTAR HUIR DE LA BASE DONDE ESTABAN DETENIDOS.


Era la mentira que intentaba instalar la dictadura de Lanusse en la tapa del periódico más popular de todos en ese momento histórico. Debajo del titular, se incluían las fotos, los rostros, de los 16 fusilados a sangre fría y el diseñador del libro del FCE, no tuvo mejor idea que reemplazar la sangre de la edición original por unos agujeros de bala, las balas que segaron la vida de los Mártires de Trelew en la masacre que este año cumple medio siglo de ser ejecutada con un cinismo y una alevosía psicopática sin límites.


El libro -una extensa y pormenorizada entrevista sobre estos hechos- demuestra eso, testimonia eso, denuncia eso. Al grano, va de muestra: los prisioneros comían de uno por vez y, como asegura Camps, “apuntados por tres o cuatro lados con PAM[3] y FAL[4] (…) con balas en la recamara y sin seguro”. Un día, Bravo, uno de los navales asesinos, a modo de postre, se apareció con una revista que llevaba por título “El desengaño”. Sigue Camps: “era la historia de un estudiante que, cansado de luchar en formas no violentas, decide incorporarse a un grupo guerrillero. Por supuesto, a ese grupo la revista lo pintaba con todas las lacras imaginables”.

La que aporta más datos sobre el pasquín y el “guerrillero” y su grupo es María Antonia Berger: “Con anteojos negros y campera -agrega-, en casas todas ruinosas, cometiendo hechos donde morían ancianos y bebés, no importándoles nada, sólo la causa”. A lo que alude María Antonia era parte de la leyenda urbana que satanizaba a la guerrilla: no deje que sus hijos usen los toboganes (resbalines) de la plaza porque los guerrilleros ponen gilletes (hojas de afeitar) para que los chicos se corten. Y luego se los llevan a Cuba.

El “turco” Haidar, por su parte, la califica de “propaganda antisubversiva” Paco Urondo, el entrevistador de los 3 ya citados, conjetura: “A lo mejor la hace la CIA”. María Antonia, la única mujer en esa noche de confesiones precipitadas por las circunstancias,[5] acepta que puede que sea la CIA la que edita la revista, pero acota que es “una cosa muy, muy burda” y cuenta que, tras dejarles la publicación, venía Bravo y les preguntaba. “¿Y, se convencieron?”, Urondo no lo puede creer y retruca: “¿Pero qué, él lo preguntaba en serio?” Allí vuelve a intervenir el turco y señala que mientras comían, el naval venía y les lanzaba en la cara “Y pensar que ustedes son capaces de matarnos”, “Ustedes son un mal necesario para la sociedad” y provocaciones por el estilo. Ricardo René Haidar explica: “Siempre mirándonos como si fuéramos piezas de museo, asesinos (…) gente fuera de lo común, delincuentes, enfermos mentales, cosas así”. Esto último arponea con certeza al corazón de un debate histórico que aún no está cerrado.


El complemento necesario para abordar ese debate viene de la mano de las declaraciones vertidas por el “indio” Bonet en la improvisada conferencia de prensa que brindaron los evadidos tras que, en una inédita y exitosa operación conjunta entre las tres fuerzas guerrilleras más importantes de Argentina de entonces, ERP, FAR y Montoneros,[6] habían tomado el penal de Rawson[7] donde los tenían aislados geográficamente y luego el aeropuerto de Trelew, otra ciudad patagónica situada a veinte kilómetros de la primera, donde, a su vez, tomaron un avión en el cual fugaron hasta Puerto Montt, Chile, 6 de los guerrilleros que estaban prisioneros.

Rubén Pedro Bonet, de origen obrero, que luego sería uno de los 16 masacrados, inició la conferencia de prensa aquel 15 de agosto de 1972 en representación del ERP y expresó con claridad y contundencia: “Aquí en la Patagonia, concebimos esta lucha, esta acción, como la continuación de la lucha que libraron los obreros rurales, los obreros industriales, que en 1921 fueron asesinados por el Ejército, por la represión (…) Somos los continuadores de ellos. Somos los continuadores también del General San Martín, porque estamos en la segunda independencia por la liberación del imperialismo yanqui y por la construcción de la patria socialista”. Mariano Pujadas, de Montoneros, que lo secunda en el habla y otro de los que morirán fusilados, es taxativo: “Yo creo que no hay nada más que agregar a lo que dijo el compañero, es cuestión de afirmar nuestra voluntad de lucha junto al pueblo…”. El texto completo de la conferencia también está incluido en la edición del FCE.

Bonet lanza la piedra: no somos locos ni somos malhechores, como creían los navales, somos los que seguimos la huella liberadora que marcó San Martín y los que, con nuestra militancia, honramos la lucha de los masacrados -fueron miles- en lo que la historia conoce como las matanzas de la Patagonia Trágica o la Patagonia Rebelde, una saga de resistencia popular a la explotación capitalista que fue estudiada hasta la extenuación por Bayer y bien reflejada en el cine en la película de Olivera.


Del cruce del diálogo en la cárcel entre Paco Urondo y los sobrevivientes de la masacre y las declaraciones de Bonet en el aeropuerto de Trelew, 50 años después, surgen acuciantes interrogantes, pero lo sintetizo en uno solo: ¿dónde quedó toda esa energía vital que se reconocía parte de la continuidad histórica de un enfrentamiento heroico e inconcluso y que, por coherencia y consecuencia, empeñaba al servicio de esa causa la vida misma? Volver a recorrer las páginas de La patria fusilada nos devuelve la intensidad actuante y sin fisuras de los protagonistas de ese momento histórico y, a la vez, nos arroja en el rostro el vacío y la insatisfacción que viene promoviendo lo políticamente correcto.


En esa dirección, hay un plus siglo XXI que suma la reedición de La Patria…y es el prólogo escrito por Ángela Urondo Raboy, hija de Paco, militante montonero asesinado por la dictadura de Videla en 1976, y ella misma una sobreviviente del terrorismo de estado ya que, siendo una bebé, fue secuestrada por las fuerzas conjuntas que asolaban la Argentina.

El texto atesora un magnético vuelo poético y merecería ser transcripto entero. Sólo anotaré lo que sigue. Escribe Ángela: “Podría escribir sobre cualquier otra cosa en este momento, algo lindo, un dibujo, una canción, o una receta, un cuento, un poema. Podría ponerme a inventar un idioma nuevo (…) un texto que no revuelva el horror, que no lo replique, que no perpetue los daños, que no los multiplique (…) Quisiera hallar un punto de fuga a este encierro. Dejar la masacre para otro momento, otro día. Para otra vida (…) No tiene sentido querer evadirnos de nosotros mismos, es un fracaso anticipado este intento de huida. El compromiso es con ellos y con nosotros, en ellos”.


Cincuenta años atrás, el testimonio de los sobrevivientes es la misma gota de agua. Paco pregunta: “¿Y así termina esta historia?”. Alberto Camps le responde: “A veces alguien se acerca y dice: ¿me podés contar si a vos no te molesta? Para nosotros, relatar lo de Trelew es una obligación. Para con nuestro pueblo, por todos los compañeros que murieron allí”.

El entrañable turco Haidar cierra el libro original con un clamor que hasta hoy sigue vigente: “Quería decir que nosotros, cuando hablamos, estamos contando la experiencia de todos, de los que murieron y de los que vivieron. Es una cosa totalmente impersonal. Si algo tenemos que hacer, si para algo sobrevivimos nosotros, es para transmitir todo eso que los otros por haber muerto, no pueden”.


Los tres sobrevivientes de la masacre de Trelew y el autor del libro no sobrevivieron a la dictadura militar que devastó la Argentina entre 1976 y 1983.


Paco había escrito uno de los mejores poemas en lengua castellana que principia así y eternamente:


“Si ustedes lo permiten, prefiero seguir viviendo”.


El poema, se titula, simple y eternamente: La pura verdad.



Pablo Cingolani

Antaqawa, 10 de julio de 2022



[1] Lo escribió con su sangre. Es la parte más entrañable de esta historia.


[2] Tomado de https://www.agenciapacourondo.com.ar/dossier/vicente-zito-lema-pensando-en-el-22-de-agosto-de-trelew. Escogí este extracto de un poema de Vicente, a quien no veo hace décadas, porque con él y con los compañeros de la Juventud Peronista Universitaria organizamos un acto de homenaje a los Mártires de Trelew en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires el año 1984. También participó del acto Juana Bettanin, madre de Leonardo, militante montonero, periodista, diputado, secuestrado y desaparecido por la dictadura de Videla y ex estudiante de la facultad. Al acto, no adhirió ninguna otra fuerza política. Esos años de transición democrática, tras que el gobierno de Alfonsín impulsara la “teoría de los dos demonios” -que equiparaba a los responsables militares del terrorismo de estado con las comandancias guerrilleras-, reivindicar a los Mártires de Trelew no era, diríamos hoy, políticamente correcto.


[3] Pistola Ametralladora Matheu, un arma diseñada y fabricada por el ejército argentino.


[4] Fusil Automático Ligero, una de las armas más utilizadas después de la Segunda Guerra Mundial.


[5] Por la presión popular y la promesa de campaña, los 4 estaban a punto de ser liberados de la cárcel, junto al resto de los presos políticos, tras la asunción del gobierno peronista del “Tío” Cámpora. Urondo aprovechó la feliz coincidencia en las celdas dictatoriales para juntar a los únicos tres sobrevivientes de la masacre y labrar con ellos un testimonio único e irrepetible, una joya de la prensa militante y revolucionaria.


[6] ERP: Ejército Revolucionario del Pueblo. FAR: Fuerzas Armadas Revolucionarias. El ERP se adscribía al marxismo-guevarista. FAR y Montoneros se reconocían en la identidad peronista. El orden de enumeración de las organizaciones armadas no guarda ningún tipo de jerarquía. Mariano Pujadas, montonero y uno de los masacrados, lo refirió así en la conferencia de prensa que los guerrilleros evadidos del penal brindaron en el aeropuerto de Trelew el 15 de agosto de 1972. Dijo Pujadas: “Aquí hay compañeros de tres organizaciones: del ERP, de las FAR y de los Montoneros”, para luego remarcar: “Esta acción es significativa de nuestra voluntad de unirnos”. Nació de la realidad militante de entonces como también lo contó Fernando Vaca Narvaja, uno de los evadidos, en Santiago De Chile: “El recibimiento del pueblo chileno a las tres organizaciones revolucionarias, expresado en cada uno de los compañeros en la consigna de «ERP, FAR, Montoneros son nuestros compañeros», también nos muestra con claridad cuál es el sentir de los distintos pueblos que luchan por la liberación de sus patrias”. También hay un poema que recuerdo de Juan Gelman que refiere así a la trilogía armada. Las declaraciones del “vasco” Vaca Narvaja (Montoneros) están incluidas en una entrevista conjunta con Mario Roberto Santucho (ERP) y Marcos Osatinsky (FAR) que les hizo la revista chilena Punto Final y que fueron publicadas en su edición del 12 de noviembre de 1972.


[7] La ciudad de Rawson es el capital de la provincia de Chubut, República Argentina.

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