Vitaliano Trevisan, el último Pasolini


Al terminar el Prólogo a Todo se desmorona de Chinua Achebe, Marta Sofia López, recuerda una cita de Walter Benjamin, ahí se sienta la condición humana: “No existe un solo documento de la civilización que no sea al mismo tiempo un testimonio de la barbarie”.

Vitaliano Trevisan es el último Pasolini, y Black Tulips es Petrolio, ambas obras aparecieron póstumas a los dos autores.

El viaje dantesco (lejos del mapa y en el territorio y viceversa) inicia en una de las periferias que han ido metamorfoseando el paisaje de las provincias italianas. Tristissimi giardini (Tristísimos jardines) es la clave de lectura, Works su passpartout, Beckett, Bernhard y Céline son los Cicerones de esta aventura sin perspectiva, en una Nigeria que es la Historia del colonialismo inglés, del tribalismo milenario, de matriarcados y esclavitud. Un Infierno penetrado hasta las vísceras en putrefacción. La avanzada máxima permitida a un Oyibo (el hombre blanco) para ver con sus propios ojos la existencia del horror kurtziano…

El mundo de los últimos, tan amado por Pasolini, vivido y conservado en fragmentos de memorias vivas por Trevisan, las prostitutas y las Jagua Nana tan fabulosamente descritas por Cyprian Ekwensi, el mundo desmoronándose frente los ojos de Chinua Achebe, hasta llegar al límite: “Sottile é anche la línea che separa disperazione e felicitá” (Delgada es también la línea que separa la desesperación y la felicidad).

Vitaliano Trevisan entra en un túnel - la estética del fragmento y del destrozo civilizatorio - como un rayo de luz que termina en la noche. Nunca más saldrá de ahí.

Maurizio Bagatin, 11 noviembre 2022

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