Chejov / EJERCICIOS DE MEMORIA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot / LE COQ EN FER

A Anton Chejov le gustaba jugar con miguitas de pan mientras nadie lo veía. Olvidaba que Gorki era muy detallista y que habría de contarlo. Chejov, el gran hacedor de diminutas pelotas de pan.

Ricardo, un amigo antiguo, me pidió que escribiese sobre este autor. Como no soy buen crítico, me situaré en sus anteojos y relataré las cosas que va (o iba) viendo Chejov en su diario trajinar.

El campo ruso es intensamente amarillo. Trigales crecen sin medida. La silla de mimbre, fuera de la casona, mueve el horizonte de arriba abajo.

Cuando graznan las cornejas trae mala suerte. Graznan todo el día. Un caballo cansino trae fatigosas visitas y no queda otra opción que aburrirse. El centeno se mueve al son de la brisa.

Soy los ojos de Chejov.

La noche ha caído. La bujía enciende un sol opaco. Letras y tinta se entremezclan como fantasmagóricas figuras venidas del bosque. El ventanal da a la luna. Es cuestión de memoria, escribir: la visita al médico que enloqueció entre sus pacientes; el soldado francés y el beso a un fantasma; todos los cuentos posibles, todas las argucias, presunciones, presagios, males, bienes humanos. Yo, Chejov, como Dios voy inventando el mundo.


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Publicado en TEXTOS PARA NADA (OPINIÓN/Cochabamba), 13/04/1988
Publicado en el blog del autor, LE COQ EN FER, 17/09/2017

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