Mari Tere Paz


Concha Pelayo

Utilizo tu nombre y apellido para encabezar este relato porque tú eres mucho más que una simple amiga de la infancia. Tú has sido durante muchos años la musa que se ha erigido en protagonista de la novela que siempre he querido escribir y que permanentemente escribo sin saber si algún día seré capar de acabar. Guardo por mis carpeta y cajones, pequeñas frases, breves relatos donde el nombre de Mari Tere siempre es protagonista.

Después de tantos años, veinte o quizás más, sin vernos, hoy, esta misma mañana, nos hemos reencontrado nuevamente. Nos hemos abrazado, nos hemos mirado escrutadoramente y nos hemos dicho muchas cosas, al tiempo que tomábamos una taza de té: Murió tu padre, murió el mío. Murió también tu hermano Eduardo y un primo mío que tú también conocías. Tu prima Mari Pili, me dices, se ha hecho pitonisa. Sorprendida e intrigada he tomado rápidamente su teléfono para indagar, para que indague en mis, a veces, incompresibles reacciones. Qué raros somos los seres humanos, me has dicho, cuando te he comentado muy someramente algunas de mis inquietudes.

Me has enseñado fotografías de tus seis preciosos hijos. Qué maravilloso debe ser el haber tenido seis hijos y todos tan sanos y tan vitales. Tú te has sorprendido de que yo sólo tenga una niña. Te habías hecho a la idea de que tenía dos y más mayorcitos. No en vano nos casamos al mismo tiempo, con pocos meses de diferencia.

Te he recordado el gato negro de angora que tenía tu abuela, aquel gato que te llenaba la ropa de pelos. Lo recuerdo subido en lo alto de la escalera de la casa muy erguido, mirándote y esperando a que llegaras hasta él entre los geranios que adornaban ambos laterales de la escalinata de madera. ¿Recuerdas a la Loba? me preguntaste. Aquella perraza que teníamos y que era un auténtico guardián. Ya lo creo que la recuerdo, un día me mordió porque me acerqué a tu bolsa a recoger algo mío que guardaba en ella.

Este encuentro ha hecho un profundo paréntesis en mi alma. He cerrado los ojos para que este evocador momento no se aleje. Desearía retenerlo, incluso borrar el tiempo y comenzar desde entonces. Qué felices fuimos en la niñez. Cuánta despreocupación e irresponsabilidad. Aquella maravillosa niñez nuestra en nada se parece a la de nuestros hijos. Y es que nuestro pueblo y su entorno es ideal para hacer las delicias del niño más exigente. Mi hija se queda boquiabierta cuando le cuento nuestras andanzas. A veces me dice, de pronto, cuéntame cosas de cuando tú eras pequeña.”

Este texto lo he encontrado esta misma tarde, después de que te has ido, Mari Tere. Otra vez juntas, han vuelto a pasar otros veinte años. Acabas de cumplir ochenta y yo voy camino de ellos, Pero, qué jóvenes estamos todavía, nos lo hemos dicho la una a la otra, mirándonos y compartiendo nuestras vivencias. Has estado conmigo cinco días. Has venido desde Santander y hemos vuelto a recordar todo lo que llevamos en nuestra piel, lo que no se despega de ella.

Ha sido muy agradable comprobar que nuestro amigo de infancia, Satur, sigue prendado de tu belleza madura, de tu arte, de aquellos retratos que hacías de pequeña. Satur creía que tú tenías que estar triunfando en París, que tenías que ser un referente, que él empezó a pintar por ti, porque todos los años en el concurso de pintura tú ganabas el primer premio y él te admiraba profundamente; y de aquella admiración supo que él quería ser pintor. Él lo es ya. Podría incluso vivir de la pintura porque es un artista reconocido y se ha sorprendido de que tú no hayas continuado. Le has dicho que criar y educar seis hijos tras un divorcio, no fue fácil. Maritere sigue pintando y esculpiendo, pero no de forma profesional. Ama el arte como todo artista, pero se conforma con pintar para ella y para sus amigos y familia. Precisamente, me ha traído dos preciosos cuencos de cerámica, esmaltados. Uno de ellos lleva grabados el nombre de algunos de mis libros. Mari Tere siempre es ingeniosa y creativa. Me ha traído otro más pequeño en el que ha grabado en relieve unas flores. También una manta de sofá, a ganchillo, azul y blanca. Todo muy elaborado.

Han sido unos días llenos de magia y de recuerdos. Recuerdos de toda una vida. De la nuestra.

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