Gatos, persianas y arañas, todos los arqueros de Cecchini (Tzechini)


“Solo los arqueros saben lo que realmente significa el olor del pasto" - Dino Zoff -

El primero y el último de los guardametas de Tzechini nunca los vi jugar con mis ojos. Nogherot, vivía en el Canton, lugar fundacional del pueblo, y hace poco supe que fue un buen arquero. Bigotes sudamericanos y mirada firme, lo imagino ahora enfrentando a los adversarios que se acercaban al área o hipnotizándolo al patear un penal, como el arquero Mapuche de un Mundial olvidado, disputado en una imaginaria Patagonia en el año 1942.

Ivan Provedel, el ruso-italiano, es el hijo de Nacio, el emprendedor anarquista del pueblo. El stajanovista sueña Yashin y con defender el arco de la Nazionale. A veces marca también un gol, acordándose de sus inicios como delantero y empujado por los genes excéntricos de sus padres.

A todos los demás los conocí muy bien.

Durante los entrenamientos en la cancha de la casa de Nancio, llegaban Caio Sist y Mauro Martin, ellos eran nuestros entrenadores oficiales para los llamados Juegos de la Juventud. Caio era el técnico en la cancha mientras que el Mauro fungía de director táctico, una simbiosis místico pueblerina llena de empatía. Intentando armar al equipo, los dos se vieron aun sin un arquero de confianza, fue ahí que, a pesar de ser el más pequeño del grupo, me ofrezco para defender el arco de la selección. El Carletto empieza a patear, luego el sin gracias del Claudio, terminando por el que no tenía piedad, Pier Paolo, y así uno empezaba a calentarse las manos, guantes de lana para el invierno (nada que ver con estas psicodélicas ornamentarías de hoy) y rodilla mutiladas, alguna buenas tajadas me permiten ganar la confianza de los dos entrenadores, pero mi estatura no es de ayuda y el festín dura poco. En aquel entonces llega a vivir en Cecchini Roberto Minusso, todos los conocían porque era el hijo de Toni, un personaje que parecía salido de una novela de Riccardo Bacchelli o de un film de Pietro Germi. Él tiene un “pasado” de arqueo en los mismos juegos pero en otra comunidad, y tienen unos veinte centímetro de ventaja, entonces él entra al arco. Yo me haré cargo de la defensa como antes, como siempre.

El Lolo era una persiana eternamente cerrada. Podían los delanteros intentar meter la pelota ahí donde se encuentran el travesaño con el poste y ahí él estaba. Podían intentar meterla al ras del pasto con todas sus fuerzas pero el ahí se encontraba, siempre sigilando la persiana. Intentaban driblarlo, esquivarlo, engañarlo con palomitas o dándole raros efectos a la pelota y el Lolo seguía ahí. Cuando se lanzaba a tierra parecía ver el Luciano Castellini de los años setenta, puro estilo y elegancia, elástico como pocos arqueros, no lo fue con la vida, ella fue un poco más fuerte que él y nuestro James Dean fue más guardameta por sus gestas que por su tiempo de duración. Efímero como la belleza.

Luego vino Pierino Tesolin, siempre bien posicionado hasta parecer un portero sobrio, muy bueno en sus salidas siempre a tiempo, se lanzaba a la derecha y a la izquierda con infalible calculo, pareciéndose a estos grandes arqueros de la gran tradición friulana de guardametas, un poco Dino Zoff y un poco Lorenzo Buffon (sí el tío de Gianluigi Buffon), siempre en horario, siempre en orden.

Y un Albertosi criollo lo tuvimos también nosotros en Cecchini, él era Alberto De Bortoli, físico diseñado para ser arquero, un poco loco en su área chica pero gran organizador de la defensa y gran arrastrador del equipo adentro y afuera de la cancha. Su deleite fue el Milan de Sacchi y su digestivo no podía ser que el Amaro Ramazzotti.

Las canchas embarradas de Vallononcello o de Visinale eran siempre su casa, con una vista de águila y siempre irrequieto o callado, era un poco arquero y un poco jugador, Riccardino De Marchi se lanzaba por todo lado, mas eran aguerridos los adversario y más él se exaltaba. Atajaba lo imposible y por eso alguna vez no atajaba lo posible.

Otro De Bortoli era Graziano, mucha determinación pero poca posición en el arco, se lanzaba siempre también cuando y adonde no estaba la pelota, su generosidad era más fuerte que él, su voluntad un poco menos eficaz. Lo hubiera visto bien disputando el calcio fiorentino, aunque sin los trajes de aquel tiempo, lanzarse en las plazas del Renacimiento como juglar de un deporte aun en formación.

Paolo Zucchet es el hijo del gran electricista del pueblo, Milo, él fue un farol en la cancha del Visinale. Desde chiquito adquirió la confianza en un club que fue siempre exigente con sus guardametas. Todos los arqueros de Cecchini pasaron por ahí, todos pisaron la famosa cancha vieja, donde Dante iba preparando el té caliente y bien dulce para el final de los entrenamientos, donde e Tío Enzo iba a llevarnos y recogernos y Bepi Picol a iniciar nuestra aventuras futbolísticas.

Rol fascinante, rol que siempre ha merecido el número 1 en la camiseta; desde ahí siguen viendo todo el espectáculo siempre desde lejos, siempre de cerca, jugado también con las manos, con los brazos, con las piernas, hablando más que los otros jugadores, gritando, silbando o en el silencio de la acción lejana y de repente con la endorfina que sube, en el tiro de la esquina que salten los más altos, en los tiros libres a preparar las barreras como arquitectos o ingenieros, calculando los pasos, las posibles trayectoria de los remates. Sin logar a veces abrazar al compañero que metió el gol, así tan lejos. Cuando el sol te enceguece, el sombrerito americano y los guantes también en verano. Eres otra poesía. Terminas los entrenamientos y todos ahí a patear tiros libres y penales, a seguir bombardeando al arquero que siempre bien embarrado y feliz se entra por ultimo a la ducha. Luego hay siempre quien le dice que “¡tanto domingo puedes descansar, los adversario no tienen un buen ataque…!”

Maurizio Bagatin, noviembre 2023

Imagenes: 1- Ivan Provedel, guardameta de la Lazio 2023-2024
2- Tres de los grandes guardametas de Cecchini en un solo equipo: Graziano De Bortoli, Pierino Tesolin y el Mítico Lorenzo Lechner, llamado Lolo






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