Márcia Batista Ramos
¿Cómo es el canto de las sirenas? Dicen que se las escucha por los mares del sur. Debe ser cosa de algún latinoamericano que navega desde Paraguay, hasta un punto, específico, de la costa africana cargado de cocaína. Ahora, las noticias no dan cuenta del paradero de Sebastián, nadie sabe que fue a ser rey en África, ya que en el país andino le dijeron:
- “Sí. Pero, no. Pero, sí. Pero, pero…”
Sebastián se marchó, dejó sus pilchas, autos y mansiones atrás. Los amigos que le conocían con el nombre de Luis, Paulo, Gabriel, Enrique, Marcelo u otro alias, se quedaron en la cárcel repleta, sin voz y sin voto, porque nadie tiene que saber nada de aquello que ellos no saben. Son absurdos delirantes de la realidad. Son abusos de un Estado que no se respeta, por eso, da guarida a sus amigotes que pagan con billetes verdes los pasaportes y otros papelillos.
- “Con “Santo y Seña” uno viaja lejos”– le decía el abuelo al nieto hiperquinético. Mientras el niño, imaginaba que haría lo querría e iría a donde se le venga en gana.
En sueños y en pesadillas Sebastián se revelaba como un gánster, en la realidad de su día a día, era un buen muchacho, amigo de sus amigos, deportista y amante de su familia. Pero, es importante decirlo, era verdugo de sus enemigos.
¡Pobres enemigos! Con “Santo y Seña”, nadie precisa matar a nadie. Basta pagar para que otro lo haga. Bien lo recuerda el juez, que, en plena luna de miel se fue a descansar bajo la línea del horizonte. Ahora la lista de los mandados está llena. En el país andino hay tipos que se persignan a cada media hora, esperando protección del Dios, de la Virgen y de la Pacha. Redoblaron el número de guarda espaldas y están nerviosos, porque cualquier paquete o sobre puede ser una bomba, cualquier vendedor ambulante pude ser un sicario, cualquier comida puede estar envenenada, cualquier prostituta puede ser un hombre.
No existen soluciones imaginarias para negociar con Sebastián, el hombre tiene al toro por los cuernos. Hubo una traición de quienes debían protegerlo, porque él pagó por la protección. Ahora, son muchos los que le fallaron y esperan la llegada de un emisario, uno que venga a arreglar las cuentas en diciembre, tal vez, vestido de Viejo Pascuero y les diga:
- “¡Santo y Seña o la vida!” – sin saber la respuesta dirán:
- “¡Por favor, hermanito!” –y sin más prolegómenos, recibirán una ráfaga que teñirá de sangre su humanidad. Mientras los sicarios vestidos de Viejo Pascuero dirán en coro:
- “¡Ho! ¡Ho! ¡Ho!
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