¿Quién no sufre y quien no goza de este mes, ya transcurrido o carcomida la mitad del año? Pasado mañana otra vez recordar aquel 14 de juillet y ¡Vive la France! Nostalgia un poco romántica y un poco nerviosa. El sudor placentero de este mes frente a la arrogancia de las canículas del tiempo perdido; Proust en camiseta frente al Bois de Boulogne. Seremos serios en estos días, mi recuerdo va caminando en la soledad de la Rue du Mont Thabor a las 5 de la madrugada, cuando el único movimiento es lo de las barrenderas bantúes, y la melancolía reconduce al primer piso de un frio departamento de la alta burguesía parisina. Sigue caminando solo el fantasma de Marlon Brando.
Anoche me dejaron sin copa para el vino de honor. “Maníes y papas fritas a seco”, me quejé con el barman del lugar del evento. Los libros no deberían ser presentados en el silencio: la próxima vez invitaré a Céline o me iré inspirando con los Blues Brothers. Hay una literatura académica y unas letras que no debería faltarnos para leer nuestra condición humana. Me retiro caminando lentamente sobre una gravilla silenciosa al ser pisada.
Al Cesar lo que es del Cesar. Julio es infernal, mes de porosidad intensa y del lugar donde quisiéramos quedarnos eternamente, lejos del invierno, al lado de aquel campesino que suda el manojo de trigo cargado sobre los hombros. Julio merece ser representado por una figura de piedra fría, levigada y desnuda, sin la mirada que Modigliani les asignaba a sus mujeres. Con la concentración que ofrecen las aspas de un ventilador prendidas, dejarse llevar por el vértigo de las interminables jornadas que conducen a la Noche de San Lorenzo, ahí agosto, como una furia faulkneriana nos reconducirá al ocio y al vino.
Las hojas de los árboles son firmes como un cuadro de Morandi: el clima, nos contaba mi abuela, se quedó soltero por hacer siempre lo que le da en gana. Julio es mes lleno de proverbios. Y me hubiera gustado transcurrirlo siempre y solo narrando, quedándome como aquel ser representado en una poesía de Sandro Penna: “Yo querría vivir adormecido/dentro del dulce ruido de la vida”. Todos los momentos felices y los menos felices. Escribir de ellos.
Mirábamos, como lagartijas al sol, todo cuanto se resistía al ser efímero, la luz del sol, una libélula, la amapola rozada por el viento. No hay otro mes, nos decíamos, otro mes tan caprichoso y terco. Dejábamos el trabajo con toda la inercia y el deseo de no volver nunca más. Funesto capitalismo salvaje que en las jornadas mas largas se inebriaba de nuestro sudor. Bestialidad del hombre. Fuga de nosotros hacia el grito salvaje: el consuelo fue siempre la más inocente evasión, la naturaleza. Y siempre, con un canto de las sirenas, nos desdoblábamos y una sorda astucia nos conducía hasta nuestras casas. El ultimo testigo de julio fue un film de Wim Wenders, El cielo sobre Berlín.
Maurizio Bagatin, 12 de julio 2024
Imagen: Giorgio Morandi, Still Life, 1940
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