La ruta de los volcanes


Amalia Caridad Cordero Martínez / Jagüey Grande/ Matanzas

Abro un chat de whatsApp y de pronto me impacta un libro de colorida portada. Destaca en el centro una típica rumbera cubana. La custodian imágenes cotidianas para nosotros, fachadas de edificios, palmas, almendrones. Me llegó a través de la promoción de una Feria Virtual del Libro en España. Cuenta ochenta y ocho páginas. El título, sobredimensionado, en el tamaño de las letras: Hasta nunca, comandante, lo interpreté como una firme despedida de alguien que ha emigrado y no abriga ninguna posibilidad de regreso a su país natal. Debajo, menos llamativo el subtítulo: La ruta de los volcanes, refiere un suceso histórico de envergadura que se encierra en una frase de carácter colectivo. Me trae millones de historias personales de las que, muchas de ellas, las tengo muy cercanas y como las historias de la Biblia, las he conocido por transmisión oral. Hasta el momento en que esta publicación llega a mis manos, no había conocido otro libro sobre esta temática.

El autor es Víctor Ramírez Casero, nacido en España, en 1975. Según relata, lo unen a Cuba fuertes lazos desde hace años y como amante de la comunicación en forma oral, pudo recopilar las historias y se decidió a enhebrarlas y con ellas incursionar en el mundo de la escritura. Lo ha publicado en la Editorial Loto Azul, de su país. Los agradecimientos a la testimoniante se destacan al inicio. Ella deviene en el personaje Paula, integrante de un grupo de doce personas, todos cubanos de diferentes edades y lugares del país de donde salieron en avión de forma legal para después atravesar Centroamérica sorteando controles fronterizos para poder ingresar a los Estado Unidos de Norteamérica. Considero importante la aclaración que aparece al final de esta primera página: … Este relato no tiene la intensión de inducir ni ser fuente de inspiración para que nadie se lleve a cabo algún tipo de acto relacionado con la migración ilegal, tráfico de personas o similar… El propósito es mostrar los hechos y situaciones de la realidad vivida por quienes han contado su experiencia.

A mi pedido para poder leerlo, el autor amablemente me envió el primer capítulo. Muy pronto me sensibilicé con la historia porque, como atinadamente me refirió Víctor: —Yo en el libro he tratado de reflejar la parte más humana y emocional del proceso, para provocar la empatía en el lector con los personajes, que bien pudieran ser de cualquier otro país distinto a Cuba, pues los sentimientos y los dilemas humanos no están clasificados por banderas.

Quizás, porque seis décadas atrás, siendo más joven que Paula, igual, protagonicé una historia y un futuro en busca de realización, es que esta historia se parece a la mía. En aquella ocasión cubrí el mismo viaje que ella, de Pinar del Rio hacia La Habana y de allí para una escuela que estaba a mil kilómetros de mi casa y ninguno de nosotros, imberbes mochileros, tenía información cierta de cuáles serían las condiciones. Fue aquél, un viaje azaroso en un tren con asientos de madera. Como Paula, también, durante el viaje conocí personas de todo el país. Nos acompañaba la misma nostalgia por el desapego y la incertidumbre de si lograríamos lo soñado al poner a prueba impulsos internos y emociones desconocidas hasta el momento, para continuar cada día dando un nuevo paso hasta llegar al final. Las dos emprendimos la travesía, atrapadas entre el pasado que quedó en casa y el futuro que por momentos se volvía incierto.

Este libro me resulta muy agradable porque durante el parlamento de los protagonistas aparecen términos muy característicos de cada una de sus regiones de procedencia y cómo el autor los detalla en referencias por lo que las anécdotas se vuelven muy familiares y vigentes en estos tiempos. A pesar, de la distancia que separa a Víctor de mi país, desde su posición de narrador omnisciente en tercera persona, denota la fidelidad a cada testimonio personal y a nuestro léxico, así como a las necesidades que enfrento a diario. Por eso he podido sentirme parte de los temas que surgen durante el trayecto que, sin dudas, son los mismos que a diario escucho entre los vecinos cuando pasan junto a mi puerta. En el aire quedan sus anécdotas del carbón que debieron encender temprano o el calor y los mosquitos que los castigaron durante largas horas sin electricidad o lo que intentan tratar de conseguir para montar el almuerzo.

Cada uno de los que parten, y los que se quedan, tiene armas suficientes para emprender la lucha con el día a día para vencerlo y así continuar la vida. Los que emigran tras sus sueños son parte de un solo cuerpo que forma esta pequeña isla con un solo objetivo: cumplir sueños.

Se reflejan momentos muy difíciles preñados de miedos e inseguridades, desconfianza y pesimismo. Asoma la idiosincrasia que se injerta al convivir con perentorias necesidades cuando son inevitables las comparaciones, como medidores de diferencias; las tierras que observan sembradas junto a las vías y no yermas como las que dejan atrás y los mercados surtidos que constituyen una añoranza. A la vez no falta, entre ellos, la solidaridad con el más desvalido durante las travesías por terrenos escabrosos. La ruta se vio matizada por el intercambio de vocabularios y tradiciones a través de leyendas y recetas de cocina en los lugares donde pernoctaron. El delineado de los personajes da fuerza a la trama, porque se respeta la forma de expresarse con naturalidad e intercambiar con el resto de los migrantes, en sus diálogos con familiares y el actuar autoritario y frío del coyote o de los que sirven como eslabones en esta cadena. A pesar de los sueños, que mueven grandes esfuerzos, hubo situaciones críticas como el cruce del maizal:

El resto del grupo también se fue tirando al suelo más como un acto reflejo que por estar entendiendo lo que ocurría. Agazapados entre las cañas con miradas de temor e incertidumbre que iban de los ojos de unos a otros y también hacia la parte de arriba sobre sus cabezas, estaban atentos a las palabras de Ernesto.

Al fin salieron del maizal: …Al otro lado estaba una alambrada que debían cruzar lo más rápido posible. …Y nada más atravesar la alambrada el último de los migrantes del grupo, los hombres volvieron a dejar los alambres en su estado original y emprendiendo el regreso, desaparecieron a través del maizal.

Hacia el final del libro aumenta la tensión en las narraciones en la medida en que la hora decisiva se acercaba: …A Paula aún le seguía impresionando mucho ver aquellas caravanas de personas caminando como autómatas, con paso firme y siempre ligero a pesar del cansancio, de la edad o el mal estado del calzado.

Aquí está la voz de los protagonistas en situaciones límites dentro de este suceso en Centroamérica a inicios del siglo veintiuno que involucró como testigos a los países de la región y a países distantes, Venezuela, Haití y Cuba. Esa voz continuará haciendo historia para generaciones venideras que podrán conocer intereses desde el punto de vista sentimental y económico, en los que partieron y en los que quedaron en espera tensa. En otra arista asoma un gran negocio no exento de grandes riesgos que, en ocasiones, tuvo saldo negativo para algunos y la alegría para otros, de un deslumbramiento ante la nueva vida y al asumir una decisión definitiva.

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