LORENA LEDESMA -.
Cuando empecé a perder la esperanza me aferré a un lápiz y un papel. En un cajón de mi escritorio tenía siempre una resma de hojas blancas esperando que le diera un uso digno que justificara el deterioro a la ecología que conllevaba su elaboración. No sé cuál podría ser el uso digno de una hoja de papel, pero a mí me servía para canalizar mis frustraciones. Dibujaba durante horas en una habitación semi oscura. Imaginaba mundos imposibles y situaciones surreales en las que no faltaba el sexo y la violencia. Hice extrañas historietas durante cinco años llegando a la increíble suma de 1000 páginas ordenadas y perfectamente diagramadas. Las presenté a unas pocas personas de mi confianza. La mayoría coincidió en que estaban bien hechas y la trama era sólida. Compré entonces lapiceras estilográficas y pasé una por una esas hojas hechas a mano alzada. Remarqué ojos tristes, cuerpos estilizados, pétalos de rosas, alas de palomas, edificios y automóviles. Con la computadora rellené fondos y corregí líneas.
Me sentí muy contenta cuando lo terminé, pero pronto me arrepentí y pensé que no estaba bien hecho. Todas esas hojas, todo ese conjunto de papel malgastado y tanto tiempo perdido me pareció un esfuerzo inútil y sin sentido. Lo guardé en una bolsa y puse los archivos en un cd. Una semana antes de decidir mi regreso a Corrientes rompí hoja por hoja y destruí el cd.
Me sentí muy contenta cuando lo terminé, pero pronto me arrepentí y pensé que no estaba bien hecho. Todas esas hojas, todo ese conjunto de papel malgastado y tanto tiempo perdido me pareció un esfuerzo inútil y sin sentido. Lo guardé en una bolsa y puse los archivos en un cd. Una semana antes de decidir mi regreso a Corrientes rompí hoja por hoja y destruí el cd.
Esta tarde aburrida recordé cuántas tardes aburridas perdí el tiempo inventando un escape de la realidad.
2 Comentarios
Debo reconocer que cuando leí este correo quedé tristemente perplejo. Tal como lo he hecho otras veces, lo sustraje y lo convertí en un texto independiente. La creación tiene un valor difícil de describir en palabras. Imaginé lo que había en esas mil páginas, repasé episodios, diálogos y rostros. Di vuelta hoja tras hoja y me encontré con historias humanas profundas y divertidas, personajes extravagantes, mariposas parlantes y plantas que recitaban de memoria a Nietzsche.
ResponderEliminarSé que nunca lo volverás a hacer, y aunque intentaras rehacerlo, no sería exactamente igual. Como si Da Vinci hubiese quemado la Mona Lisa para calentarse en un frío invierno.
Un abrazo grandote mi querida Lorena.
Desgraciadamente no puedo dar garantías de que eso no vuelva a suceder... Es posible que ese exterminio sea una forma peculiar de volver a empezar y retornar a la alegría del día a día.
ResponderEliminarUn gran abrazo Jorge.