Vivimos la era de la comunicación global. Internet es hoy parte de nuestra vida diaria y disponemos de ella en nuestros teléfonos, en la tv, en los IPads...
Los niños actuales nunca han visto una máquina de escribir, e incluso los ordenadores de mesa les parece algo monstruoso, algo "del pasado". Y no digamos si además la pantalla ya no es plana... ¡Si hasta los portátiles les empiezan a parecer cosas de mayores!
Las redes sociales lo impregnan todo, llegando incluso a modificar hasta el vocabulario e incluso la forma de escribir; no digamos ya la de expresarse.
Sin duda estamos en puertas de nuevos cambios, de nuevos avances, de una nueva sociedad donde todo se renueva a una velocidad astronómica.
Entonces, ¿podría alguien explicarme por qué los partidos políticos siguen empeñados en mantener una dinámica y una metodología del SXIX y del SXX para llegar a la gente en las campañas electorales?
¿Alguien podría explicarme por qué siguen insistiendo en efectuar mítines carísimos a los que sólo van los más fieles de sus correligionarios, aquellos a los que no es preciso convencer de nada ni explicarle nada porque, hagan lo que hagan y digan lo que digan, les van a votar? Y lo harían incluso sin esos macro espectáculos, sólo porque son "los de ellos", y punto.
¿Alguien cree que esos mítines, esa campaña, donde se despilfarrarán en total 42.000.000 de euros, va a servir para que alguien cambie de idea o decida a quién votar?
¿Y en base a qué decidirán? ¿A lo hecho de aquí para atrás? ¿A las promesas de futuro, que todos sabemos que incumplirán sea cual sea el partido político que las haga? ¿Al candidato más guapo o al más simpático?
Como en tantas otras cosas, los políticos siguen anclados en un inmovilismo con el que lo único que consiguen es que cada vez más, las personas a las que se suponen se dirigen, los veamos como actores de una mala obra de la que ya sabemos el final.
4 Comentarios
Las estructuras políticas se anquilosan apenas arrancan. Basta un breve momento de cierto éxito para que en lo posterior sigan viviendo de ese recuerdo ya transformado en gloria, en mito fundacional.
ResponderEliminarNi siquiera tiene que ver con una línea política, sino con la forma de estructurarse políticamente de las personas. El baronaje (más conocidos como cabrones) se apodera del liderazgo, de la conducción, de la elaboración de los estatutos, y la base pasa a ser un funcional rebaño de incautos sin ninguna incidencia en el rumbo del partido.
Tu lectura funciona perfectamente en mi realidad, y creo que en muchas otras, convirtiéndose en algo así como un fractal de la vergüenza de estos tiempos.
Un fuerte abrazo mi amigo.
Yo creo que la comunicación global no ha contribuido significativamente aún a generar una reacción articulada en contra de las estructuras políticas anquilosadas, porque este fenómeno ha contribuido a la fragmentación de las estructuras sociales básicas. Se han despersonalizado las relaciones humanas, ya que cada vez se dedica menos tiempo a la interacción real y se le dedica mayor tiempo a la interacción virtual, y esta ultima está centrada para la mayoría de las personas en intereses individualistas, serviles al ego personal.
ResponderEliminarEntonces, cada vez queda menos espacio para la transmisión de valores y acciones relacionados con el bienestar común.
Por tanto, si bien los mitines políticos no convocan más que a los pocos fieles que les quedan, eso no implica que los infieles sean una mayoría y menos aún que estén dispuestos a manifestarse en contra. La mayoría es un rebaño de borregos inconscientes.
Porque, de otra forma, esos mitines podrían ser aprovechados para manifestar la disidencia, entonces sí que estaría bien empleado el dinero que los políticos destinan a ellos.
Mis saludos y respetos Sr. Chamali.
Caroline
Caroline, coincido plenamente con usted.
ResponderEliminarDe hecho, a finales del XIX y principios del XX, a los mítines acudían todos, los que estaban a favor y los que no, y en ellos se generaba sanos -y a veces violentos, es verdad- debates donde el candidato explicaba quién era, qué pensaba y qué quería hacer si llegaba a gobernar, y los asistentes preguntaban, aplaudían o abucheaban según fuera su respuesta y sus deseos.
Era la manera casi única de exponer un programa, unas ideas, de que la gente viera en carne y hueso al candidato. Pero hoy en día, cuando nos es imposible escapar de sus discursos y de su presencia, donde las campañas duran desde que una elección acaba hasta que se produce la siguiente, los mítines son meros discursos en los que se elige hasta el público que aparece detrás del candidato o el que está en las primeras filas, para que den la imagen (artificial, por supuesto) que el partido desea para el candidato en esas elecciones.
Muchas gracias a ambos por sus aportaciones que no hacen sino enriquecer mi reflexión.
Es tanto el dinero desperdiciado en puras burradas, amigo Jesús.
ResponderEliminarLa población avanza velozmente, experimenta cambios de distinto tipo, se libera de añejas costumbres inhibitorias, conoce otras realidades, adorna su conducta, se educa o maleduca, pero siempre está inmersa en procesos muy dinámicos.
Todos nos percatamos de eso, todos sabemos para dónde va el buque, qué es lo que se debe hacer y no hacer.
Sin embargo, las estructuras políticas, y particularmente quienes las dirigen, suelen tener serios problemas de sordera, de vista defectuosa, de intuición desconectada, y perseveran en un esquema estático, pequeño, muy cerrado, que a ellos solamente les genera sentido.
Para conocer lo que pasa en el pueblo, piden más presupuesto y hacen grandes alaracas para pagar comisiones de supuestos expertos que deben hacer largos estudios sobre las posibles tendencias sociales en marcha.
Estudios que les sugieran a ellos antes que a nadie más sobre el devenir de los pueblos, para con ello adelantarse a los hechos.
Es decir, creen o simulan creer que van adelante, pero todos sabemos que van al último, rezagados, y nosotros debemos cargar con ellos, mangas de inútiles, solventándoles con nuestros hombros sus aproximados 40 mil dólares de salario mensual.
Un abrazo, amigo Jesús.