JESÚS CHAMALI -.
Le dijo que se llamaba María, pero seguro que era mentira.
En su oficio todas usan un nombre de guerra. Era como si usar el propio, el de verdad, las ensuciara o, simplemente, las hiciera más vulnerables.
Él la conoció de casualidad. De hecho era la primera vez que iba a una casa de putas y había ido acompañando a un amigo que necesita desahogarse después de 10 meses de obligada abstinencia.
Sí, María era una puta, por muy de lujo que fuera. Lo sabía.
Una puta muy joven y guapa.
Y muy cara. Vaya si lo sabía...
Tanto que sus servicios sólo estaban al alcance de altos ejecutivos o empresarios de éxito. Claro que él siempre sospechó que entre su selecta clientela habría algún político y, probablemente, alguien bien situado en el clero, pero ella, desde luego, jamás hablaba de sus clientes.
Lo de su amigo fue sólo un desahogo al irse de putas.
Lo suyo, sin embargo, fue un flechazo a primera vista en toda regla.
Nunca supo qué le había pasado, sólo sabía que tenía que verla de nuevo. Necesitaba verla de nuevo. Y eso que sólo estuvo junto a ella unos instantes antes de que su amigo la eligiera y otros minutos después de que acabara, mientras se tomaban una copa de despedida.
Verla de nuevo era toda su obsesión. No podía trabajar, no podía dar sus discursos habituales, no podía descansar. Sólo tenía una cosa en su cabeza: volver a ver a María. Estar con María.
Así, temblando un poco, con el sentimiento de vergüenza de quien se estrena en el oficio de putero, acudió de nuevo a la casa de citas, esta vez sin compañía, sólo para estar con ella.
Y pagó lo que le pidió sin rechistar.
Algo incómodo, sí.
Con un sentimiento de culpabilidad enorme, es verdad.
Pero con la certeza de que o lo hacía así o se volvería loco.
Su obsesión no desapareció con sus frecuentes encuentros con María. De hecho ella era como una potente droga para él. El sexo con ella era adictivo al máximo. Sin duda, valía cada céntimo de lo que le costaba estar con ella.
Poco a poco empezó a desatender su negocio, a retrasarse en los pagos, a vivir en tensión continua hasta que llegaba el momento de estar con ella. Vivía exclusivamente centrado en ello, ansiando como un estúpido adolescente que llegaran esas dos horas que pasaba a diario con ella.
Y él no era ya un adolescente estúpido.
No, no lo era.
En realidad era un estúpido cuarentón.
Y ella no dejaba de ser lo que era.
Pero el amor es como es.
Y dura lo que dura.
Y a ella le duró hasta que a él se le acabó el saldo de sus cuentas.
6 Comentarios
Me gustó mucho, es tan cierto! Pasa tan seguido!! Muchos hombres se enamoran de prostitutas con la misma naturalidad con que lo harian de una compañera de trabajo sin atender que estas mujeres están marcadas por el dolor y desarrollaron una inmunidad al querer de los hombres que cuesta entrar en sus corazones. Y las consecuencias? pasa en todos los amores, no se tienen en cuenta hasta que es demasiado tarde.
ResponderEliminarLos hombres entrados en años buscan un poco de calor en los lugares más increibles! Pero ¿cómo culparlos por esa debilidad estética que es una bella mujer más joven? Que sea una prostituta la hace más inalcanzable y se condena a un destino ineludible de soledad y frío. El invierno lo agarrará en soledad y para colmo de males sin dinero. Triste realidad. Un destino no menos tragico espera a la joven que acumulará dinero, solvencia económica pero nada para el frio del alma .
ResponderEliminarUn tema que da para el debate.. Se suele creer ilusamente que estas mujeres pueden tener al hombre que quieren, cuando la realidad indica que pueden tener al hombre que las desea y como son muchos se ponen un precio para aligerarse la vida (excuyendo a las que se protituyen porque las acorrala la pobreza). Hasta que ellas mismas llegan a su otoño notan lo mal que invirtieron los mejores años de su vida.. una pena. Ellos en su otoño se dejan cegar por la luz y la obsesión los lleva hasta el barranco. Sólo en los peores culebrones hay amor de verdad entre uno y el otro.. raramente alguien como ella dejará todo por alguien como él.
ResponderEliminarMe encantó! Saludos Jesús!
Pobre hombre, pobres los hombres que en nuestra inocencia nos damos la cabeza contra la pared. Creo en el amor de la protituta porque necesito creer que me quiere!!!!
ResponderEliminarGenial.
ResponderEliminarEs lo que es y dura lo que dura. Nada más arbitrario e inestable como el amor, mi querido amigo. Aflora y se esfuma en cualquier parte.
ResponderEliminarBien escrito. Diría que es perfecto.
Felicitaciones.