Estoy sintiendo los cien mil elefantes de la realidad
Buscando horadar mi cuerpo, y no lo logran los necios
Estoy vagando dentro de mí, compartiendo un coñac
Con mi cerebro. Vamos de copas, vamos con lo puesto
Siento que si se acabase el mundo, seguiremos allí
Contándonos las historias de lunas y de adioses
que nos merecemos
A veces, no estuve. Me afanaba en caminos y cactus y canones
A veces, no fui. Las guerras las confundí con poemas
Mezclé leche con madejas, fundí azafranes y treguas
Quise ser lo más atroz, lo más desesperado, lo más vano
Quise ser lo que no quería ser, pero no debía serlo
Y agostos que sumaron, corazón ajado, se volvieron faro
Soy el que siente que vivimos lo que sembramos callados
Cristales que del silencio nacen, resucitados
Transfigurado el rostro, en la sonrisa que nunca es queja
Temblando por la hora donde el mar se angoste tanto
Que no quepa ni uno solo de esos nobles sentimientos
Que te permiten el aire, seguir, estar, estar siendo.
Pablo Cingolani Río Abajo, 9 de marzo de 2012
3 Comentarios
Entre lo que quisimos, lo que pudimos, lo que omitimos, lo que no vimos y lo que fue.
ResponderEliminarLa vida se va al fondo de uno mismo en ese sorbo de coñac.
Un abrazo amigo. Excelente poema.
Admiro mucho sus poemas, siempre es un placer leerlo! Estoy segura que ud siempre ha sido y será. Saludos!
ResponderEliminarCien elefantes encima, así es la realidad.
ResponderEliminarSalud Pablo.