“Véngase en subte, para qué se va a venir en taxi”, me dijo la voz al otro lado del teléfono.
Habíamos cruzado la cordillera acompañados solo de la suerte. No queríamos hacer un reportaje propiamente tal, ni concertar entrevistas ni nada. Lo que viniera. De hecho nos sorprendió la lluvia, no tener prostituta idea donde quedaba la clínica ALCLA y los truenos de la noche anterior, que parecía se meterían por la ventana de la habitación en el hotel.
Una vez más pensé en Cerati, en su estado, en aquello de que a los rastreros parece que nunca les pasará nada y le pasa lo peor a los que simplemente se dedican a embellecer la vida con, como en este caso, sus melodías.
Dos años ya que cerró los ojos. Pensé que lo menos egoísta de mi parte sería desearle un necesario descanso. El alivio para su cuerpo.
Pensé en las palabras de su madre, que dice que cada mañana lo saluda al oído y que él mueve sus dedos. Yo creo que son solo reflejos. No podría entender la injusticia de que estuviera plenamente conciente sin poder expresarse. A eso le llamaría yo una aberrante tortura.
TELEKINESIS
- ¿Aquí está internado Cerati, cierto? Venimos de Chile.
- ¿Tienen cita con alguien, muchachos?
- No… vinimos como una suerte de experiencia testimonial.
- Lo siento, chicos, pero no pueden ingresar. A eso de las cuatro llega el director de la clínica. Si quieren pueden tratar de hablar con él –miré el reloj y eran las 11 de la mañana.
Le devolví a la señora que atendía en recepción una sonrisa honesta. Había que reconocer que no tenía mala intención. Mal que mal, éramos una especie de intrusos y ahí sobrábamos.
Algo me dio vueltas justo al centro del pecho. ¿Otra puta crisis de pánico?, pensé. No. Era la esencia de algo más potente aún. Subiendo las escaleras estaba en una habitación aquel monstruo, aquel guerrero de los dedos de ángel que tiñó nuestras vidas con sus canciones. Y no era menor eso.
Salimos. A Óscar le costaba tomar fotos. Algo lo tenía como poseído. Fumó varios cigarros.
En un murallón se inmortalizaban palabras dedicadas al músico argentino que denotaban un compromiso, buenos deseos. Amor. “¿Dónde estás, Gus? ¿Cómo, cuándo y dónde nos volveremos a ver?”, Mercedes Álvarez, Uruguay. “Vine desde Chile a dejarte un beso. Gracias por cruzarte en mi vida”, Elizabeth Acuña. “Sos lo que nos hace mover objetos a distancia cuando te escuchamos”, Flor Ribeiro, Neuquén. “No importa si el mundo calla, te esperaré. Porque todo aquel que ama sabe esperar”, Lorena Benedetti.
EL PRINCIPITO
Sentado en la solera un largo rato, me detuve en la fragilidad de todo. Escuché el sonido del viento que se mezclaba con la naturaleza de los árboles. Según los místicos Cerati es un álamo. Y claro, la vida de los árboles es imperecedera. Y mueren de pie, como dice Pedro Aznar.
A través de las ventanas de la clínica que daban a la calle se veía movimiento. Tal vez era una enfermera que movía a Cerati para que las escaras no le destruyeran las carnes u otra vez Pedro Aznar le estaba cantando canciones hermosas para alegrarle este trago amargo, aquel que muchos esperan, se pase luego y la vida continúe.
Yo me pondría de pie y volvería a caminar, probablemente a buscar algún bar donde tomar una cerveza en silencio o encontrar una librería de viejo para refugiarme con si afuera hubiese un tornado. Pero al parecer Gustavo no podría hacer lo mismo.
Debo ser sincero: estando ahí le deseé a Cerati que se durmiera definitivamente, para encontrar descanso en su cuerpo y una comunión, una conexión de su alma con otro lugar, otros rumbos. Con aquella constelación a la que pertenece, como el Principito.
Habíamos cruzado la cordillera acompañados solo de la suerte. No queríamos hacer un reportaje propiamente tal, ni concertar entrevistas ni nada. Lo que viniera. De hecho nos sorprendió la lluvia, no tener prostituta idea donde quedaba la clínica ALCLA y los truenos de la noche anterior, que parecía se meterían por la ventana de la habitación en el hotel.
Una vez más pensé en Cerati, en su estado, en aquello de que a los rastreros parece que nunca les pasará nada y le pasa lo peor a los que simplemente se dedican a embellecer la vida con, como en este caso, sus melodías.
Dos años ya que cerró los ojos. Pensé que lo menos egoísta de mi parte sería desearle un necesario descanso. El alivio para su cuerpo.
Pensé en las palabras de su madre, que dice que cada mañana lo saluda al oído y que él mueve sus dedos. Yo creo que son solo reflejos. No podría entender la injusticia de que estuviera plenamente conciente sin poder expresarse. A eso le llamaría yo una aberrante tortura.
TELEKINESIS
- ¿Aquí está internado Cerati, cierto? Venimos de Chile.
- ¿Tienen cita con alguien, muchachos?
- No… vinimos como una suerte de experiencia testimonial.
- Lo siento, chicos, pero no pueden ingresar. A eso de las cuatro llega el director de la clínica. Si quieren pueden tratar de hablar con él –miré el reloj y eran las 11 de la mañana.
Le devolví a la señora que atendía en recepción una sonrisa honesta. Había que reconocer que no tenía mala intención. Mal que mal, éramos una especie de intrusos y ahí sobrábamos.
Algo me dio vueltas justo al centro del pecho. ¿Otra puta crisis de pánico?, pensé. No. Era la esencia de algo más potente aún. Subiendo las escaleras estaba en una habitación aquel monstruo, aquel guerrero de los dedos de ángel que tiñó nuestras vidas con sus canciones. Y no era menor eso.
Salimos. A Óscar le costaba tomar fotos. Algo lo tenía como poseído. Fumó varios cigarros.
En un murallón se inmortalizaban palabras dedicadas al músico argentino que denotaban un compromiso, buenos deseos. Amor. “¿Dónde estás, Gus? ¿Cómo, cuándo y dónde nos volveremos a ver?”, Mercedes Álvarez, Uruguay. “Vine desde Chile a dejarte un beso. Gracias por cruzarte en mi vida”, Elizabeth Acuña. “Sos lo que nos hace mover objetos a distancia cuando te escuchamos”, Flor Ribeiro, Neuquén. “No importa si el mundo calla, te esperaré. Porque todo aquel que ama sabe esperar”, Lorena Benedetti.
EL PRINCIPITO
Sentado en la solera un largo rato, me detuve en la fragilidad de todo. Escuché el sonido del viento que se mezclaba con la naturaleza de los árboles. Según los místicos Cerati es un álamo. Y claro, la vida de los árboles es imperecedera. Y mueren de pie, como dice Pedro Aznar.
A través de las ventanas de la clínica que daban a la calle se veía movimiento. Tal vez era una enfermera que movía a Cerati para que las escaras no le destruyeran las carnes u otra vez Pedro Aznar le estaba cantando canciones hermosas para alegrarle este trago amargo, aquel que muchos esperan, se pase luego y la vida continúe.
Yo me pondría de pie y volvería a caminar, probablemente a buscar algún bar donde tomar una cerveza en silencio o encontrar una librería de viejo para refugiarme con si afuera hubiese un tornado. Pero al parecer Gustavo no podría hacer lo mismo.
Debo ser sincero: estando ahí le deseé a Cerati que se durmiera definitivamente, para encontrar descanso en su cuerpo y una comunión, una conexión de su alma con otro lugar, otros rumbos. Con aquella constelación a la que pertenece, como el Principito.
6 Comentarios
Seguimos expectantes. Al pie del cañón.
ResponderEliminarEmotivo, amigo. Y bien escrito, como siempre.
Saludos
aunque cerati era medio latigudo, de todos modos sus textos nos enseñan, educan y entretienen... no nos deje todavía, señor jimenez, y siga adelante...
ResponderEliminarcloto
Me gustó, me encantó. Aguante Cerati y ojalá despierte uno de estos días. Saludos y siempre es grato leerlo!!!!!!!
ResponderEliminarGrande, grande. Maestro! Los fans no pierden las esperanzas ni tampoco la familia, los otros estamos a la espera de lo que sea disfrutando de su música que será su legado a la eternidad.
ResponderEliminarcerati amasa y jiménez reparte... el pan de los sueños...
ResponderEliminarEmotivo y sensible, aunque parece que es casi lo mismo. Sigamos aguardando a que despierte, Juan Pablo.
ResponderEliminarSaludos