Ha muerto Carlos Fuentes, cansado, probablemente, de buscar explicación a los derroteros por donde camina el mundo. Un mundo que nos llena de cifras inabarcables y que chocan unas con otras en franca competencia. Hoy, mientras nos hablaban de las toneladas de alimentos que Caritas distribuye a millones de españoles que no tienen nada que comer, España camina demasiado rápida hacia la pobreza masiva, nos hablan también de los sueldos millonarios que las empresas públicas dan a sus nuevos fichajes, todos ellos ex altos cargos de los últimos gobiernos: Elena Salgado, José María Aznar, José Folgado, Carmen Becerril, Felipe González, Pedro Solbes o Ángel Acebes, por citar a algunos entre una larguísima lista. Y nos dicen también que expertos y juristas alertan de la falta de transparencia de este tipo de contratos que chocan frontalmente con la crisis social y económica que padecemos y de la que no se ven indicios de que vaya a desaparecer. Muy al contrario, este tipo de noticias nos confunde y perturba y ya no sabemos a quién responsabilizar.
Pero si salimos de Europa, en un campamento de Mauritania se hacinan cerca de 60.000 refugiados, la mitad niños, sedientos y enfermos. Dicen que hay una letrina para más de 500 personas. La mayoría son familias tuareg procedentes de la región de Tombuctú que llegan exhaustos y muchos muertos de cansancio y sed. Aunque algunas organizaciones no gubernamentales han lanzado un SOS, el mensaje parece que ha pasado desapercibido para Occidente, nuestra bien organizada y solidaria civilización tan proclive a concitar a los altos dignatarios del mundo acá y acullá para debatir sobre el hambre en el mundo, ah, y para intentar paliarla. Qué ironía y qué vergüenza.
Decía que se nos ha ido Carlos Fuentes, uno de los escritores más preclaros de la narrativa hispánica. Fue Premio Rómulo Gallegos 1977 con la novela Terra Nostra, una historia que llevó al escritor, a través de las dos Españas, a un vasto viaje por el tiempo que se remonta a los Reyes Católicos para desentrañar las habilidades del poder trasplantado a las colonias, a Felipe II, al absolutismo de los Austrias o a las estructuras verticales del poder en la América española. El propio relato de Fuentes, a decir de muchos ensayistas, somete a crítica la noción misma del relato.
Me pregunto que tendría que decir ahora Fuentes de estas dos Españas, ya no separadas por ideologías, sino por el abismo social entre los españoles, unos enriquecidos hasta el delirio, otros empobrecidos hasta enloquecer. Qué tendría que decir Fuentes de esta tierra nuestra que ha transformado el curso de la evolución natural entre generaciones, haciendo que los hijos vayan a menos pese al esfuerzo económico que los padres hicieron para darles una formación adecuada y superior a la que ellos tuvieron. Sin duda, Carlos Fuentes no ha soportado la miseria de sus semejantes ni la tiranía de los opresores y sobre todo no ha podido soportar la gran decepción en la que se ha convertido el mundo.
Y mientras tanto, las cifras nos marean: de muertos de hambre, de atentados en lugares de conflicto, de cifras millonarias que se inoculan a los bancos ante el asombro general, de sueldos y contratos millonarios que se ofrecen a quienes forman parte de esos que la fortuna ha colocado del lado de los privilegiados. Podríamos morir de pena, sí.
8 Comentarios
Se muere de pena, de verguenza y se vive bajo esas mismas sensaciones. Se observa poco cambio, poco movimiento y demasiado estancamiento! Penosa realidad! Muy buena nota, saludos.
ResponderEliminarSacan cuentas y se sacan en cuenta todo lo que está mal, todo lo que no se puede hacer para mejorar la situación. Puro griterío y escándalete pero de acción poco y nada. Eso mata de pena y de ira.
ResponderEliminarHoy mi abuela se mostraba sorprendida por las decenas de miles de españoles que han emigrado a Chile en los últimos meses. Casi todos profesionales. En Argentina y Brasil ha sucedido otro tanto.
ResponderEliminar¿Qué pasó con España?
A la luz de tu artículo y de todo la información que he podido extraer de distintas fuentes, le intento explicar a mi abuela que España no es más pobre que antes, sino que la riqueza se maldistribuyó hacia un grupete de ricos especuladores, financistas y banqueros, en connivencia con la clase política que también sacó su tajada.
La irresponsabilidad de los gobiernos ha llegado a tal punto de permitir que los bancos jueguen con las sociedades como si fuesen dados desechables.
Es un tema con el cual es difícil lidiar sin llenarse de ira. Lo que nos queda por hacer es contribuir a que la ola de descontento mundial siga creciendo y empoderándose para desbancar de alguna forma a esa plaga de langostas de la codicia que nos tiene tan a mal traer.
Abrazos mi querida Concha.
Carlos Fuentes bregó toda su vida por construir sociedades más justas y democráticas. Su coherencia política se mantuvo de principio a fin, en su vida y en sus obras.
ResponderEliminarSu artículo tiene enorme relevancia, Concha.
Saludos
De pena y de rabia.
ResponderEliminarMe gusta volver a leerla Concha. Vea como se expande la miseria por el mundo. Los criminales del capitalismo se lo están robando todo.
ResponderEliminarMe dieron ganas de leer Terra Nostra. Gracias por el dato y por su magnífico escrito.
Ni la consciencia de la muerte como realidad irrefutable y compromiso ineludible nos quita la bronca de morir por causas tan nefastas como la pena o la bronca. Da mucha pena ver a España como está, da mucha bronca ver la poca capacidad de reacción de los gobernantes para poder ayudar a sobrellevar una situación que propiciaron.
ResponderEliminarEsperemos lo vayan superando en breve y no hayan tantas bajas reales ni mueran demasiadas ilusiones. Esa otra forma de morir es terrible y me alarma tanto como la real y efectiva, lo sé porque soy sobreviviente de un país que anda de crisis en crisis.
Un abrazo, siempre es un placer leerte.
Tremendo ensayo, Concha; has plasmado la situación con tu lucidez y tu pasión características
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