CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.
Atributos esenciales para un sastre que se respete son pulso y ojo. Sin ellos debe prescindir de su trabajo y buscar otro oficio. Pero a la historia de Siegbert Feldberg, sastre judío de Berlín en la entreguerra, le falta el detalle del corte; sólo nos queda el del ojo.
Berlín de los veintes, Spartakus, la república de Weimar, Hindenburg y Ludendorff, las SA y la ascención del cabo Hitler son hechos agotados en los libros de historia, aunque frescamente atractivos e interesantes. En arte están las grotescas, dramáticas y hermosas historias de hambre y talento; las novelas de Erich María Remarque y Alfred Döblin (más la adaptación televisiva de Fassbinder); Der Blaue Engel (El angel azul/1930), filme de Josef von Sternberg, contemporáneo y vista de primera mano de la época. Tenemos el retrato de la ciudad en 1923 bajo el lente maestro de Ingmar Bergman en Das Schlangenei (El huevo de la serpiente/1977), película alemana del director sueco que se mostró en un cine cochabambino por un par de días veinte años atrás. Está el expresionismo alemán, que incluía a pintores rusos y escandinavos. Y, por supuesto, el cabaret donde las tradiciones musicales germánicas se internacionalizan y mezclan la polka y el vals con el tango argentino y la rumba cubana para dar luz a un particular tipo musical. Esa era la ciudad donde el sastre Feldberg esgrimía su modesto arte. Muchos de sus clientes fueron artistas, algunos judíos como él, venidos de Europa oriental, los países bálticos y toda Alemania.
Los pintores apenas podían pagarse el alimento y para vestirse recurrían al sastre, quien con una visión excelente para el arte, aceptaba cambiar ternos y sacos por autorretratos de sus clientes, entre los que se contaron Oskar Kokoschka y Käthe Kollwitz. Muchos no alcanzaron fama y su único ingreso en la historia artística es la colección Feldberg que consiste en 70 retratos que los Feldberg llevaron a India como tesoro -despreciado por "decadente" por las hordas nazis- huyendo en 1939 en el albor del genocidio.
Después de décadas archivada, la colección se presenta en el Museo Mc Mullen de Boston, luego de estar en Toronto, y al fin retornará a la Berlinische Galerie que los posee.
Dice Ken Shulman, periodista que cubre la exhibición, que algunos de tales artistas fueron Henoch Barczynsky, desaparecido en el ghetto de Lodz, Jan van Ripper, completamente desconocido, y Heinz Fuchs que perdió toda su obra en un bombardeo aliado en 1944.
17/11/02
Publicado en Opinión (Cochabamba), noviembre, 2002
Imagen: Autorretrato de Istvan Farkas (en la colección Feldberg), 1932
2 Comentarios
El ángel azul, de Heinrich Mann, recuerdo haberlo leído en una edición tan vieja que se deshacía en las manos. Lo compré en una feria callejera de Santiago por cien pesos (menos de un cuarto de dólar) A partir de esa novela y para siempre se me grabó la figura del profesor Unrat.
ResponderEliminarVuestro texto, erudito, bien narrado y sabrosamente entretenido.
Un abrazo afectuoso, amigo Claudio.
Leí a Heinrich Mann de la misma manera, en una edición argentina de los cuarentas comprada en la calle. ¡Qué vivan para siempre los libreros de viejo y de calle! Incluso aquí, en EUA, hay lugares de venta de libros usados que es una maravilla visitar. vamos con mi esposa los sábados y no hay día en que no traigamos algo interesantísimo a casa. Además, esos volúmenes cargan historias humanas, anotaciones, trozos de papel garabateados. Conseguí por un dólar uno de 1986 autografiado por Amos Oz. Ni te imaginas mi alegría. abrazos, Jorge.
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