Ser mujer...

ENCARNA MORÍN -.

Cuentan que los elefantes asiáticos son de fácil domesticación. Dado que difícilmente se reproducen en cautividad han de ser atrapados ya de adultos y, posteriormente, domados.

El Kedah es una técnica que consiste en rodear la manada para llevarla hasta el redil. Una vez allí, se seleccionan a los elefantes más fuertes y los otros son devueltos a la selva. Los escogidos son aislados y atados a un árbol con cadenas, sujetando sus cuatro patas. Pasado un periodo de tiempo, se les quita una de las cadenas, luego quedan con dos y, finalmente, con una. Cuando termina el proceso, el animal, que ya no tiene cadena en ninguna de sus patas, no se escapa. Permanece en su sitio. Se ha habituado a la gente, ha renunciado a su libertad. Podría salir corriendo pero no lo hará en ningún momento, aunque la selva esté ahí al lado.

Algo similar ocurre con la historia de las mujeres en lo que hemos llamado cultura patriarcal. Recogido el testigo de manos de nuestras madres y abuelas, probablemente a lo largo de milenios, hemos asumido valores y creencias que a menudo nos han llevado a un inmovilismo similar. Perpetuando un modelo que de alguna manera también defendemos al asumirlo como nuestro.

En algún momento nos dijeron que ser femenina era sinónimo de cariñosa, emotiva, romántica, madraza… y todos esos valores que tan genuinamente nos definen. Asi mismo, hemos heredado la creencia de que estamos a expensas de los sentimientos. Asumimos con facilidad el rol de víctimas hasta el punto de que nuestras emociones nos pueden y hasta nos llegan a condicionar la vida. Nos quedamos en la retaguardia, dudando de nuestras percepciones, con la falsa convicción de que no podemos y no valemos lo suficiente. 

Por un lado, somos fuertes, constantes, luchadoras… por otro, estamos vendidas ante el descontrol de nuestro propio enemigo interno, que nos impide salir corriendo aún cuando hace ya tiempo que no tenemos cadenas que nos aten al árbol. 

Lo que nuestra cultura se viene a definir como amor es nuestra parte obsesiva, que nos impide ver más allá y nos desconecta de nuestro poder y de tomar las riendas de nuestras vidas. Estar “enamoradas” se define, frecuentemente, como una especie de estado catatónico donde perdemos todo control sobre nosotras. 

Permitimos y aceptamos el desamor, con gran dolor y sufrimiento, aunque en cuanto somos capaces de dar una respuesta que nos proteja, comenzamos a ser conscientes de que es falso lo que nos han contado. Nadie muere de desamor. A menudo, en nuestras relaciones, volcamos todo nuestro caudal de afecto hacia afuera sin dejar a veces ni un poquito para nosotras mismas. 

A nuestro alrededor y en nuestra existencia hay a veces grandes cúmulos de tristeza y, al mismo tiempo, de vitalidad. Mientras cargamos con nuestro saco de carencias y con nuestros conflictos la vida sigue y nosotras, inmersas en ella, sentimos que no podemos parar sin más. Como si ese fuera nuestro destino. 

Creo que todas las mujeres de mis relatos son solo una. Tengo aún una historia pendiente por contar y es un canto de esperanza. Mejorar nuestras vidas es ampliar el horizonte y beneficiar a la humanidad, no en vano somos portadoras de valores, transmisoras de culturas, educadoras permanentes. 

Dando tumbos he ido acercándome a lo que quiero hacer: contar cosas, situaciones, anécdotas, reflexiones… Sin buscar el final perfecto. Sin reflexionar demasiado sobre el argumento. Dejando que fluyan las palabras desde los recuerdos y vivencias compartidos.

Es posible, que haya una parte de la historia de la liberación de las mujeres que pase necesariamente por asumir nuestra responsabilidad, desde el deseo de comprender lo que nos pasa, para entender lo que realmente queremos cambiar. 

Cuando hago el recuento de mis textos, percibo que las historias de “mis” mujeres reflejan mi propia manera de entender la vida. Las he mirado con cariño, sin censura. Las he visto también desde la luz de mi propia realidad. Más con esperanza que con pesimismo. Ellas me han ayudado a encontrarme. 

Descubrir que los sentimientos nos pueden hasta condicionarnos la vida, entender que tras toda esta capa de romanticismo se esconde una confusa manera de sentir la relación con el mundo… me lleva a pensar que debe ser ancestral, cultural o quizá hasta genético, el que estemos prestas al sacrificio, a sufrir en silencio, a volcar nuestro afecto a raudales, sin garantía expresa de lo que podrá suceder. En definitiva, sin protegernos a nosotras mismas.

Compartir mis relatos, nuestros pequeños secretos, me ayuda a sentir que todas nosotras no tenemos nuestras vidas cerradas y en silencio. 

Renunciar a seguir sintiéndonos víctimas nos acercará a construir relaciones asertivas. Una vez podamos poner esto en práctica, trasladaremos el testigo a las generaciones venideras. La humanidad necesita de soluciones creativas, generadas a la luz del amor verdadero. 

La liberación de las mujeres pasa probablemente por algo tan aparentemente sencillo como es aprender a cuidar de nosotras mismas, darnos licencia para ser felices, disfrutar de la vida, del sexo y del amor, sin culpas. 

No más víctimas ni tampoco más verdugos. Caminando hacia la igualdad, permitiremos que todo nuestro caudal de afecto no caiga en saco roto o se nos vuelva en contra. 

Podremos hacer cosas tan banales como correr descalzas por la arena, bailar a todas horas o no compararnos con las modelos de los anuncios, de piernas perfectas y escuetas tallas. Sentirnos completas aunque no tengamos hombres o hijos. Disfrutar de ellos y amarles sin límites cuando les tenemos, hablar abiertamente de sexismo sin temor al rechazo, vivir el romanticismo sin renunciar a la sabiduría, percibir las señales de alerta cuando alguna relación que establecemos nos podría terminar haciendo daño… y, sobre todo, a no sentirnos culpables. No se perdió el “Paraíso Terrenal” por culpa de Eva. No hay nada malo en nosotras ni en ningún ser humano. Ser mujer es simplemente maravilloso. 

Fotografía: Kristhóval Tacoronte 

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6 Comentarios

  1. Valiosas palabras, querida Encarna. A veces siento que a los hombres nos cuesta una vida entera entender apenas un ápice del alma femenina.

    Predomina un egoísmo cultural traspasado durante cientos de generaciones. Pero no podemos exculparnos en base a eso, por cuanto ya somos conscientes de lo que sucede.

    ¿Y vosotras? Tú lo dices muy bien. Liberarse de cadenas culturales, apoderarse de las palabras, dejar fluir las emociones sin culpas, tomar plenamente el control de sí mismas y de su entorno.

    ¿Y cuánto estén enamoradas? Pues frente a ese descontrol no hay mucho que hacer, creo yo, sólo disfrutarlo siendo a la vez conscientes que las desiluciones suelen venir muy rápido y que hay que sobrevivir hidalgamente a ellas.
    La vida siempre continúa.

    Excelente escrito, lleno de sabiduría y sinceridad.

    Un abrazo fuerte

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  2. Hay una frase del "El Principito" que dice más o menos: "La palabra es fuente de malentendidos".
    No obstante es también una forma de conciliar, de explicar para hacernos entender.
    A veces, la sabiduría puede llegar tras toda una vida. En la mayoría de los casos -y ahí me incluyo- hemos tenido el privilegio de compartir en nuestras vidas las experiencias de personas geniales y aprender de ellas. Es una forma como otra de crecer como personas. Este foro de Plumas Hispanoamericanas, es una ventana mágica.
    Un abrazo amigo Jorge

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  3. Me gussssta ser mujer!! Así dice una canción empalagosa que me cae super mal! Desde mi perspectiva el ser mujer no es maravilloso, es difícil y angustioso. El mundo de hoy y de siempre es hostil a la naturaleza femenina. Todo lo que dicen que hemos de amar y valorar en cuanto a entrega produce un desgaste que pule los ánimos creativos de la mujer. Lo que debemos ser para ser a la medida de las necesidades del mundo y no quedarnos atrás son tan contradictorias como imposibles de logar siendo como la naturaleza nos hizo. Tanta demanda, tanta exigencia, tanta hipocresía. Al final de tanta lucha feminista-femenina la mujer sigue siendo maltratada, mal remunerada, mal reconocida y ante los ojos del macho poco menos que un pedazo de carne que caduca con el tiempo.
    Así lo creo yo.

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  4. Como mujer me defino contrariada y contradictoria, no sé si me gusta o me harta.

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  5. Tenemos en nuestras manos el poder de elegir en cada momento.... no debemos perder esto de vista hermanas.

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  6. Hay mujeres de todo tipo, a mi me gustan estas que ud describe acá. A las otras mis mejores deseos pero paso, no quiero terminar en un psiquiátrico o con el corazón partido :)

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