La sirena de Kiryat Yam

PABLO CINGOLANI -.

Simplemente, ellas no quieren ser contactadas. Lo mismo sucede con los pueblos indígenas en estado de aislamiento: no desean saber de nosotros. Las sirenas, han sobrevivido así. Los pueblos aislados, también. Han resistido: Las sirenas, en el ancho mar, en la inmensidad de los océanos del orbe. Los aislados en lo profundo de la selva, lejos de los grandes ríos, lejos de las brechas. 

Muchos no creen que existan las sirenas. Lo mismo pasa con los pueblos en aislamiento: los gobiernos y las corporaciones los niegan. La imagen difundida de la sirena que apareció en la playa israelí de Kiryat Yam es igual a las imágenes que se han conocido de los indios de Alto Purús, del Alto Madre de Dios, de algunos otros señalados sitios. El avistamiento de la sirena en el Mar Mediterráneo como el avistamiento de grupos de indios aislados en la Amazonía y el Gran Chaco, prueba que existen. Que las sirenas no son cuentos del Medioevo, que los aislados no son cuentos de la selva. 

La existencia de sirenas y de indios aislados rompe con la visión de un mundo donde todo está hecho, urbanizado, globalizado, cuadriculado, vendido, comprado. Rompe con la asfixia y la sensación de un mundo sin magia, sin sueños, sin ilusiones. Que una sirena se haya dejado ver en la playa de Kiryat Yam, es una señal de energía vital, igual que las fotografías que se han mostrado de los aislados. El mar, no es el depósito de basura en el que lo están convirtiendo, el océano no es la cloaca por donde quieren arrojar su propia podredumbre. La selva, no está allí para ser arrasada, y plantar soya y palmeras y meter vacas para que luego se vuelvan hamburguesas de Macdonalds y maten de obesidad, ansiedad y hastío. 

La existencia de sirenas y de pueblos indígenas en estado de aislamiento restituye un principio de humanidad que aunque parezca ausente, no hemos olvidado. El secreto de los mares, el tesoro de la selva, el encantamiento del mundo, están allí, están delante de nuestras narices, están con nosotros, para que lo conservemos, para que lo protejamos. Autoridades ediles israelíes habían ofrecido un millón de dólares a quien capturara a la sirena viva. Las petroleras gastan su dinero en lo mismo: en querer sacar y expulsar a los aislados de la selva para entrar ellos en sus territorios. 

Quien no cree en la existencia de las sirenas, no cree que otro mundo, uno más fervoroso, sea posible. Quien duda de la existencia de los aislados, sigue cerrando los ojos y el corazón al mundo primordial, al mundo de las esencias, al mundo que no había perdido la inocencia y por eso, era más sano y más feliz. 

Unos y otros, los que descreen de las sirenas, los que reniegan de los aislados, nos condenan a un mundo donde la sensibilidad se vaya extraviando entre el cemento, la comida chatarra y el desquiciamiento que provoca la tecnología, y donde quedemos atrapados, prisioneros, en un planeta sin belleza, sin misterios, sin alegría. 

Un mundo sin sirenas y sin pueblos aislados sería un mundo sin poesía. Un mundo sin poesía es el que ves todos los días cuando prendes el televisor, cuando lees las noticias, cuando te abruma la ciudad, cuando sentís que no hay salida. 

Un mundo con poesía es la selva protegida donde los aislados puedan vivir tranquilos y respetados y el océano sin horizontes, puro deseo incontaminado, donde los ideales de justicia y los sueños heroicos de los seres humanos conviven con la belleza sin igual de las sirenas, y ambos, eternamente libres. 

Parafraseando al gran Bartomeu Meliá, afirmamos que pensar en las mujeres-peces y en la cuestión indígena exige de todos una reconsideración de categorías y una toma de distancia de nosotros mismos porque las dos son memoria de futuro. Decimos con él, amparados en el espíritu vibrante de sus palabras: si no hubiera indígenas, si no hubiera sirenas, habría que inventarlas.[1] Así de simple, así de sencillo, cuando de lo que se trata es de salvar a la selva, salvar los océanos, salvar al mundo. 

Pablo Cingolani 
Río Abajo, 1º de junio de 2013 

[1] Bartomeu Meliá es el defensor emblemático de los derechos humanos de los pueblos indígenas de Paraguay. La cita original está incluida en el prólogo al libro de Verena Regehr: El grupo Areguede-urasade en Chaidi, Alto Paraguay, Chaco 2004. GAT, Asunción, 2008.

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2 Comentarios

  1. Anónimo3/6/13

    Excelente comienzo, quizá el único possible para un tema tan improbable, tanto que amerita un Pablo Cingolani: "Simplemente, ellas no quieren ser contactadas. Lo mismo sucede con los pueblos indígenas en estado de aislamiento: no desean saber de nosotros. Las sirenas, han sobrevivido así. Los pueblos aislados, también."

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  2. Qué tema tan loco. Vi lo que salió por tv y la verdad no me lo creí. Si es que las hay bueno sería que las dejen en paz, lo mismo digo para con el tiburón prehistórico que hallaron hace poco. Los seres humanos somos curiosos hasta la destrucción.

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