ENCARNA MORÍN -.
La vida… esa aventura apasionante, que comienza con un berrido y termina con un suspiro, se nos va en hacer cosas convencionales. A una edad caminamos, luego corremos, pasamos por el sistema educativo y salimos al mundo laboral.
Maduramos, consolidamos nuestra vida afectiva, solemos formar una familia y convertirnos en miembros categóricos del sistema. Dicen que por entonces nos volvemos conservadores y claudicamos, abandonando aquellos sueños de juventud.
Nuestra energía se canaliza a veces en preservar pequeñas cotas de “seguridad” como nuestro trabajo o nuestros objetos, para terminar descubriendo en la sala de urgencias de un hospital que nada era más provisional que aquello que parecía definitivo. Finalmente todos arribamos en el mismo puerto. Con suerte lo podremos hacer sin grandes sufrimientos, pero encontrar el desenlace de la trama solo es cuestión de tiempo.
“Vivimos con la esperanza de llegar a ser un recuerdo” dijo Antonio Porchia en una de sus Voces. Finalmente queda nuestro recuerdo en forma de palabras, a través de los genes de nuestros descendientes, por la memoria de nuestros amigos o por todo lo que hicimos para ser felices. Se trata de no sufrir.
A lo largo de la historia de la humanidad ha habido suficientes pruebas de lo que no es humano, no obstante parece que no hemos logrado aprender de ello. Tantas guerras y confrontaciones no han servido para que podamos elegir vivir en paz.
El péndulo de la historia oscila llevándonos, una y otra vez, a situaciones pasadas. El gran paso adelante y a la vez el gran retroceso en la vida de los pueblos ha sido la aparición del excedente, y con él, la codicia de quienes lo quieren acaparar. Dependiendo de la capacidad de poseer la riqueza, nos hemos dividido en clases sociales, las cuales para preservar su lugar han ideado formas de control: la escuela, el ejército, la religión institucionalizada y hasta un tipo de gobierno que parezca que lo elegimos entre todos.
En cada momento histórico hay personas que confrontan el orden establecido, a riesgo de convertirse en marginales y proscritos. Pero suelen ser a la vez los elementos de cambio que permiten experimentar con una nueva forma de organizarnos. La prueba evidente de que el afán de control de la riqueza, junto a las inseguridades y miedos de los líderes, nos retornan al mismo sitio, la tenemos en experiencias de modelos comunistas que se llevaron a cabo, para terminar convirtiéndose en más de lo mismo. Las buenas intenciones eran evidentes. Sin embargo algo ha fallado a la hora de la práctica.
En medio de estas reflexiones me debato, cuando leo en las noticias que nuestros amos quieren volver a decidir que nuestro trabajo ahora vale el diez por ciento menos, que el gobierno español pide a los ciudadanos de a pie que delaten a los vecinos y conocidos que realizan algún pequeño trabajo clandestino para ganarse la vida, para sobrevivir en la mayoría de los casos, encontrando en ello un gesto de patriotismo. Escucho también que las altas esferas, los que son los dueños del poder y el excedente, tienen para ellos unas leyes distintas, muy tolerantes con sus robos y atropellos.
Junto con las estadísticas de parados y desahuciados, asistimos a gastos astronómicos en dietas, salarios, viviendas, cacerías, yates de lujo, sobresueldos en sobres cerrados…. que tienen los que ostentan el poder o lo circundan.
Un anciano que acompañaba a su hijo camionero en un viaje a Marruecos, habló en la radio: tiene el indulto, pero sigue preso. En contrapartida, un pederasta con más de diez violaciones demostradas a niños pequeños, ha sido indultado y ha vuelto a España. Un país de prestado, con un nombre y apellidos posiblemente también de prestado, conseguidos como premio por unos servicios posiblemente no confesables mientras duró la guerra de Irak, país del cual este personaje es oriundo. Una guerra que costó muchas vidas y dinero por el exclusivo delito de tener oro negro.
Hace unos días estuve compartiendo un rato con mis amigos del otro lado: son jóvenes okupas, viven sin dinero, no aceptan limosnas, reciclan todo lo que se puede, trabajan lo justo para vivir, por supuesto no cotizan a la seguridad social. Y no seré yo señora ministra quien se chive de que mientras hacen malabares en el semáforo sacan unos eurillos para comer. Tampoco le voy a contar donde está su casa, un edificio en ruinas que llevaba años cerrado y que ellos han convertido en un hogar. Tendrá que averiguarlo por su cuenta, igual sus servicios secretos ya lo saben. Siempre lo saben todo, por eso es que nos ha sonado a mentira lo que ustedes han argumentado burdamente de que ha sido un traspapeleo lo del pederasta que se han traído de Marruecos con un indulto bajo el brazo.
He aprendido de esta gente joven que ser okupa es una filosofía de vida: viajan por el mundo, no tienen propiedades, respetan a la naturaleza y a los seres vivos, no quieren cosas nuevas mientras haya algo reciclado que sirva, viven de su arte y su trabajo, son solidarios, organizados, y tienen mucho que enseñarnos a todos que nos encontramos parapetados en nuestra trinchera de seguridad, bien atados con la hipoteca de la casa y las cuotas del coche, viéndolas venir a ver si nos van a bajar los sueldos, a subir los impuestos, a decidir que es ilegal y qué no lo es…
El sol que nos ilumina, es de todos, el agua, las nubes, el cielo, los paisajes… es nuestro y del resto de los seres que pueblan la Tierra -también de los elefantes, señor Borbón- y no vamos a permitir que nos impidan disponer de ellos por el tiempo que vayamos a ocupar una parcelita de este planeta. Al final, todos vamos a parar al mismo sitio con o sin traje de madera, pero ese falso poder y esa falsa riqueza se quedarán aquí.
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
4 Comentarios
Sabiduría, humanidad y un aire de rebelión en tus palabras, querida Encarna.
ResponderEliminarNo sé dónde perdieron la cabeza o la dignidad tantos españoles que eligieron a esta casta política despreciable. Cada día leo sobre nuevos atropellos a los ciudadanos, y siempre me pregunto lo mismo, cómo es que no se alzan, cómo pueden tolerar tanto.
Excelente escrito.
Un abrazo fuerte
Excelente, Encarna! Veo que en tus escritos se ha profundizado una posición militante. Muy digna, por cierto, en los momentos y lugares que te toca vivir.
ResponderEliminarHe escuchado una frase memorable, aunque no sé bien el nombre de su autor (creo que se trata de un obispo brasileño) la frase dice: "Los defensores de las causas perdidas son el ejército derrotado de la causa invencible".
ResponderEliminarEn Argentina los okupas son muy mal vistos porque más que necesitados suelen ser oportunistas.
ResponderEliminarBuen escrito, saludos.