ENCARNA MORÍN -.
En la jerga popular “trepa” es aquella persona que se vale de cualquier argucia para progresar política o laboralmente sin escatimar en los métodos. Todos hemos conocido a algún personaje, habitualmente mediocre, que por arte de magia ha llegado a ocupar lugares de poder. En esos casos, decimos como comentario explicativo: “¡Si es que es un trepa!”
Para el actual gobierno español, la definición de trepa es bien diferente, quizá sea porque a base de familiarizarse con ella, se ha convertido en una palabra en desuso a la que se ha de llenar de nuevo de significado.
Malla “antitrepa” en una manera aséptica de llamar a los cepos que está reponiendo el gobierno español en la frontera melillense. El objetivo “disuasorio” equivale al de cualquier trampa doméstica. Si el hambriento -animal o persona- cae en ella, le espera la muerte segura. La pretensión clara es la de al menos herirle seriamente.
Convirtiendo así en legal asesinar a gente de esta manera, ya que ellos mismos “eligen” su muerte. Si atraviesan un árido desierto de alacranes y culebras, para llegar a las puertas del Edén, igual se llegan a creer que son inmortales, entonces, cuando están a punto de cruzar al otro lado, les esperan las cuchillas afiladas de la cerca de Melilla.
Nadie elije el lugar del planeta en el que nace. Si el destino hace que una persona nazca en el continente africano, las probabilidades de sobrevivir ya son distintas. Lo probable es que la existencia sea dura y la miseria mucha. Como parte de su supervivencia, esas personas elegirán la vida, y saben que en la parte del mundo que se encuentra al otro lado, hay comida, trabajo y una situación mejor.
Algunos se aventuran en un barco rudimentario, que muchas veces naufraga en altamar y otras es interceptado al arribar en el soñado Paraíso. A menudo, sortean obstáculos, atraviesan el desierto y llegan hasta la frontera, para encontrarse con la valla que les intercepta el paso. Entonces aguardan el momento oportuno y trepan por ella. Muchas veces caen al suelo malheridos, pero ni bien se recuperan, lo intentan de nuevo.
"Estoy aquí para entrar en Europa, es mi única meta y no voy a parar hasta conseguirla. ¿Qué es lo que puedo perder? No tengo nada". (Pascal, un superviviente)
La alambrada de Melilla ya era especialmente macabra. En su interior, múltiples cuchillas rebanaban no solo los dedos de las manos, sino también cualquier otra parte del cuerpo por donde rozara. Este alambre mortífero, también llamado “concertina o alambre palestino” fue utilizado en el muro israelí de Cisjordania, aunque sus orígenes se remontan a las guerras mundiales para frenar el paso de las tropas confrontadas.
Retirada en el año 2007, por sus consecuencias devastadoras, la valla concertina de Melilla vuelve ahora a ser erigida de nuevo, con el fin de impedir el paso de inmigrantes subsaharianos por ese lugar. Si alguien se atreve a intentar cruzarla, ya sabe la que le espera: graves lesiones e incluso la muerte.
Las hipotéticas personas de las que hablamos, ya viven la muerte en la vida que les ha tocado por haber nacido en ese lado del planeta, y lo intentan de todas las maneras, aún sabiendo que pueden salir malheridas. Si con suerte caen del lado de la colonia española, puede que reciban cuidados médicos y logren recuperarse, pero también sucede, y eso es lo más probable, que caigan del lado de Marruecos y ahí la muerte es casi segura.
Hay una tercera opción, y es que cayendo del lado de España, sean devueltas a Marruecos, como le ocurrió a Pascal, un joven inmigrante subsahariano de 26 años que resultó lesionado gravemente al intentar entrar en Melilla. Cayó en el suelo exhausto y sangrando a borbotones, pero esperaba algún auxilio. No ocurrió eso ni mucho menos.
"Dos guardias me arrastraron hasta la parte marroquí y negociaron con los alís de las fuerzas auxiliares de Marruecos para que se quedaran conmigo. Llegó una ambulancia mucho más tarde y fui ingresado en el hospital Hassani de Nador. Allí, unos días después, Médicos Sin Fronteras se hicieron cargo de mí".
Tras varias operaciones y meses en recuperación, logró salir vivo para volver a Gurugú e intentar entrar de nuevo en Melilla.
Queremos mirar hacia otro lado cada vez que se recuerda que fueron los antiguos gobiernos europeos los que invadieron y expoliaron el continente africano. Para tranquilizar sus conciencias, los países imperialistas, a través de organizaciones gubernamentales, reparten la ayuda “humanitaria” como queriéndoles decir con ironía a esas personas “Quédense ahí en su miseria, que nosotros les llevamos vacunas y arroz”.
El paraíso que al parecer nos separa de los países extremadamente pobres consiste en sobrevivir dándole una parte de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo y de cuanto conseguimos a un ente abstracto llamado Estado, que se atribuye legitimidad para hacer el uso que considere de cuanto recauda, directa o indirectamente. Una parte del mismo lo invierte en “seguridad” para que todos nos sintamos lo suficientemente inseguros ante un hipotético enemigo externo.
Cambiar la antigua concertina por censores y un sistema de vallado triple costó en su día 30 millones de euros de los fondos públicos, reponerla y volver a la vieja y cruenta concertina costará otro tanto.
¿A quién beneficia todo esto? ¿Qué mente perversa es capaz de idear esta terrible forma de matar a seres humanos?
Son los mismos que se las arreglan para ser a lo largo de toda su vida unos permanentes trepas, dejando su humanidad atrapada en alguna cerca invisible.
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
1 Comentarios
Tristemente, la valla asesina de Melilla hoy vuelve a ser noticia de actualidad
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