CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.
Si la elección presidencial de noviembre la ubicásemos hace cinco décadas atrás, quizá los candidatos Ricardo Israel y Alfredo Jocelyn Holt serían los favoritos de la contienda. Hoy, a la luz de la encuestas, su realidad es completamente distinta. Los dos se encuentran en las antípodas de las preferencias, con la cierta posibilidad de convertir sus candidaturas en material de archivo y, a lo más, testimonio para sus descendientes. Se trata de la disputa de una suerte de esfera mágica que -en tiempos bien pretéritos- estaba llena de votos y hoy es sólo un espacio vacío, pero con la capacidad suficiente para generar una honda magnética hacia los costados que ha mantenido la política chilena en un suspenso permanente.
Las candidaturas de Israel y Jocelyn
Holt buscan los votos apelando a un sector sobrevalorado por nuestra historia:
el centro político. Aunque el concepto ya se acuñaba en los tiempos de los
gobiernos radicales (1938 – 1952), en el caso de estos era más bien una excusa
para formar alianzas con la derecha y la izquierda, sin salir demasiado malherido
de los apretones de manos y palmoteos.
Fue durante el tiempo del Presidente demócrata cristiano, Eduardo Frei Montalva (1964 – 1970), que el concepto se convirtió en una suerte de oráculo de buenas intenciones, moralidad y virtudes cívicas infinitas, teniendo como objetivo aislar a una creciente izquierda –inspirada en buena parte en el fragor revolucionario de la Cuba de Fidel Castro- y de cooptar a los sectores de derecha ya sea apelando a la sensibilidad electoral o a la amenaza del caos. El centro visto, por lo tanto, como motivo de equilibrio en medio de un mundo que se dividía en dos moles excluyentes durante la Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión Soviética. Hablamos del mismo centro político que, con los años, mutó de eje transformador –y supuestamente revolucionario- a sector reaccionario y golpista para el 11 de septiembre de 1973. Aun así, el paso de los años ha reforzado el mito del centro político como sinónimo de equilibrio, sabiduría y única opción de prosperidad, sin considerar que tenemos una institucionalidad heredada que, artificialmente, ha creado dos bloques donde el punto de equilibrio (y de mordaza) está dado, precisamente, por ese espacio vacío que hablábamos al inicio. Un espacio lo suficientemente resistente para obligar a todos a comportarse políticamente en forma centrada. A cambio de eso, una cuota de poder permanente no ha caído mal a los suscriptores de tal acuerdo.
Ricardo Israel
Tomás Jocelyn Holt
Si hay alguien de quien no pudiera esperarse una
cruzada solitaria e independiente es Tomás Jocelyn Holt. Toda su trayectoria
política está vincula a la antigua Concertación y el Partido Demócrata
Cristiano. Fue dirigente juvenil en plena dictadura, funcionario de gobierno en
democracia y parlamentario por dos períodos. Le tocó ser testigo directo -en su
calidad de panelista de aquel recordado programa de televisión de 1992-, cuando Evelyn Matthei y sus amigos, los ex militares de inteligencia, grabaron las conversaciones telefónicas de Sebastián Piñera. Al inicio contaba con el apoyo
de un partido político menor, Chile Primero (ex concertacionistas), hoy Partido
Liberal. Sin embargo, al poco tiempo, la colectividad le quitó este apoyo y se
lo dio a Marco Enríquez. Se dijo que la ruptura se debía al ego desmedido de Jocelyn
Holt. De ser cierto, y comparando el ego de sus pares, el suyo debe ser algo
realmente notorio. Aun así, él decidió recorrer Chile con un sillón portátil donde
las personas le contaban sus pesares y él tomaba nota. Hoy se le ve sólo, sin
equipo ni listas parlamentarias. Algo que, al parecer, no le provoca ni
cosquillas. Ha intensificado su agresividad en los foros presidenciales, eso sí.
Trató de mujerzuelas a las esposas de los otros candidatos y se refirió con
dureza a Michelle Bachelet por los errores y omisiones de su gobierno, del cual
el mismo formó parte como asesor. Hizo una entrada triunfal al último debate
televisivo arriba de una bicicleta y, al mirar a una cámara con gesto de cowboy,
se dio un tremendo costalazo. Lleva más de treinta años sin dirigirse la
palabra con su hermano mayor, el historiador Alfredo Jocelyn Holt. Asegura que
se debió a algunas bromas mal entendidas. ¡Vaya bromas entonces! Carga con dos
matrimonios y un drama familiar a cuestas. Pareciera como si su finalidad es la
candidatura en sí misma, en el gusto por oírse y sentirse postulante a la banda
presidencial. Tiene un discurso propio de dirigente estudiantil bien hablado y
lleno de imágenes rimbombantes. Si los otros votan por él es un detalle, lo
suyo es vivir el momento.
Fin
1 Comentarios
Estamos a 5 días de saber quien o quienes seguirán en la carrera por llevarse este botín ( CHILE: " Lindo país esquina, con vista al mar y a la cordillera")
ResponderEliminar